Dijo alguien que "la derrota no es el peor de los fracasos. No intentarlo es el verdadero fracaso". Frases como la mencionada se entienden que tienen un componente reanimador cuando caes derrotado. Y también ofrece su dosis motivadora para no deprimirse y confiar en la victoria en el siguiente reto. El Athletic, por tanto, está condenado a repasar su pasado. El sábado afrontará en La Cartuja su quinta final de Copa a lo largo de este siglo XXI y será la cuarta que disputará frente al Barcelona, el equipo que le golpeó en las finalísimas de 2009, 2012 y 2015, pero al que superó en la Supercopa de 2015, consumada a doble partido, y en la del pasado 17 de enero en el mismo escenario. El conjunto azulgrana, junto a la Real Sociedad en la cita de diez días atrás y el Atlético de Madrid en 1985, han retrasado la conquista de la Copa número 25 de la entidad bilbaina, que confía en que este sábado, por fin, se haga realidad un sueño que dura 37 largos años. Esta cuarta final en el torneo del K.O. ante el Barça en los doce últimos años supone toda una reválida para el colectivo dirigido por Marcelino, pero también sirve para recordar las ilusiones, las expectativas y las posteriores decepciones vividas en las tres anteriores.

13 de mayo de 2009La locura de vivir una final 24 años después

Los más jóvenes, o los menos mayores, no han conocido la gloria que supone conquistar la Copa para un club como el Athletic, arraigado históricamente a esta competición. El 5 de mayo de 1984 Dani alzó el trofeo después de que el equipo de Javi Clemente tumbara al Barcelona de Diego Armando Maradona en el Santiago Bernabéu gracias al solitario tanto de Endika Guarrotxena. Un año después, los leones se quedaron con las ganas de reeditar el título al caer en la final ante el Atlético de Madrid de Hugo Sánchez. Tuvo que pasar casi un cuarto de siglo, 24 años, para que el Athletic jugara una nueva final. El 13 de mayo de 2009 supuso un antes y un después. Joaquín Caparrós metió a los rojiblancos en una final después de tan extensa espera y la locura se desató en Bilbao, en Bizkaia y en otros muchos rincones. La euforia llegó a extremos solo comprensibles en clave Athletic y la vorágine se extendió a los medios de comunicación, decididos a responder a la pasión athleticzale que se generó. Valencia y Mestalla se prepararon para recibir a la marea rojiblanca, que superó en número todas las previsiones manejadas. Fueron decenas de miles los seguidores que se desplazaron a la ciudad levantina y, de ellos, varios miles lo hicieron sin entrada y con el consuelo de vivir la final en el terreno. Fue un momentazo profesional. El domingo previo a la final, los de Caparrós, que el día anterior cerraron la permanencia en Primera tras vencer al Betis con la unidad B, entrenaron en el viejo San Mamés ante la presencia de muchos miles de aficionados, la mayoría jóvenes, para emprender vuelo por la tarde al resort La Calderona, donde se concentraron los leones. La polémica del reparto y sorteo de entradas para Mestalla ya estaba liada y tuvo su punto más caliente con unas declaraciones de Fermín Palomar, el vicepresidente de Fernando García Macua, el mismo día de la final en las que criticaba matices de esa distribución. El ambiente en Valencia fue espectacular, con el Athletic Hiria en la que no cabía ni un alma más, la emisión de las monedas athletic, los hosteleros haciendo caja (un pintxo de tortilla lo llegaron a cobrar a cinco euros), el recibimiento al equipo en el exterior de Mestalla puso los pelos de punta€ Como cuando Gaizka Toquero, el lehendakari, adelantó al Athletic a los ocho minutos de juego. Fueron instantes de esplendor. Hasta que el Barça de Guardiola sacó la guadaña (1-4).

25 de mayo de 2012El rostro desencajado y de la derrota de Bielsa

Tres años después, el Athletic regresó a la final de Copa con el Barça de nuevo como rival. La cita tuvo lugar en el Vicente Calderón el 25 de mayo de 2012, un viernes. El conjunto dirigido entonces por Marcelo Bielsa llegó a la cita tocado por el fiasco sufrido dos semanas antes en la final de Europa League frente al Atlético de Madrid cuando partía como favorito en Bucarest. Ese jarro de agua fría, con todo, no rebajó la ilusión de la afición, que volvió a desplazarse de nuevo en masa a la capital estatal. El Athletic Hiria se instaló en la ribera del Manzanares en un día de mucho calor, unos 35 grados, que calentaron aún más el ambiente. Aquel Athletic y muchos confiaban en dar el golpe ante Guardiola, su discípulo. La expectación fue otra vez enorme y el viejo San Mamés volvió a llenarse, como ocurriera en 2009, para ver la final en las pantallas gigantes instaladas. Las gradas del Calderón ofrecía un color rojiblanco mayoritario, pero la fiesta no duró ni media hora, ya que el Barça firmó un arranque demoledor para sentenciar con el 3-0 definitivo. El rostro de Bielsa, desencajado con la mirada perdida, era todo un poema y ni siquiera consoló que el departamento de prensa culé ofreciera la posibilidad a varios profesionales de los medios vizcainos desplazados de hacerse una foto con Leo Messi ya en plena medianoche y con el Calderón prácticamente desierto.

30 de mayo de 2015El hándicap de jugar la final en la guarida del rival

El 30 de mayo de 2015 llegó la tercera oportunidad. Pero esta tampoco fue la vencida. Ernesto Valverde, en la segunda campaña de su segunda etapa en el banquillo, lideraba un proyecto también ilusionante después de haber metido al Athletic en la Champions, aunque no llegó a pasar la fase de grupos. Aquel conjunto rojiblanco tenía buena pinta, había superado duros momentos durante la campaña y parecía rehabilitado para una final que el Barça quizá ya había ganado en los despachos, cuando logró que se jugara en el Camp Nou después de que se descartara el Bernabéu (en obras por los famosos baños), Mestalla y La Cartuja. Sin embargo, decenas de miles de seguidores rojiblancos inundaron la Ciudad Condal en la que aún resonaban los ecos del concierto que ofreció en la víspera la banda australiana de heavy metal AC/DC en Montjüic, a escasos metros del lugar donde se ubicó la Fan Zone athleticzale y en la que se dejó ver el lehendakari Urkullu. La Rambla, la Plaça Reial, el Barrio Gótico... se convirtieron en un pequeño Bilbao e incluso el Camp Nou presentaba mayoría de athleticzales. Valverde contaba con las sensibles bajas de Muniain, lesionado de gravedad un mes antes en el Sánchez Pizjuán, y de De Marcos, sancionado; pero el cuadro culé no perdonó. A Williams, recién llegado, le quedó el sabor agridulce de marcar su primer gol en una final. Lo hizo también el pasado 17 de enero. Quizá repita el sábado. ¿Y si a la cuarta frente al Barça es la vencida?