A punto de doblar el ecuador del calendario, puede afirmarse que en términos de participación el rol de Nico Williams ha experimentado un avance espectacular. Aunque no volviese a intervenir de aquí a junio, el extremo superaría los registros que firmó a las órdenes de Marcelino García en la campaña anterior, la primera suya en el equipo, pues aunque debutó en las últimas jornadas de la 2020-21, aquello fue una aparición testimonial, una presentación en sociedad. Su logro actual se sale de lo común, dado que cumplirá los 21 años el próximo verano y ya se ha convertido en la pieza más utilizada de la plantilla contabilizadas la liga y la Copa. Este salto en el seno del Athletic no ha venido solo, pues asimismo se ha estrenado como internacional absoluto. Figuró en la lista para el Mundial de Catar, donde tuvo minutos en cuatro partidos.

Son datos que, más que una irrupción en la élite, avalarían el empleo del término asentamiento para describir la vivencia del menor de los Williams. Para Ernesto Valverde es indiscutible, no ha dejado de alinearle en un solo encuentro de los 22 disputados por los rojiblancos, siempre como titular salvo el que abrió el curso frente al Mallorca en San Mamés, día en que suplió a Berenguer a veinte minutos de la conclusión. A partir de entonces nunca se ha ausentado de salida, preferentemente ubicado en la banda derecha, demarcación que ha complementado con la de extremo izquierda en cuatro citas. Cierto es que en el transcurso del juego a menudo ha alternado ambas bandas.

Huelga comentar que Nico Williams es objeto de un intenso seguimiento que excede el ámbito de influencia natural del Athletic. Haber vestido la camiseta de España ha disparado las expectativas que suelen rodear a un futbolista de sus características: un recién llegado que sobresale por la velocidad y la habilidad para desbordar rivales. Hablamos de un delantero vistoso, del que se espera que en cualquier instante ofrezca al espectador acciones llamativas, destellos que no abundan en un fútbol cada vez más cuadriculado, férreamente sujeto al dictado de la táctica y el orden posicional.

Nico asume riesgos en la mayoría de sus posesiones, tiene metido entre ceja y ceja que lo suyo es encarar defensas. Es probable que esa sea la consigna que recibe desde la dirección técnica. Debe apurar, buscar la penetración hacia el área contraria y culminar con centros para los compañeros o remates propios. Se ha de reconocer que el chaval es muy obediente, tanto que puede dar la sensación de que está obcecado e invierte gran parte de sus energías en dibujar la jugada decisiva, esa que decanta un duelo.

La eficacia

Sin embargo, el elevado protagonismo de que goza conduce inevitablemente a la conclusión de que tiene problemas para rentabilizar sus singulares virtudes. Dicho sin rodeos: son muchos los intentos que realiza y muy pocos los que desembocan en algo beneficioso para el equipo. Con su perfil individualista permanentemente activado, emprende multitud de aventuras en campo rival, con frecuencia es capaz de salvar el primer obstáculo y dispone así de una ventaja adquirida para redondear el lance, pero a la postre apenas saca nada en limpio.

No es cuestión de recurrir a las estadísticas de goles o de pases de gol, que podría hacerse, para corroborar algo que se halla al alcance del observador. Destaca pues Nico Williams por acumular cambios de ritmo y fintas, en este sentido no hay duda de que es un incordio para los marcadores. De hecho, no es extraordinario que los conjuntos rivales le dediquen una atención especial, un tratamiento personalizado por ser vos como sois. El asunto que merecería una reflexión versa sobre el grado de eficacia que obtiene.

Por supuesto, se trata de un crío aún, inmerso en una etapa de formación, acelerada precisamente porque se desenvuelve en la máxima categoría y prácticamente acapara la totalidad de minutos posibles. Si es relevado sucede en el tramo final de los partidos. No se cuestiona el potencial que atesora, pero resulta obvio que le falta un trecho para erigirse en el futbolista diferencial que algunos sostienen que ya es. Lo será de verdad si consigue pulir defectos que por ahora afloran más de lo deseable.

Elegir bien cómo terminar, no precipitarse, intercalar una pausa, levantar la cabeza, buscar más asociaciones en corto, eludir desgastarse en esfuerzos prescindibles; en definitiva, imprimir criterio al juego que practica a fin de sacar más partido a unas cualidades innatas. Y en este proceso, acaso no sobraría que Valverde levantase un poco el pie del acelerador y le dosificase. Su vigente condición de intocable puede que no contribuya demasiado a que Nico Williams entienda la diferencia entre cuál es y cuál podría ser su peso específico en el Athletic.