- En pocos días se cumple un año de la anterior renovación de Gaizka Garitano, un trámite que los dirigentes del Athletic pretenden reeditar en breve, según han expresado reiteradamente. La verdad es que el anhelo de Aitor Elizegi, compartido por Rafa Alkorta, el director deportivo, viene de lejos, aunque de momento ha chocado con la voluntad del entrenador, que prefiere esperar a que el calendario de competición esté más avanzado para tratar la cuestión y presumiblemente estampar su firma. Idéntica postura mantuvo Garitano a lo largo de la pasada campaña. No tenía prisa entonces y, por lo visto, tampoco ahora. Fiel a un modo de actuar, es él quien establece los tiempos de la negociación, pero además gestiona su futuro desde una posición muy cómoda pues le avala el trabajo realizado desde que ascendiese del filial y, por si no fuera suficiente, sabe que el club ha empeñado su palabra.

Una mañana en Lezama, Garitano contó cómo había sido fulminantemente destituido en el Deportivo de A Coruña solo unos días después de que el presidente le manifestase en público su más decidido apoyo. Hizo el recordatorio al ser preguntado por unas declaraciones en las que Elizegi aseguró que le encantaba la idea de que pudiesen seguir juntos hasta el final de su mandato. El míster adornó el relato de la infeliz experiencia con una licencia cargada de ironía: "Esto funciona así". No es que estuviese dudando de la palabra de Elizegi, sencillamente quería llamar la atención sobre la volubilidad que rige los destinos en su profesión. El fútbol es un negocio donde el técnico se somete a un examen diario y el previo no suma para la nota. En definitiva, Garitano refrescaba en versión fina aquello de la monja y la puta que soltó Joaquín Caparrós ante los periodistas bilbainos.

De ahí que, en un ejercicio de prudencia, opte por dejar que el asunto se aborde en la primavera, no antes. Tampoco ahora existe razón alguna para que Garitano cuestione las intenciones de Ibaigane, pero conviene no olvidar que la vigencia del actual contrato fue cosa suya. Cabe suponer que el pasado invierno el Athletic estaba por la labor de atarle para más tiempo, sin embargo él se plantó en una temporada. Y ese fue el período acordado. Renovar año a año es un método relativamente extendido. José Luis Mendilibar es otro que prefiere esta pauta.

Se supone por lo tanto que dando por hecho que habrá fumata blanca, esta vez la duración del acuerdo será idéntica. Pero como se ha señalado, la última palabra es de Garitano. Sus interlocutores permanecen a la espera, aunque reconfortados tras lo sucedido a principios de marzo en Los Cármenes. El billete para la final de Copa se ha convertido en el argumento imbatible, el salvoconducto institucional frente a las dudas o la oposición que pudiera generar una línea de claro corte continuista.

En una campaña donde el equipo no ha conocido apuros clasificatorios desde el mismo comienzo de la competición, la posibilidad de conquistar un título se convierte en un gran impulso para la política deportiva que abanderan los actuales rectores. Claro que de haber caído en semifinales, y no faltó mucho, el escenario hoy sería muy diferente.

Verdad es que la directiva nunca condicionó la continuidad de Garitano a objetivos deportivos, pero no es menos cierto que al adoptar dicha posición estaba asumiendo un riesgo considerable. Imagínese que en liga, un poco como ocurrió la pasada campaña, se produce en el último tramo del calendario una bajada de rendimiento y el equipo se queda fuera del reparto de las plazas europeas. En esta hipótesis hubiese entrañado su complicación defender la figura del entrenador y promover su renovación. Ahora en cambio, con el caramelo de la Copa, Elizegi tiene vía libre para prolongar la relación con absoluta naturalidad, la inercia respalda su criterio.

En este sentido, solo cabe reconocer que la apuesta por Garitano ha salido redonda. Las dudas o el déficit de empatía que en distintos momentos ha asomado hacia el entrenador o sus formas de actuar, han ido perdiendo fuerza. El responsable del equipo ha demostrado que no es solo un recurso de urgencia, el clásico apagafuegos que suele estar en la recámara, alguien con temple para superar una crisis, como probó en su primer curso, y eludir holgadamente situaciones incómodas, como ha hecho en el vigente.

La Copa, pese a los agobios registrados en cada eliminatoria, le reivindica como un timonel ambicioso, inconformista y tocado por la varita de la fortuna, que también es importante. Se podrán discutir aspectos de su gestión, disentir o no entender decisiones que ha adoptado e incluso considerar que su propuesta peca de conservadurismo, pero le ampara el balance global en el año y medio que lleva en el cargo. Ofrece estabilidad, es alguien fiable y eso constituye una garantía impagable tal y como se ha puesto el fútbol de exigente. Es la convicción a la que se aferra la directiva para defender su candidatura a capa y espada.

La cuestión ahora estriba en que al saltar por los aires el calendario futbolístico y no existir previsiones válidas sobre las nuevas fechas, la renovación del míster ha entrado en un paréntesis. La víspera del último encuentro celebrado, en Valladolid, Garitano volvía a dar largas: "El trabajo se acaba en mayo y entonces los que tengan que decidir ya decidirán". Quizá sea mayo o quizá los partidos invadan junio, tradicionalmente el mes vacacional, pero sea como fuere todo apunta en principio a que Elizegi y el técnico estrecharán sus manos en Ibaigane. Como hicieron el pasado 4 de abril.