EL pasado 11 de julio se anunció el acuerdo entre el Athletic y Ander Capa para que este se integrase en la plantilla con un contrato para una temporada que incluía la posibilidad de prolongarse a una segunda en función de diversas variables. El club apeló a la política de contrataciones impulsada por la directiva de Jon Uriarte a fin de aclarar que el jugador percibiría una ficha inferior a la que cobraba antes de que su contrato expirase el 30 de junio. Capa estuvo once días sin equipo y se incorporó al grupo con una semana de retraso para iniciar la pretemporada. Entonces se interpretó que la opinión de Ernesto Valverde había tenido un peso decisivo en la repesca del futbolista vizcaino de 30 años.

Tres meses y medio después de que Capa y el presidente estrechasen sus manos en la foto de rigor, la situación del futbolista es idéntica a la que experimentó a lo largo de la campaña anterior a las órdenes de Marcelino García: ni está ni se le espera, al menos en lo que se refiere a presencia en la competición. Si con el asturiano se tuvo que conformar con intervenir tres minutos en el último encuentro de liga que acogía San Mamés, en lo que se valoró como una oportunidad que se le brindaba para despedirse de la afición, con Valverde su participación ha sido igualmente testimonial.

Saltó al campo en la segunda jornada, con motivo de la visita del Valencia, en sustitución de Nico Williams cuando el cronómetro marcaba el minuto 92. Es su única participación en un encuentro oficial cuando el equipo ha consumido once fechas del campeonato. En el resto de las ocasiones, Ander Capa ha figurado entre los convocados, pero en los recientes desplazamientos a Getafe y Barcelona su nombre ha quedado excluido de la lista. ¿El motivo? Tan elemental como que la disponibilidad de todos los integrantes del plantel por ausencia de lesionados obligaba a descartar a dos hombres. Y uno fue Capa, mientras que para el Coliseum se prescindió asimismo de Morcillo y para el Camp Nou de Villalibre.

O sea que los hechos, o desmienten que fuese Valverde quien dio el visto bueno para captar de nuevo a Capa o demuestran que el interés de Valverde por contar con Capa se ha desvanecido por completo. Vamos, que si en su momento el entrenador creyó que era una alternativa válida para su pizarra, ahora piensa justo lo contrario. La duda persistirá porque es improbable que Valverde se pronuncie o que lo hagan los inquilinos de Ibaigane. Y en el segundo supuesto, tampoco trascenderá desde cuándo Valverde considera que en sus planes no hay espacio para Capa.

Al margen de cuál sea el motivo real que mantiene a Capa en el ostracismo, se antoja evidente que sus días en el Athletic están contados. La opción de un segundo año se ha convertido en una quimera: por muy asequibles que fueran los objetivos que le marcó el club para aspirar al mismo, a este paso plantearse alcanzarlos carece de sentido. En semejante contexto empiezan a brotar rumores que colocan a Capa fuera de Bilbao en enero. Llegan ecos de que el Cádiz pudiera reclamar sus servicios tras haber perdido a Zaldua, su lateral derecho titular, víctima de una lesión de larga duración.

De tomar forma esta u otra vía de salida, el Athletic atenuaría parcialmente el impacto en sus arcas de una operación cuya rentabilidad cabe calificar de nula. No es que la nómina de Capa figure entre las más gravosas para la economía de la entidad, aunque según se desprende de los mensajes de los responsables del club en vísperas de la Asamblea Ordinaria, el horno no está para bollos precisamente. El año rubricado por Capa, en bruto ronda el millón y medio, que viene aproximadamente a ser medio millón menos de lo que le salió al club en el ejercicio previo.

Son números alejados de lo que Capa pretendía durante la campaña electoral, en aquel movimiento tendente a implicar a los tres candidatos para que consensuaran su retorno. La iniciativa no cuajó, pero acabó derivando en el acuerdo ya comentado que se cerró en julio.

Otros refuerzos

Al lado del caso de Capa podría colocarse el de Gorka Guruzeta. El Athletic se había reservado el derecho a extenderle un contrato, con términos ya prefijados, cuando concluyese su cesión al Amorebieta. Los trece goles que hizo en un equipo que no salió de zona de descenso en Segunda, se estimaron como aval suficiente para promover su vuelta a Lezama. Firmó para dos años, con una ficha similar a la de Capa, pero sigue aguardando turno. Los dos remates que en agosto clavó en la red del Cádiz no le han servido para avanzar en el escalafón, lo prueba que no ha disfrutado ni de un minuto en las últimas seis citas.

En el capítulo de refuerzos que se prestan al debate merece citarse la renovación de Jon Morcillo: acababa en junio de 2023 y en septiembre su vínculo fue ampliado hasta junio de 2024. Morcillo se veía fuera en pretemporada, tras una cesión nada provechosa en el Valladolid, pero se le hizo sitio en el grupo. Vista su utilización (algo más de media hora repartida en seis partidos), cuesta imaginar que lo suyo sea un mal cálculo de Valverde, lo que lleva a pensar que la directiva dio el paso con la idea de proceder a su venta, en enero o a la conclusión del curso. La pega para colocarle en el mercado radica en que, como señala su estadística, está fuera del escaparate.