El Athletic se quitó de encima el pesado lastre que le había debilitado anímica y físicamente en los últimos tres meses gracias a un triunfo incontestable, bastante más de lo que indica el marcador. Ni la angustia que por momentos se respiró en San Mamés cuestiona la legitimidad de un triunfo sustentado en la capacidad para abstraerse de todos los condicionantes que tenía en contra. A la conocida peligrosidad del Villarreal se sumaban la psicosis arraigada en su seno por la acumulación de resultados negativos y la desmesurada presión que ejerce la cita clave de Granada, pero a todo ello supo responder el equipo de Gaizka Garitano. Ganar solucionaba de un plumazo los problemas que convergían ayer, pero ganar pasa por hacer muchas cosas bien y casi ninguna mal, de esto saben un montón unos jugadores que ayer, por fin, espantaron sus fantasmas con una lección de entereza, valentía y generosidad.

El partido tuvo ingredientes de sobra para deparar un espectáculo vertiginoso. Empezando por la cortedad del resultado, instigador ideal del sobresalto. Es algo que este Athletic lleva de serie, juegue mejor o peor le cuesta un mundo establecer un colchón de seguridad, y por ello volvió a padecer en exceso. Yendo al detalle, no cabe duda de que el penalti errado por Williams, que hubiera supuesto el 2-0 y lanzó con la pericia de un niño de seis años, añadió toneladas de incertidumbre, avivando los temores que acosan al equipo. Tampoco cabe omitir la crucial aportación de Asenjo, que retrasó la liberación colectiva del público hasta el minuto 101, que eso duró la contienda.

Hubo dos penaltis señalados y probablemente otros dos que volaron al limbo, uno en cada área, sobre Muniain en el arranque y sobre Alcácer cerca del final. Las doce tarjetas amarillas y la roja, para Calleja, aportan más información en torno al desarrollo del juego, con fricciones incontables y bastante currelo para los médicos. El árbitro acaso acertó en lo nuclear, pero a ratos anduvo perdido y nunca se mostró comprensivo con la sobreexcitación de los locales, alguno pasado de rosca. En suma, que el duelo entretenido sí que fue, pero destacó por su intensidad, en gran medida fomentada por un Athletic que obligó al Villarreal a aparcar su finura y embarcarse en una guerrilla.

Como manda la tradición, saltó el Athletic con las revoluciones muy elevadas. Tenía que evitar el acomodamiento de los amarillos, que tocasen la pelota como les gusta. Hubo fases en que el Villarreal exhibió precisión, buen gusto y verticalidad, lo que tradujo en cuatro o cinco llegadas de quitar el hipo. Por fortuna, no fue el día de Alcácer y Gerard, su premiosidad en los metros decisivos y la concentración de Simón, Yuri y Núñez favorecieron el blindaje de la portería, el primer mandamiento para subir al cielo. Pero la tónica general discurrió por los cauces que impuso el Athletic, que en absoluto se limitó a controlar la situación.

Es probable que el rasgo más destacado de los de Garitano fuese el convencimiento de que atacar no solo multiplica las opciones sino que ahorra esfuerzos en la contención. Está dicho que se volcaron en el inicio del choque, también en el de la segunda mitad, pero además volvieron a cargar cada vez que el rival dio un paso adelante. El cómputo de esas alternativas lógicas, porque en la élite el monólogo es excepcional, le otorgaron al Athletic una superioridad global indiscutible y, por desgracia, poco agradecida.

OTRO DIBUJO Y CÓRDOBA Se olía que Garitano alteraría la disposición de su once. Más complicado resultaba adivinar la elección de piezas. Y logró sorprender, especialmente por la presencia de un Córdoba aparcado desde diciembre. Bueno, pues el zurdo sacó nota, estuvo laborioso y profundo. No así Ibai, el otro extremo, que incluso malgastó la estrategia. Asimismo fue llamativo que no reservase a ninguno de sus fijos pensando en la semifinal, si se exceptúa a Williams, pues Núñez se ha desgastado menos. Es decir, afrontó lo que se antojaba una final liguera con otro dibujo, pero reiterando su apuesta por el bloque titular.

Y el personal dio la talla. Asumió la iniciativa, presionó con ganas, pisó posiciones de remate con asiduidad y aguantó el envite. Solo cedió la batuta cuando el juego se enmarañó en el primer acto. El concierto de pito y las maniobras del Villarreal para frenar la oleada local descentraron al Athletic, que quería continuidad y veía interrumpido su afán por cobrar ventaja. Duró poco el despiste, pero en los diez minutos previos al descanso se asistió a otro acoso sobre el área de Asenjo. Raúl García, cuyo régimen alimenticio sería interesante divulgar, fue la referencia de un fútbol que explotó las bandas a conciencia, más la izquierda.

El buen sabor de boca en el intermedio malamente podía colmar el apetito del equipo y, por añadidura, de la afición. El 0-0 tenía más de castigo que de bendición, más que nada porque restaba mucho tiempo, demasiado quizá para la reserva de combustible del Athletic. De ahí que no extrañase ver al equipo de nuevo volcado en la reanudación. La consigna era evidente: marcar cuanto antes, que luego el esfuerzo podía pasar su factura. Esa voluntad halló premio en el primer balón que tocó Williams, el técnico también tenía prisa. Mano de Pau y Raúl García engaña a Asenjo desde los once metros. Tremendo respiro. El equipo perseveró. Buscaba liquidar el asunto y tuvo la oportunidad. Nueva mano, más nítida que la anterior, penalti y cambio de tirador.

La jugada salió rana, los fantasmas volvieron a asomar en el espacio aéreo de La Catedral y fue entonces cuando el Villarreal apretó el acelerador. Vino el peor rato, apuros y cansancio en varios jugadores. Sin embargo, el Athletic se sobrepuso, salió del bache y reanudó su ofensiva. Asenjo se agigantó ante Iñigo, Sancet y Capa. El gol de la tranquilidad parecía imposible y aún hubo otro turno para los visitantes, si bien el Athletic, ya con cinco atrás, redujo los ocho minutos extra a pura anécdota. Los tres puntos estaban a buen recaudo.

ATHLETIC: Unai Simón; Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García, Vesga; Ibai (Min. 52, Williams), Muniain (Min. 73, Sancet), Córdoba (Min. 82, Unai Núñez); y Raúl García.

VILLARREAL: Asenjo; Rubén Peña, Albiol, Pau Torres, Alberto Moreno; Iborra (Min. 57, Anguissa), Trigueros, Cazorla (Min. 67, Chukwueze); Ontiveros (Min. 75, Moi Gómez), Gerard Moreno y Paco Alcácer.

Gol: 1-0: Min. 56; Raúl García, de penalti.

Árbitro: Medié Jiménez (Comité Catalán). Expulsó al técnico del Villarreal, Javi Calleja, en el minuto 56. Además, mostró tarjeta amarilla a los locales Yuri (Min. 21), Capa (Min. 42), el técnico Gaizka Garitano (Min. 42), Córdoba (Min. 62), Vesga (Min. 85), Raúl García (Min. 92) y Unai Núñez (Min. 93); y a los visitantes Cazorla (Min. 20), Pau Torres (Min. 55), Iborra (Min. 56), Anguissa (Min. 63), Gerard (Min. 65) y Chukwueze (Min. 77).

Incidencias: Partido correspondiente a la vigésimo sexta jornada de LaLiga Santander, disputado en el estadio de San Mamés ante 36.350 espectadores, según datos oficiales. En los prolegómenos del partido, los espectadores tributaron una cálida ovación a José Ángel Iribar con motivo de su 77 cumpleaños.