A línea descendente que ha descrito el Athletic en sus últimas actuaciones tiene su reflejo en los marcadores y guarda una relación directa con determinadas aportaciones de los jugadores. Aunque el fútbol se analiza y se prepara como un juego colectivo, no cabe duda de que descansa en las individualidades. Todas suman y todas restan, pero suele ser habitual que sobre algunas recaiga una mayor cuota de responsabilidad, pues no en vano se les adjudica un papel protagonista. En teoría, y normalmente en la práctica, quien goza de la condición de titular lo hace refrendado por su calidad. Hablamos de piezas sobre las que descansa la estructura y, en el caso de quienes ocupan demarcaciones de ataque, gente que marca diferencias e incide en la cuenta goleadora.

El paulatino retroceso que ha experimentado el comportamiento del equipo es algo asumido en el entorno y reconocido por sus integrantes, con el entrenador a la cabeza. Pero no existe un consenso a la hora de señalar las causas. Se parte de que son diversas, aunque se antoja lógico mencionar en primer lugar la carga de partidos y de tensión que el Athletic ha ido acumulando durante la temporada.

Por acotar, desde enero el calendario ha sido particularmente denso y ha acogido una larga serie de citas comprometidas por el hecho de disputarse bajo el sistema de eliminatoria, tanto en la Supercopa como en la Copa. Esta clase de encuentros suele pasar factura si, como ha ocurrido, se logra la clasificación para la final. Aspirar a títulos lleva aparejado un desgaste superior. En este contexto, sostener el nivel competitivo se convierte en una empresa complicada en el medio y largo plazo.

Este sería sin duda el principal motivo de que el Athletic de hoy no sea el grupo pujante de enero y parte de febrero. El sobreesfuerzo, mental y físico, se nota y quizá tampoco la expectativa generada por la celebración inminente de dos finales haya ayudado por la carga de ansiedad que supone. Se barajan otro tipo de argumentos para entender la pérdida de efectividad de la propuesta de Marcelino, quien por su parte ha intentado dosificar a la plantilla, con un reparto de minutos apreciable que se detalló recientemente en estas páginas.

Vinculado a la reflexión anterior estaría el hecho de que ningún equipo logra un índice de regularidad perdurable a lo largo de una campaña. Los altibajos son un factor del que nadie se libra y con el Athletic de Marcelino sucede que, atendiendo a esta realidad, el extraordinario estado de forma que exhibió a principios de 2021 se ha ido difuminando hasta desembocar en una respuesta menos convincente que repercute en los marcadores obtenidos desde que disputó la semifinal copera con el Levante, ronda que ya tuvo un desarrollo más igualado o incierto del previsible.

El comportamiento general del Athletic en la etapa de Marcelino se puede estudiar a través del seguimiento de uno o varios jugadores de los que suelen acaparar los focos. Acaso quien mejor representa las oscilaciones habidas, los picos altos y bajos, sea Raúl García. La temporada pasada optó por derecho a figurar como uno de los valores más sólidos de la plantilla. Junto a Iñigo Martínez y Williams lideró el capítulo de titularidades (40), fue el tercero en minutos de competición (3.493) y redondeó su tarjeta con quince goles, cinco más que el siguiente, que fue Williams.

Datos significativos y en sintonía con los de años precedentes. Así las cosas, su condición de fijo no admitía discusión en el arranque del presente ejercicio. Con Gaizka Garitano pero no estuvo fino, lo prueba que no estrenase su cuenta goleadora. Pasó al banquillo en noviembre, el día que el Betis fue vapuleado en San Mamés. El técnico vizcaino se jugaba el puesto y optó por otros hombres. Raúl García necesitó cuatro partidos más para recuperar la titularidad, que volvió a alternar con la suplencia. Siguió sin lucir hasta que Marcelino tomó las riendas y le ubicó como pareja de Williams en punta. De repente, el navarro resucitó y volvió a erigirse en ese elemento que no conforme con martillear a las defensas rivales decide con su instinto rematador. En menos de un mes adecentó sus estadísticas con seis goles, a los que añadió un par más, de penalti en la frontera entre febrero y marzo.

El contraste es muy llamativo: marcó en una ocasión en los dieciséis encuentros con Garitano y ha firmado ocho tantos en los diecisiete con Marcelino. El último, también de penalti, data del 4 de marzo, fecha en que se jugó la vuelta de la semifinal. No ha visto portería en las cuatro citas posteriores, donde ha dado una versión bastante discreta, lo que en Balaídos, por ejemplo, se tradujo en su sustitución en el descanso. El itinerario de Raúl García con el actual técnico guarda similitudes con los del resto de asiduos en el ataque, que asimismo explotaron en enero (Williams y Muniain) o algo más tarde (Berenguer) y luego se han apagado.

el contrato

En los meses que van de verano a navidades, se insistió en asociar sus flojas actuaciones a la renovación pendiente del contrato que concluía el próximo junio. Pese a que todo indicaba que ambas partes, futbolista y club, estaban interesados en lograr un acuerdo, el tiempo fue discurriendo sin que se produjese el consenso. Los frecuentes rumores no cristalizaron, mientras no dejaban de desfilar por Ibaigane compañeros para rubricar la prolongación de su estancia en el Athletic. Los mal pensados vieron cómo su teoría perdía sentido en enero: Raúl García brillaba y su futuro aún estaba por aclararse.

Por fin el 24 de febrero se escenificaba el tan esperado apretón de manos con Aitor Elizegi. Desde luego fue una operación extraña en todos sus detalles. De una parte porque todos los medios de comunicación de la provincia se adelantaron al anuncio del propio Athletic, en la enésima muestra del surrealista funcionamiento interno del club. Aunque lo más curioso sea que Raúl García, que en julio cumplirá 35 años, ampliaba su relación por dos años, cuando en la negociación anterior únicamente se le había ofrecido uno.

unai nuñez sigue sin entrenarTIENE UNA ARTRITIS EN UN DEDO DEL PIE DERECHO

La Real Sociedad recupera efectivos. Por tercer día consecutivo, Unai Nuñez no se pudo ejercitar ayer con el resto de sus compañeros sobre el césped de Lezama. El central, según indicaron los servicios médicos del Athletic, sufre una "artritis traumática en la quinta articulación metatarsofalángica del pie derecho", lo que le está impidiendo participar en condiciones normales en los entrenamientos. Una dolencia que no parece que le vaya a impedir estar entre los disponibles de Marcelino García Toral para la final. La Real Sociedad, por su parte, regresó al trabajo tras dos jornadas de descanso. Imanol Alguacil pudo contar con con David Silva y Joseba Zaldua, que parecen recuperados de sus problemas físicos.

Su balance es llamativo: un gol en dieciséis partidos con el técnico vizcaino y ocho en diecisiete con el asturiano