ON las 11.40 horas en Bilbao. A poco más de dos horas del regreso del fútbol a San Mamés brillaba el sol en la capital vizcaina. Los leones regresaban a La Catedral, pero lo hacían sin el aliento de la parroquia rojiblanca en las gradas. Hace unos meses nadie hubiera esperado que los aledaños del coliseo rojiblanco estuvieran casi desiertos antes de un Athletic-Atlético. Esta vez, tocaba animar desde casa y en los bares, eso sí, siguiendo todos los protocolos sanitarios.

“Vamos a ver el partido por la zona, esperamos ganar”, contaba María Ángeles a unos metros del estadio. “Entrar en Europa es esencial”, respondía su marido Baudí, vestido con camiseta y mascarilla del Athletic. Ambos coincidieron en señalar en que los pupilos de Gaizka Garitano pero ambos intentaron animar desde la distancia en este atípico final de liga. “¡Aupa Athletic!”, exclamaron.

Jorge, Jon y Martín, apoyando al Athletic

Jorge, Jon y Martín, apoyando al Athletic

Jorge, Jon y Martín, apoyando al Athletic

A poco más de una hora del pitido inicial, llegaron los jugadores del Athletic separados en dos autobuses. Fueron recibidos con aplausos por unos pocos aficionados que se acercaron a la explanada. La Policía Municipal había solicitado en la víspera que se evitaran aglomeraciones. Y así fue. Algo que la propia institución agradeció tras el encuentro en las redes sociales. Sin multitudes pero con muchas ganas de fútbol encaró la afición del Athletic el reinicio liguero. La nueva normalidad había llegado a San Mamés.

“Llevamos mucho tiempo esperando este momento”, contaba un joven athleticzale antes de buscar un bar en Pozas para ver el partido con su cuadrilla. No fue sencillo. Con algunos establecimientos cerrados, sin televisiones en las terrazas y con las medidas de seguridad necesarias, algunos aficionados pudieron juntarse para ver el encuentro en compañía. El ambiente en Bilbao no fue el mismo. No hubo aglomeraciones en las calles más próximas a San Mamés, pero de corazón toda la hinchada estuvo con su equipo y con jugadores. En el ecuador del primer tiempo no lo veían tan claro todos. Un disparo de Carrasco desde dentro del área provocó el suspiro de un seguidor que estaba siguiendo el encuentro con sus amigos junto a la barra. El remate de Williams instantes después transformó los suspiros en lamentos. Unos, se frotaban las manos de los nervios, otros, en cambio, optaban por mirar fijamente a la pantalla e incluso alguno, se levantó para animar y aplaudir como si estuviera en el mismísimo San Mamés.

“¡Qué mano salvadora!”, exclamó un rojiblanco al ver incrédulo la parada de Oblak a un remate de cabeza de Yeray. El gol de Muniain hizo estallar de júbilo a Pozas pero poco duró la alegría. Diego Costa puso rápidamente las tablas en el marcador. Con el 1-1 al descanso, algunos vaticinaban una segunda parte trabada. A pesar de las ganas que había de fútbol, Pozas no tenía la misma cara que meses atrás. Con grupos reducidos de personas y medidas sanitarias, Yeray, un camarero de un bar de la emblemática calle bilbaina, admitió que esperaba “más gente en los bares”, pero de momento, la cautela ejerció de protagonista.

El Athletic y el fútbol volvieron, pero las circunstancias obligaron a la hinchada a adaptarse a la nueva realidad. El empate final no dejó satisfecho a todo el mundo. Eso sí, los leones volvieron a rugir tres meses después.

La Policía Municipal agradeció que los aficionados evitaran las aglomeraciones en un día de partido a medio gas en los bares de San Mamés