L técnico madrileño Javier Calleja se convirtió el pasado lunes en el quinto entrenador que pasa por el Deportivo Alavés en el último año, tras Asier Garitano y Juan Ramón López Muñiz, que terminó la pasada campaña salvando la categoría por los pelos; Pablo Machín, que comenzó el presente curso al mando, pero solo duró hasta enero. Vino luego Abelardo Fernández, el salvador tres temporadas atrás, que optó por dimitir tras sumar 5 puntos de 33 posibles reconociendo que “cuando uno no es la solución forma parte del problema”. Y ahora está Calleja, que aterrizó muy ufano. A la intemperancia habitual de Josean Querejeta, el dueño del club, se une esta vez una poderosa razón para ser implacable. El Glorioso, el equipo está colista y sobre Mendizorrotza las campanas tañen a funeral.

Aunque los clubes suelen celebrar por todo lo alto una cifra tan redonda, el Alavés tiene todas las razones del mundo para maldecir la efeméride. Sucede que en tan poco tiempo difícilmente pueden ocurrir tantas cosas y que todas sean malas.

El acontecimiento llega en medio de una pandemia, que ha dejado al equipo sin el calor de su fogosa hinchada y quebrantado la economía del club albiazul. Desde que Josean Querejeta asumió el control del Alavés, configurando en 2014 junto al equipo de baloncesto que ya gestionaba con anterioridad el Baskonia-Alavés Group, jamás había tenido pérdidas en el balance económico. Sin embargo el último consejo de administración, celebrado el pasado diciembre, aprobó un presupuesto de 64,6 millones de euros, tras unas pérdidas de tres millones de euros, en sintonía con el resto de los clubes profesionales.

Por si fuera poco, la maldita casualidad quiso que justo el día en el que se celebraban el siglo de la fundación, el 23 de enero de 1921 como Sport Friend’s Club, le tocara jugar en Mendizorrotza con el Real Madrid. El equipo blanco estaba en plena crisis de resultados, pero no se le notó nada. La paliza al Alavés fue soberana (1-4), una rotunda cifra labrada a fuego en los legajos históricos del Glorioso.

Los actos

Aquel agridulce día de enero el Alavés puso en Mendizorrotza para la ocasión un marcador vintage como uno más de los actos conmemorativos del Centenario. Era el marcador de Donato, en memoria Donato Díaz Villaluenga, el hombre que colocaba manualmente los goles desde la campaña 1945-46 hasta la llegada al estadio de los electrónicos.

El legendario Javier Berasaluce, portero del Alavés y del Real Madrid de las cinco Copas de Europa, hizo el saque de honor a sus 90 años; la empresa de naipes Heraclio Fournier sacó una baraja con 40 futbolistas señeros del Alavés, se presentó un libro sobre el club escrito por Santiago de Pablo y Mikel Izal cantó el himno del Centenario que él mismo había compuesto. Luego, Casemiro, Benzema (2) y Eden Hazard completaron otra sinfonía, una especie de réquiem.

En esa jornada, la número 20, el Alavés bajó a la penúltima posición y cayó por vez primera en lo que iba de temporada en puestos de descenso. Diez partidos después el equipo gasteiztarra está perfectamente instalado en la última posición, y a sus parroquianos se les hiela el alma viendo tan de cerca el espectro del descenso. Para colmo, el jugador que llegó con la vitola de estrella, el que más cobra, el delantero gallego Lucas Pérez, salió rana. El Pitu Abelardo dijo que “Lucas me ha faltado el respeto a mí y a sus compañeros”, para justificar el hecho de ni siquiera convocarle mientras el equipo se desmoronaba. Se trata, al parecer, de un problema personal, en el que también está involucrado Ely y que ha dividido al vestuario.

A todo esto Sergio Fernández, director deportivo del Alavés y responsable de los fichajes, tuvo el coraje de decir el martes, durante la presentación de Calleja, que el equipo “en este momento no ha fracasado”. ¿Acaso se puede estar peor?

La hipótesis del descenso, además de emponzoñar el Centenario, puede ser un duro golpe para la economía del club, que alcanzaría al Baskonia. Desde 2016 el Alavés destina el 4% de su presupuesto al equipo de baloncesto, que también sufriría el quebrando de una economía de Segunda. Querejeta tomó las riendas del club en 2011 en Segunda B, lo llevó a Primera y lo tiene saneado. De Calleja depende ahora evitar la involución del ciclo.

En un año, por el Alavés han pasado hasta cinco técnicos. La apuesta desesperada del implacable Querejeta es Calleja, que debuta en Bilbao

Sin el calor de la hinchada la sensación de tristeza aún es mayor. Y para colmo hasta el jugador ‘estrella’, Lucas Pérez, le ha salido rana al ‘Glorioso’