ENTRO de la tremenda presión por parte de Athletic y Atlético de Madrid, en un contexto de rigor táctico, de solidez defensiva, apareció un jugador capaz de, con su movilidad, descoser al conjunto colchonero. Fue Iñaki Williams. El delantero del conjunto bilbaino trazó desmarques que abrieron pasillos para recibir pases y propiciar algunas de las mejores jugadas de ataque protagonizadas por la tropa de Marcelino García Toral. De hecho, de sus botas nació el gol de Iker Muniain.

El Williams del miércoles fue una versión optimizada de aquel Williams al que su endiablada velocidad en ocasiones le jugaba malas pasadas. Le llevaba a precipitarse en sus acciones, a tomar decisiones erróneas. Jugaba demasiado acelerado. Sin templanza. Y como ya se sabe, la potencia sin control no sirve de nada. Cierto es que la propuesta de Marcelino es imprimir un ritmo vertiginoso al juego, una verticalidad radical que encuentra en Williams a una punta de lanza con su velocidad y sus búsquedas de espacios. Si bien, a veces es necesario el sosiego para prolongar las posesiones y así poder reorganizarse y descansar con balón. En el fútbol, como en la vida, el equilibrio suele ser una virtud.

El miércoles el delantero del Athletic. Compaginó su rapidez y dinamismo con la serenidad en un duelo que exigía de sus intervenciones, como jugador más adelantado, para aportar descanso y oxígeno a los leones, que completaron un excelso trabajo de presión; en el primer acto, maniataron al rival. Williams supo aguantar el balón cuando la situación lo requería. Tocó de cara hacia sus compañeros, con criterio, aprendiendo de su maestro Raúl García. El atacante también rompió líneas y abrió en canal a la defensa colchonera, pródiga en su capacidad de secar a los rivales. Williams fue un quebradero de cabeza para Savic y Felipe, los hombres más estáticos del equipo de Diego Simeone.

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El miércoles los papeles se intercambiaron. Muniain, a pesar de ser ayer miércoles el jugador más creativo en el ataque del Athletic, hizo de goleador y Williams ejerció de asistente. Primero Williams lanzó un desmarque escorándose hacia el flanco derecho. Óscar de Marcos leyó el movimiento y aprovechó el pasillo creado por Williams a su espalda para completar el pase. El delantero realizó un control orientado excelente, buscó la línea de fondo y envió su asistencia al corazón del área de Jan Oblak, donde apareció Muniain desde la segunda línea para rematar en solitario. El Athletic hacía valer sus buenos minutos con un gol ideado por Williams. Su demarque de ruptura y su pase decidieron.Unos minutos más tarde, Williams repitió movimiento. Se dejó caer hacia la banda derecha, recibió y puso un nuevo balón a la zona del punto de penalti. Un calco de la jugada del gol. Si bien, esta vez Muniain no encontró el remate. Más tarde, Williams dejó un buen balón de cara para Raúl García. El delantero bilbaino formaba parte de prácticamente todas las jugadas de ataque.

El gol de Llorente al filo del descanso y el de Luis Suárez desde el punto de penalti al poco de reanudarse el encuentro cambiaron el rostro del partido. En la primera mitad el Athletic no generó demasiadas ocasiones, pero suficientes para marcar. En la segunda mitad el Atlético ganó fiabilidad defensiva. Recuperó esa inexpugnabilidad que le ha dado fama y reconocimiento internacional, y que le permite liderar LaLiga Santander. Williams, como el ataque bilbaino en general, se difuminó. Apareció una mejor versión del cuadro de Simeone. Surgió el equipo impermeable.

Williams, no obstante, no bajó los brazos. Fue encomiable verle bajar a defender a la altura del área de Unai Simón en el minuto 84, tratando de cortar un contragolpe colchonero, después de haberse hartado de lanzar diagonales, de caer a una y otra banda tratando de dar opciones de pase a sus compañeros. Abarcó campo como ningún otro león. A pesar de ello, no fue suficiente para evitar la derrota, la tercera desde el aterrizaje de Marcelino en Bilbao. Si bien, se vio a un Williams dotado de mayor madurez, inteligente, peligroso y acertado en la toma de decisiones. Es una pieza clave en el esquema de Marcelino, en ese fútbol de vértigo que propone el asturiano y que permite explotar las prestaciones del delantero. Con actuaciones como la de ayer, Williams seguirá aportando mucho, aunque no sea en forma de gol.