La postura inmovilista que mantiene la directiva de Aitor Elizegi no hace sino engrosar la legión de detractores. Ante la errática trayectoria del equipo, en la calle cada día que pasa cuesta más entender el silencio institucional. Su reacción tras la inapelable derrota ante el Celta se sustanció en una reunión informal en el propio estadio. Varios asistentes, no todos, volvieron a inclinarse por la destitución de Gaizka Garitano. El presidente enfrió los ánimos del sector de la Junta Directiva más molesto con la valoración del partido realizada por el entrenador con el argumento de que no era el momento de abordar una iniciativa de semejante calado. No lo era el viernes, pero al parecer, transcurridas 48 horas, se lo piensan mejor y vuelven a considerar el recurso del ultimátum. O sea, perder en Mestalla equivale a prescindir de Garitano. Idéntico planteamiento al que estuvo vigente antes de jugar contra el Sevilla y el Betis. Un sainete, en toda regla.

En vez de actuar cuando el panorama estaba más despejado, la directiva ha permitido que el equipo se instale en una inercia de bandazos, agudizada en los meses recientes, que hoy sitúa a los inquilinos de Ibaigane en una posición incomodísima. Solo la falta de previsión, que es como decir de criterio, explica este paulatino deterioro que los responsables de la entidad no saben cómo atajar. La gestión de Elizegi se ha basado en poner una vela a dios y otra al diablo en la confianza de que con el discurrir de las semanas se registrase una mejoría en los resultados. Callar y esperar acontecimientos. Una política que en la práctica ha otorgado un crédito ilimitado a Garitano, quien ha seguido funcionando como él estima oportuno. La prueba concluyente de ello serían los múltiples balones fuera que el técnico lleva echando desde el curso anterior ante la prensa. Una serie de reflexiones y recados que han dejado pasmada a la afición. Mensajes que por sí solos constituyen un motivo de peso para abrirle la puerta.

La consecuencia de la inacción de Ibaigane, este dejar que el agua corra en la esperanza de que la mediocridad generalizada que se observa en el campeonato disimule las deficiencias propias, denota una increíble falta de visión. Lógicamente, la nula voluntad de Elizegi y su Junta de asumir las competencias que les corresponden no ha hecho sino embarrar más y más el terreno, condicionando la vida del club. De ahí que a veinte días de la celebración de la Asamblea y tras elaborar unas cuentas mal explicadas, con porcentajes y demás recursos contables diseñados con el comodín de la pandemia, cambiar de entrenador implique un lujo excesivo para Elizegi.

Ya se parte de que los números van cogidos con pinzas, pues la entidad reconoce 30 millones menos de ingresos (sin citar los 20 tomados de la famosa provisión heredada de la anterior directiva), como para que de repente haya que rehacer el presupuesto correspondiente a la campaña en curso, 2020-21, que es donde deberían constar los ocho o diez millones a invertir en la llegada de un nuevo entrenador. Al margen del engorro de modificar la documentación a remitir a los dueños del club, ¿de dónde saldrá el dinero para cubrir ese gasto extra?

Se trata de un escenario delicado y, como se ha apuntado, evitable solo en el supuesto de que el equipo salve el escollo de un calendario de vértigo. A partir del próximo sábado, son siete compromisos encajonados en menos de un mes, con los siguientes oponentes: Valencia, Madrid, Huesca, Villarreal, Real, Elche y Barcelona. Los cuatro primeros se disputan antes de la Asamblea. Si no levanta el vuelo, para el día 27 podría el equipo verse abajo en la tabla, lo que sin duda afectaría al famoso encuentro telemático con el socio.

Una cosa es camuflarse en mitad de la clasificación, otra bien distinta codearse con los que pelean por la permanencia. En esta hipótesis, la directiva se queda sin una de las bazas a las que se ha aferrado para no mover pieza en el banquillo. Sin ir más lejos, el viernes los partidarios de aguantar valoraban que el equipo acababa de acariciar la posibilidad de colarse en plaza continental de haber vencido al Betis y de que los efectos del revés apenas se notan gracias a la concentración de rivales en un pañuelo de pocos puntos. Disputada la jornada es cierto que aunque el descenso se halla a dos puntos, Europa está a tres.

Un consuelo de discutible fuste cuando lo primordial en la presente tesitura sería analizar rendimientos, imagen y actitudes dentro de casa en vez de buscar amparo en las vicisitudes ajenas. Pero esta es la mentalidad que inspira el mandato de Elizegi, que si puede quejarse del perjuicio ocasionado por el virus, también alberga motivos para estarle muy agradecido al bicho. Al fin y al cabo, la línea posibilista (resultadista) a que se ha abonado carecería de recorrido, hubiese sido inviable, si tuviese que hacer frente al sentir del cuerpo social.

La parálisis permanente que marca la gestión de Ibaigane en el área deportiva sería insostenible con 40.000 almas en San Mamés. Pero el campo está cerrado desde marzo. Encima, la directiva ni siquiera va a verse en el trance de compartir espacio con los compromisarios el 27. Los pronunciamientos en redes sociales, por muy vehementes que sean, son relativamente llevaderos, nada que ver con asistir en directo a una pañolada o ser testigo de una bronca de las gradas, máxime si va dirigida al palco. En este sentido añadir algo obvio: mientras la directiva ha estado esquivando sus obligaciones, se protegía tras la figura de Garitano, el saco de los golpes.