Quien se precie de ser un buen conductor sabe que nunca puede dejar de mirar hacia atrás. Aunque sea obvio que los ojos del dueño del volante deben permanecer atentos a lo que haya delante, los espejos retrovisores aportan una información indispensable para llegar al destino pretendido. Minutos después de eliminar al Real Madrid, se escuchaba la siguiente reflexión a Marcelino: “Hay que ganar al Espanyol, hay que mantener la competitividad un día sí y otro también. Todos los partidos hay que jugarlos al máximo, si no tenemos muchas dificultades. No puede ser como la temporada pasada. Hay que acostumbrarse a ganar, normalmente suele ganar el que tiene el hábito de ganar”.Así despejó el entrenador la pelota que le lanzaron con el lazo de si tras el rotundo éxito de las dos últimas rondas, la Copa se convierte en el gran objetivo del curso. No olvida la experiencia vivida en sus primeros meses en el club, cuando se generó una expectativa a la que el equipo no supo corresponder. Ganador de la Supercopa y con dos finales de Copa en el horizonte, el Athletic fue incapaz de dar la talla. Al margen de su deprimente respuesta en las citas cumbre, cayó en una dinámica presidida por el signo del empate en el calendario liguero, con lo que ello comporta y que finalmente se tradujo en una décima plaza, a una docena de puntos de Europa.

En verano, el mensaje de Marcelino se centró en remarcar la imperiosa necesidad de lograr un rendimiento sostenido. Ese era el objetivo marcado para el presente ejercicio, regularidad, porque de lo contrario carece de sentido establecer metas concretas, sea Europa, Copa o Supercopa, en especial la primera y más trascendente. Lo cierto es que al equipo le ha costado satisfacer dicho deseo y es ahora, desde mediados de diciembre, que emite síntomas esperanzadores. Previamente, se tiró cuatro meses arrancando y tropezando, amagaba y se quedaba, a un buen día seguía otro flojo y en la contabilidad volvía a mandar el empate. Nueve igualadas, cuatro derrotas y cuatro victorias que pintaban un panorama incierto.

La reacción ha sido evidente. El cambio de paso empieza a materializarse en tendencia, una con visos de ser sólida. En mes y medio ha agregado tres triunfos a su casillero más un empate y solo ha sufrido un revés, ante el Madrid. Lo cual le ha permitido colocarse en la antesala de la zona noble de la clasificación. El sexto, la Real Sociedad que fue líder en otoño, le aventaja en tres puntos. En la Supercopa, una de cal y una de arena, un saldo asumible, mientras que en la Copa se ha colado en semifinales con todos los honores. Una realidad sustentada en un cambio de actitud: el equipo ha complementado su contrastada eficacia defensiva con mayor atrevimiento, un fútbol más alegre. “Cada vez estamos mejor con balón”, comentaba el jueves Marcelino. Mentira no es, desde luego. Bien que se nota y cuánto lo agradecen los jugadores. También, la afición.

Pese a que las razones para el optimismo sean tangibles, de nada servirá lo reciente si no se observa una continuidad en el comportamiento. De ahí que el técnico no pueda evitar echar un vistazo al retrovisor e insista en remachar el mismo clavo. ¿La Copa? “Queda mucho aún para la final”. El cruce con el Valencia, con la vuelta en Mestalla y esa separación de tres semanas entre los partidos, promete emociones fuertes y su grado de dificultad no es comparable a la de las rondas resueltas contra pronóstico. Será una empresa diferente, asequible sin duda, pero que exigirá dar la talla como últimamente se viene haciendo. La vitola de favorito que merecidamente se acaba de colgar el Athletic a costa de Barcelona y Madrid, por sí misma no representa una garantía.

Para el otro frente, el campeonato liguero, la consigna es idéntica. “Ganando al Espanyol estaremos más cerca de Europa”. Por supuesto, pero después del Espanyol, hay que superar al Mallorca y a la Real en San Mamés, por qué no al Barcelona en el Camp Nou. Este es el programa de febrero, con escaso margen entre los compromisos enumerados. Ir de frente para hacer de la victoria una costumbre, parafraseando a Marcelino. No existe un plan más rentable cuando, no se olvide, el Athletic todavía no ha logrado consolidar al alza su porcentaje de acierto. A fecha de hoy, su registro de goleador es el peor entre los quince primeros. Y sin marcar, escalar es imposible. De hecho, figura en novena posición siendo el que menos recibe solo por detrás del Sevilla, la sombra del líder con trece goles a favor más que los rojiblancos.

Lesión muscular. Las pruebas de imagen a las que fue sometido ayer Nico Williams confirmaron que el extremo del Athletic sufre una lesión de carácter moderado en la musculatura isquiosural de su pierna derecha. De esta manera, el menor de los Williams, que tuvo que ser sustituido en el descanso del partido ante el Real Madrid tras sentir un pinchazo al intentar un taconazo a la carrera, permanecerá en el dique seco entre cuatro y seis semanas, por lo que no estará en las semifinales de Copa.