A lo largo de nueve meses de competición, la clave del rendimiento colectivo depende de las aportaciones de sus integrantes. El curso 2022-23 se ha cerrado sin que el Athletic haya optado de verdad a conseguir aquello que buscaba. Ni en Copa ni en Liga ha podido colmar su intención de alcanzar las metas propuestas. Podrá decirse que no ha estado lejos, pero tampoco lo cerca que pretendía, a pesar de que en ambos frentes ha dispuesto de situaciones propicias. Un buen puñado. Si se revisa lo que cada futbolista ha dado de sí, puede comprobarse que solo unos pocos han dado la talla como de ellos se espera.
Un número importante se ha movido en torno al aprobado, ya sea por encima o por debajo de esa frontera. Son contados los que han respondido con cierta solvencia y a la vista está que no han sido suficientes para compensar el nivel general. Los más destacados no se han bastado para consolidar un proyecto que arrancó como un tiro para luego dar síntomas de fragilidad e inconstancia. Una vez más, la regularidad se ha convertido en algo excepcional en la plantilla rojiblanca. No resulta sencillo y por tanto no puede pedirse a un jugador que esté entonado durante tanto tiempo, sin experimentar altibajos, pero sin duda es posible hallar diferencias en el comportamiento.
Entre quienes merecen una reseña por el trabajo desplegado hay que citar a Yeray, Vesga, Sancet, De Marcos e Iñaki Williams. Todos formarían parte del once ideal si este se diseñase en base a la calificación que se pone a final de temporada. Con el baremo de la participación, también entran. Según este segundo criterio, la alineación tipo se completa con Simón, Vivian, Yuri, Muniain, Nico Williams y Berenguer. Se han movido entre los 3.338 minutos del lateral derecho y los 2.058 del capitán.
Es lógico que jugando más se multipliquen las probabilidades de destacar, pero no faltan hombres que sin tanta presencia también han contribuido de manera positiva. Serían los casos de Dani García, Agirrezabala, Iñigo Martínez e incluso Lekue, gente que se ha comportado con bastante acierto cuando ha sido reclamada por el entrenador, pero que por lesiones u otras circunstancias han asomado menos de lo que les hubiera gustado.
LOS MEJORES
Sin excesivo margen para el error, podría nombrarse a Yeray como el mejor del ejercicio. Venía de una campaña discreta y se ha asentado como un líder sólido en la zaga. Ha heredado el rol que desde su llegada al equipo desempeñó Iñigo, lastrado por los problemas físicos. Cuando han coincidido, el Athletic lo ha notado, pero finalmente la condición de central con más recorrido ha recaído en Vivian. El alavés, la gran sorpresa un año antes, ha tenido más dificultades para confirmar lo que apuntó entonces. Sería uno de los que ha pagado el paulatino decaimiento del grupo, así como una exigencia superior por los frecuentes cambios registrados en la línea.
Iñaki Williams ha clavado sus estadísticas del año previo, salvo en el apartado de goles, pues ha estado más certero y figura como el más realizador. Se diría que ha agradecido el hecho de alternar dos posiciones, delantero y extremo, y por supuesto la confianza ilimitada del técnico, para adquirir más peso en el juego. También Sancet ha estado más fino, si antes lucía de vez en cuando, ahora se le ha visto más cómodo, activo y desequilibrante en una demarcación que le permite incidir más en ataque. Prácticamente dobla sus registros en minutos y goles.
El detalle es aplicable a Vesga, otro que Valverde ha promocionado sin reservas. Lo ha pagado en el tramo final, como varios más, pero asoma como el centrocampista más fiable en la actualidad. Nico Williams, en cambio, ha descrito una trayectoria inversa. Ha dado un gran salto en el minutaje, pero todavía necesita amoldarse a la categoría a fin de rentabilizar su estilo individualista y vertical. Ha de aprender a elegir, a tener pausa y dosificarse o elevar su resistencia.
Un aparte para De Marcos, líder en minutos, partidos y titularidades. Se ha reencontrado con una versión que había extraviado. Su saber estar le ha ayudado a copar la banda diestra, a no desentonar en los días malos y brillar en ocasiones; en suma, a ser un modelo de fiabilidad. El típico chollo para el entrenador, replicando el perfil que durante tanto tiempo plasmó Balenziaga en el otro costado.
Yuri también ha mejorado, después de diversas lesiones de larga duración estos años, le costó coger el hilo, pero en la segunda mitad del calendario se le ha visto centrado y serio. No lo incisivo que se necesitaría, pero más firme en la contención.
A la baja
Las oscilaciones no son una novedad en Berenguer. Con sus reiterados contrastes, no podrá quejarse de lo que ha intervenido. Sí que estará disgustado Muniain, pues ha pasado de ser el más utilizado con Marcelino a entrar, aunque sea raspado, en el grupo de los titulares. Desde luego, no habrá sido por inspiración y acierto. Puede que sea su año más gris. El paso delante de Sancet le ha relegado y si bien al comienzo Valverde apostó fuerte por él, lo cierto es que no ha correspondido. Cabe que su dilatada carrera le esté repercutiendo en el físico, que nunca ha sido una de sus virtudes. Quedar inédito como goleador en 30 citas de liga, cuando menos es significativo.
Hasta aquí un repaso de los jugadores de campo del once tipo. Los que se quedaron a las puertas son Guruzeta, un ariete distinto al prototipo clásico rojiblanco, que tuvo que tirar de paciencia para hacerse un hueco en la pizarra. Apuntó tener más gol, pero la media docena no está mal para un novato en Primera que se siente cómodo fuera del área. De Iñigo solo comentar que a raíz de su definitivo ingreso en la enfermería, la seguridad del equipo se resintió y qué decir cuando cayeron Yeray y Dani García. El medio centro no lo tuvo fácil en el primer tercio, pero supo subirse al carro en marcha y tirar de él varios meses con actuaciones que dotaron de mayor equilibrio a la estructura.