Fijarse demasiado en la clasificación en septiembre es libre. Desde la óptica de los profesionales resulta un ejercicio poco provechoso, o eso dicen. Lo ven como un pasatiempo al que no merece dedicarle sino un momento y punto. Su postura se apoyaría en que nadie es más consciente que ellos de la relatividad de lo que refleja cuando, como ocurre ahora, se han celebrado media docena de jornadas, que viene a ser una sexta parte del campeonato. Entre los aficionados, la perspectiva suele ser diferente, hay una tendencia a otorgarle un valor superior independientemente de cómo le vaya al equipo. Hasta figurar en mitad de la tabla a estas alturas puede convertirse en un motivo de peso, en la excusa perfecta, para darle vueltas al asunto o, por qué no, extraer conclusiones. Y si en cuestión de unas pocas semanas el panorama experimenta un cambio profundo, pues no pasa nada, simplemente el seguidor dispondrá de otras razones para enjuiciar u opinar.

Las estadísticas que aparecen en la clasificación son una parte del juego, un elemento que genera debate, ambiente, que da vidilla al fútbol mismo y a cuanto le rodea. Por supuesto, sirve asimismo de guía. Aporta información sobre el estado de cada equipo, del propio y del resto, constituye una referencia cuya fiabilidad se incrementa a medida que se van consumiendo las fechas. Los seis primeros partidos deberían tomarse por tanto como una muestra de cuestionable fiabilidad. Pero precisamente por tratarse de los primeros dan pie al comentario, máxime si el equipo está inmerso en un período diferenciado gracias a la llegada de un nuevo técnico.

Después de haber vencido al Rayo Vallecano, el Athletic registra su mejor arranque liguero desde la anterior etapa con Ernesto Valverde en su banquillo. Antes, computadas solo cinco jornadas, ese honor correspondía a Gaizka Garitano, con quien el equipo se aupó al liderato en la campaña 2019-20 gracias a los once puntos sumados. Ahora, el saldo con Valverde supera en un punto la marca de doce que ostentaba en la sexta fecha aquel Athletic. Y esta vez, el fruto de encadenar cuatro victorias y un empate otorga derecho a ocupar plaza de Champions. Un privilegio que repite, dado que ya saboreó el cuarto puesto a finales de agosto, tras golear al Cádiz en la tercera cita.

El logro está conectado, de alguna manera, al grado de dificultad que sobre el papel entrañaba este primer tramo de competición. Mallorca, Valencia, Cádiz, Espanyol, Elche y Rayo, sin olvidar que el siguiente rival será el recién ascendido Almería, asomaban en el horizonte como ingredientes de un menú al gusto. Claro que las impresiones, por muy optimistas que sean, no aseguran un casillero repleto de puntos. Si el Athletic los tiene es porque en líneas generales ha respondido, ha sabido competir al margen de la identidad de sus oponentes.

Las palabras pronunciadas el sábado por el entrenador, a modo de balance, transmitían la convicción de que todo discurre acorde al trabajo desarrollado en Lezama: “En estos seis partidos llevamos una línea que nos gusta”. Estamos “contentos” agregó y subrayó el puesto conquistado justo en vísperas del primer paréntesis de la competición. Horas más tarde, le sonreirían varios resultados pendientes que afectaban de lleno a la cabeza de la clasificación: perdió Osasuna y empató el Villarreal. Aunque lo principal siempre radica en lo que uno hace o deja de hacer, cuando uno cumple con su parte es frecuente recibir el favor de lo ajeno.

Evolución

Mientras Valverde insiste, “no pienso en esto”, el hincha del Athletic mira y remira la clasificación. No por recrearse sin más, es que está percibiendo que el Athletic ha emprendido una evolución. Detecta síntomas de su agrado y es natural, pues obedecen a una apuesta que aparca el posibilismo de años previos y se decanta por la valentía. En este sentido, no puede tomarse por casual que haya metido doce goles, cifra que se aproxima a un tercio de los conseguidos en las últimas ediciones de liga. A esto aporta su explicación Valverde: “Es cuestión de generar”. De generar y, sin duda, de la forma de generar. Se presupone que una mayor producción ofensiva incrementa los porcentajes de acierto, sin embargo será más fácil acertar si se ponen las bases adecuadas para que el juego gane en fluidez y profundidad.

La media hora transcurrida a partir del gol de Trejo desbordó cualquier expectativa. La descarada personalidad del Rayo facilitó el vendaval de juego ofensivo, sustanciado en diez oportunidades, cinco de las cuales acabaron en la red y dos fueron anuladas por fuera de juego. Se supone que exhibiciones así son un fenómeno esporádico, pero demuestran que el equipo está en posesión de un potencial desconocido o poco explotado. Y esa debe ser la línea a la que Valverde se refiere al congratularse del rendimiento de sus hombres: es posible optimizar los recursos en ataque sin que repercuta fatalmente en la faceta defensiva. Todavía quedan por pulir diversas facetas para aspirar a un mejor funcionamiento y no será por escasez de recursos, de material humano, pero es obvio que se ha elegido un camino más apropiado para convertirse en un equipo ganador. Se nota y la gente mira a la clasificación.