Ahora que el Athletic oposita a la Europa League con puntos contantes y sonantes, que ya no solo es el deseo lo que le impulsa porque el trabajo le está cundiendo y cada jornada su imagen resulta más convincente, recibe al líder. Sobre el papel, no hay partido más complicado que el que este mediodía acoge San Mamés, lo subrayó ayer Gaizka Garitano apoyándose en datos objetivos. La tarjeta de presentación del rival impone, pero no es menos cierto que también puede y debe ser el partido más difícil para un Real Madrid que, conviene recordarlo, todavía no se ha cruzado con un enemigo seguro de sí mismo como es el actual Athletic. Está por ver si los blancos logran mantener el paso que vienen marcando a costa de las debilidades ajenas teniendo enfrente un grupo crecido y que suele beneficiarse de la singular excitación que produce la disputa del clásico.

Es verdad que el Madrid no ha concedido absolutamente nada en estas tres saturadas semanas o que Courtois únicamente ha recibido dos goles, tampoco es mentira que gracias a lo anterior ha superado el codo a codo con el Barcelona, el único que podía hacerle sombra, y que en el esprint final por el título pelea en solitario, contra sí mismo si se permite expresarlo así. La clave radica en que el Athletic le haga ver que no, que esto último no se ajusta a la realidad porque hoy afronta noventa minutos de máxima exigencia, un combate donde incluso exprimirse a fondo no le asegura la victoria.

Pese a que nos estemos acostumbrando a las gradas vacías, qué remedio, si hay que lamentar que haya un partido concreto a puerta cerrada en Bilbao, es este. La visita del Madrid no admite comparación. Es fácil imaginar la temperatura ambiental que generaría y el amparo que sentirían los futbolistas en su intento por conquistar la victoria más apreciada, la que mayor satisfacción reparte entre la afición. Con esta idea de fondo y, por supuesto, el aliciente clasificatorio, el Athletic saltará dispuesto a desplegar unas bazas que cuesta contrarrestar.

hay un plan

No jugarán los de Garitano con la ambición desnuda, detrás hay un plan que les convierte en un conjunto tremendamente incómodo. El poderío físico, la agresividad y una generosidad a prueba de bomba se complementan con una enorme solvencia en la contención y un repertorio en ataque que no destaca por su variedad, aunque es perfectamente válido para causar problemas, sobre todo en esas fases en que las revoluciones de su fútbol se disparan.

Hay un plan y una certeza que se ha ido construyendo en las jornadas previas, a medida que la plantilla, no solo los titulares más reconocibles, se entonaba. A estas alturas, se diría que se lo han creído. Lo del miércoles en Mestalla no es fruto de la casualidad. Las miserias del Valencia, por sí solas, no explican el comportamiento que ofreció el Athletic, que gobernó la contienda de principio a fin con una autoridad que no es nueva, pero que cuando asoma se alterna con tramos donde tiende a dudar de sus fuerzas o adopta actitudes que casan mal con el perfil de la mayoría de sus componentes. Fue un triunfo cimentado en la constancia y el atrevimiento, de esos que apuntalan la autoestima y empujan a insistir.

Los jugadores tuvieron que disfrutar como pocas veces mientras la pelota rodaba, hasta que el árbitro señaló el final, luego habrán repasado las imágenes, rememorado situaciones personales y colectivas. Y tan sugestiva experiencia tuvo lugar en vísperas de verse las caras con el Madrid, nada más y nada menos. La semana se les habrá pasado volando. Al día siguiente, repantigados en el sofá, seguirían con atención el encuentro de los de Zidane, vieron lo que les tocó padecer por la pegajosidad y el empuje del Getafe, que les mantuvo a raya y finalmente cedió porque los penaltis se pitan fácil en un área y no en la otra.

Ahora les llega su turno. El momento de volver a poner a prueba la fiabilidad de un líder al que le disgusta verse presionado, sin el segundo que necesita para exhibir su calidad, sin el metro para realizar el control, girarse y superar una línea. El estilo de encuentro que desagrada al Madrid es el que el Athletic está en condiciones de desarrollar. Sus opciones de puntuar, como ocurrió en diciembre en el Santiago Bernabéu, se multiplican en caso de que lo lleve a la práctica. Y por qué no de ganar. El día se antoja propicio. Quizás sea eso exactamente lo que ayer indujese a Garitano, poco dado a las alegrías, a aludir reiteradamente a su espíritu optimista.