Uno de los vicios más comunes en el análisis prepartido consiste en establecer una relación directa entre los resultados más recientes y las probabilidades de cada contendiente. Del historial de enfrentamientos correspondiente a un número de temporadas, a gusto del consumidor, sale una previsión cuyo valor es muy relativo. Pasa con la inmensa mayoría de las estadísticas: se utilizan como referencia y poseen fecha de caducidad. Según sostienen entrenadores y técnicos, especialmente si son de signo adverso, están para romperse y caen. Tarde o temprano.

Ello no quita para que marquen tendencia durante un tiempo. Es el caso en los enfrentamientos del Athletic con el Atlético de Madrid. El 9 de mayo de 2012 es el punto de partida de una era de dominio colchonero que perdura hasta la fecha. La final de la Copa de la UEFA que reunió a dos técnicos argentinos, Marcelo Bielsa y Diego Pablo Simeone, supone un antes y un después. Ambos se estrenaron en sus equipos esa campaña, el más joven mediada la misma, y la cita de Bucarest sirvió para orientar de modo dispar sus destinos. El contundente 3-0 impactó de lleno en la línea de flotación del alucinante proyecto del rosarino y puso las bases del idilio eterno del bonaerense con la entidad que defendió como futbolista.

La inercia de aquel marcador inesperado ha prevalecido desde entonces. Pese a que al año siguiente en San Mamés, el Athletic se resarciese con tres goles, con cada cruce se ha ido abriendo un abismo cifrado en once derrotas, dos empates y un par de victorias, la citada aún con Bielsa al mando y el 2-0 que obtuvo Gaizka Garitano en marzo de 2019.

Antes de la fatídica final, el balance de muchas décadas arrojaba un saldo equilibrado. El Athletic se imponía en su campo y el Atlético hacía lo propio en el suyo. Era la tónica hasta que Simeone dio con la tecla para acumular éxitos independientemente de que se jugase aquí o allá. Es obvio que le tiene cogida la medida al Athletic, si bien no cabe hablar de un fenómeno casual u obsesivo. Lo cierto es que el Atlético ha descrito un itinerario brillante con Simeone al timón y similar suerte han corrido todos los rivales que ha encontrado a su paso en la liga española.

menos temible

Un título, dos subcampeonatos y cuatro terceros puestos, dan una idea de la pujanza que en la pasada década ha exhibido el Atlético, que asimismo puede alardear de diversas conquistas en otros frentes. Infundido del espíritu agresivo que caracterizó al Simeone jugador, ha sido un equipo inabordable, pragmático hasta la exageración, de esos que señala con gesto adusto al marcador final cuando se le reclama vistosidad. Contar con plantillas de primer nivel no ha apartado a Simeone de su senda. Ha gastado fortunas en fichajes, él mismo percibe un sueldo desorbitado, pero no se ha desviado de una concepción del juego que con el paso de los años ha ido despertando una contestación creciente.

Todo era coser y cantar -en esto también Simeone manda: dirige desde la banda la coral de El Pupas- hasta que dos temporadas atrás desde diversos sectores, algunos afines, se le empezó a reprochar tanta racanería: blindaje defensivo, cero riesgos e incontables ventajas por la mínima. Es su receta. La que le elevó a los cielos y ahora sin embargo ya no le funciona tan bien. Uno de los motivos, la marcha de varias piezas capitales, en el campo y en la caseta. Sin Gabi, Godín, Filipe o el más impredecible Griezmann, el Atlético no intimida como acostumbraba y su eficacia se ha resentido.

De lo anterior no cabe deducir que la fórmula se haya agotado. Continúa siendo un hueso, el Liverpool, vigente campeón continental, puede dar fe de ello, pero resulta significativa la sexta plaza que ocupa en liga, con ocho puntos de ventaja sobre el Athletic, completamente descartado de la pelea por el título justo cuando más han fallado Barcelona y Real Madrid. A ver el domingo.