El Trofeo Árbol de Gernika, creado como alfombra roja de paso hacia el 125 aniversario del Athletic en 2023, que sirvió el encuentro de ida entre el conjunto bilbaino y las Chivas de Guadalajara para decidir al campeón en el duelo de vuelta del próximo 16 de julio -donde no se tendrá en cuenta el gol average-, no levantó gran expectación entre los seguidores. San Mamés, con apenas 17.500 aficionados, un tercio de la capacidad de sus 53.000 espectadores, vivió tibieza en el ambiente. 

Sea por el rival elegido, que ofrece un componente de romanticismo incuestionable al tratarse de un club con una filosofía similar a la del Athletic y que guarda además la semejanza de que tampoco ha descendido de la primera categoría del fútbol mexicano; sea por la fecha, que impide medirse a un equipo de prestigio internacional porque las estrellas se encuentran afanadas en la Copa del Mundo; sea porque era emitido en abierto por ETB; sea por los precios de las entradas, de 13 euros para los socios y de entre 20 y 40 para el público general, el caso es que la asistencia a La Catedral demostró que la iniciativa no resultó seductora en este marco de parón de las competiciones. Ello sin tener en cuenta la cantidad de entradas que el club regaló para promover la asistencia, cifra que se desconoce, al igual que el impacto económico que tuvo el evento para las arcas de la entidad de Ibaigane.

Si bien, los amantes del fútbol pudieron saciar sus ganas de ver rodar el balón. Familias enteras aprovecharon la oportunidad del brindis dominical para culminar planes con el encuentro entre dos clubes únicos. Cierto es que algunos aitas tuvieron que explicar a los más jóvenes que en esta ocasión los jugadores vestidos de rojiblanco eran los mexicanos, por eso de la hospitalidad con el foráneo.

Aclaradas las dudas, el encuentro se desarrolló con deportividad dentro y fuera del terreno de juego. Las aficiones cumplieron con un hermanamiento que se intuye hasta la posteridad. Los seguidores del cuadro azteca se percibieron como escasos, a juzgar por la zona donde se ubicaron las pancartas de apoyo al conjunto de Guadalajara, con menos de un centenar de personas, que eso sí, decorados por más de una veintena de pancartas, no cesaron en el empeño de animar a los suyos con tambor y platillos incluidos. La gelidez de la noche también invitaba al movimiento para mantener la temperatura corporal. Desde luego, ellos ganaron en ímpetu. Porque la parte bilbaina entonó poco cántico, hizo poco ruido, lejos de parecerse el ambiente al de un partido de competición oficial.

Hizo falta la liturgia del gol para despertar el clima. Berenguer y Sancet incitaron a ondear bufandas y a activar gargantas. La salida de los jugadores del túnel del vestuario, los cambios -también rivales- y alguna que otra ocasión levantaron el ánimo. Pero en definitiva, fue un amistoso que teniendo cuenta el nivel de asistencia, que evidenció el atractivo de la cita, no ofreció un ambiente destacable -se arrancó un cántico athleticzale por primera vez en el minuto 85...-, muy por debajo del bullicio que alberga La Catedral habitualmente.