ATHLETIC: Unai Simón; Capa, Yeray, Unai Núñez, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García (Min. 84, San José), Vesga; Muniain, Raúl García (Min. 67, Aduriz) y Williams.

GRANADA: Rui Silva; Víctor Díaz, Domingos Duarte (Min. 85, Yan Eteki), Germán, Carlos Neva; Gonalons, Yangel Herrera, Antonio Puertas (Min. 46, Vallejo), Machís (Min. 71, Gil Dias); Carlos Fernández y Soldado.

Gol: 1-0: Min. 42; Muniain.

Árbitro: Hernández Hernández (Comité Las Palmas). Mostró tarjeta amarilla a los locales Dani García (Min. 16), Williams (Min. 29), Aduriz (Min. 68); y a los visitantes Víctor Díaz ( Min. 29) y Soldado (Min. 65).

Incidencias: Partido de ida de semifinales de la Copa, disputado en un San Mamés casi lleno con 48.149 espectadores, según datos oficiales. Entre ellos unos 200 seguidores del Granada.

Bilbao - Cumplió el Athletic con su parte en el primer asalto. Hizo lo que debía, buscó con denuedo y notable juego durante muchos minutos orientar a su favor la semifinal, pero el premio que obtuvo se antoja corto. Se mire como se mire, abre una gran incógnita. Será necesario esperar un mes para saber a ciencia cierta el valor real del gol de Muniain, el único que anoche subió al marcador: Mientras, no queda sino lamentar que no acertase a rentabilizar su iniciativa y una producción en ataque que le hizo acreedor a una mayor tranquilidad. Exceptuando resultados muy abultados, resulta imposible saber qué marcador es suficiente para gestionar un partido de vuelta a domicilio, pero no cuesta imaginar que el Granada viajó a casa con sus esperanzas intactas e incluso reforzadas porque se expuso a sufrir una derrota más severa.

Seguro que tras el partido la sensación del Athletic era menos optimista, aunque dicha visión quizás no sea la correcta. De momento, la única certeza dice que existe una ventaja mínima que gestionar y que el Granada necesita al menos dos goles para alterar el signo del emparejamiento. Hasta aquí las reflexiones en torno al desenlace. En lo que se refiere al partido en sí, poco o nada que reprochar al conjunto de Gaizka Garitano, quien como era previsible eligió a los mismos hombres que eliminaron al Barcelona. Formación idéntica y un planteamiento que no guardó ningún parecido. Desde el arranque compareció un Athletic decidido a imponer su ley. Tardó apenas diez minutos en situarse y poner en marcha su maquinaria, lo que le costó un par de sustos. Pero en cuanto se despojó de los nervios, funcionó a pleno rendimiento.

Williams, un incordio permanente sobre todo hasta que Diego Martínez recurrió a un tercer central, puso a prueba a Rui Silva con un derechazo cruzado que el árbitro, como tantas otras cosas, interpretó erróneamente, pues no pitó córner. Fueron sucediéndose las llegadas, los remates, uno detrás de otro, sin que el Granada supiese cómo parar el vendaval. Se asistió a uno de los mejores primeros tiempos de la temporada. El manejo de la pelota fue notable y contó con la participación de todo el mundo. Se complementó la pausa precisa en la elaboración, en el nacimiento de las combinaciones, con cambios de ritmo y enorme profundidad.

La verdad es que dio gusto ver evolucionar al Athletic como bloque, con Williams poniendo la guinda en muchas de las acciones y la pareja de medios, Dani García-Vesga, ordenando y dinamizando el tráfico con admirable soltura. El Granada estuvo al garete, ni siquiera le valió con acumular personal en torno a su área. Sin embargo, se repitió la historia que con irritante frecuencia ha penalizado las versiones más brillantes de los rojiblancos: la ausencia de instinto o puntería para plasmar los méritos contraídos. Sería injusto omitir la aportación de Rui Silva al tardío y a la postre escaso movimiento registrado en el marcador. El luso sacó no menos de cuatro remates que se colaban, pero cómo obviar el desperdicio de oportunidades nítidas en el bando local.

Al margen del nivel del fútbol, resaltar la convicción con la que el Athletic perseveró, sin dejarse vencer por el desánimo que debe causar el déficit de pericia o fortuna ya mencionado. Cuando por fin, en la enésima carrera al espacio de Williams, Muniain anotó, el campo se vino abajo. No era para menos. Y conviene detenerse en el buen criterio del asistente, que aguantó en el área las décimas de segundo que requería el lance para que el capitán empujase a la red.

De todo lo anterior tomó buena nota el técnico visitante, optando por alterar su dibujo con la entrada de Vallejo a la vuelta del descanso. El Granada lo agradeció, pudo respirar, aparcar los agobios y estirarse. También el Athletic modificó su propuesta, en el sentido de que prefirió ceder unos metros y alternar los turnos de posesión con la idea de sentenciar a la contra. El gasto invertido previamente fue un factor que tuvo su influencia en el discurrir del choque hasta su conclusión. Gasto que se suma al que el conjunto acumula desde el parón navideño. La soltura en la circulación se resintió, los errores menudearon y, para decirlo todo, el árbitro siguió haciendo gala de un criterio muy errático.

GOL ANULADO Así todo, hasta muy avanzado el segundo acto, el Athletic capitalizó el peligro con latigazos que pudieron ser letales. Un par de avisos a cargo de Williams y Capa precedieron al minuto más frustrante de la noche. Se llevaba una hora exacta cuando Capa, tras un mal control, agarró una volea de zurda que se coló mansamente tras desvío de Vallejo. El colegiado consultó el VAR e interpretó que la posición de Williams era ilegal por hallarse en la trayectoria del balón. Curiosamente ni el portero ni los defensas protestaron, pero el gol se fue al limbo. La importancia objetiva del segundo gol multiplicó el enojo de La Catedral. Aún contó Williams con una última bala, de nuevo detenida por Rui Silva y ahí se desvaneció el ahínco del Athletic.

Faltaba gas para percutir y Simón tuvo que volver a intervenir después de hora y pico ejerciendo de espectador. Sacó un chut lejano de Neva y agarró con seguridad un cabezazo venenoso de Gonalons a la salida de un córner. Fue todo. El cronómetro avanzó perezoso aunque implacable. Garitano no estimó conveniente emplear recursos que reactivasen a su desfondada tropa, cosa que no pudo hacer Aduriz. El pase a la ansiada final está en el aire, esta vez San Mamés no dictó sentencia.