Durante todo un mundo, que es más o menos lo que duran este tipo de partidos a cara o cruz, el futuro se movió en el alambre: alto para saltar la valla hacia un porvenir rosado como el revés de un naipe en caso del Elche; de púas para el Athletic, atrancado en su carencia de gol. No hubo, como acostumbra a suceder en este tipo de partidos desiguales en la partitura de salida, un pecado de soberbia. El asunto no daba más de sí. El Athletic tuerto de goles y el Elche patiacontecido a partir de los setenta minutos, sin fuerzas en una prórroga en la que rezaba para que el reloj esprintase más rápido que cualquier jugador rojiblanco. Lo hizo y el río desembocó donde parecía: en el Mar de las Incertidumbres, en una frenética tanda de penaltis.

En el calendario del fútbol chino no es éste el Año del Gol para el Athletic. Por eso escogió Garitano a su hombre más certero para romper el hielo y el infortunio y ganar ventaja. ¡Zas!, Raúl García hizo honor a la profecía y destrozó el oráculo. Falló. El Elche marcaba con la tenacidad de un tren de laminación. Y así llegó al 1-3, con el Athletic pálido como un hombre en el patíbulo y el Elche, superviviente, convencido de que se había ganado un mañana.

No es el Athletic un equipo que acostumbre a moverse en el alambre, que sepa sacar petróleo de un pozo seco. Parecía condenado. Sus dos últimos penaltis entraron entre lágrimas, llorando. Los dos del Elche, insólitos: uno sobrevoló el larguero como un sputnik, ¿el otro? Iago Herrerín se lanzó hacia el balón como si quisiera comérselo... ¡Y se lo comió! Como en una de esas salidas en falso que arruinan la final de los cien metros lisos de unos Juegos Olímpicos, Iago se adelantó en la salida. ¿Unos centímetros...? ¡No! ¡Metro y medio! Cuando Munuera Montero no dio orden de repetir ya se vio: había cambiado el viento, Herrerín se ganaba el laurel y el Athletic iba a sortear el acantilado, iba a completar la travesía sin más traspiés. Los dioses habían hablado.

Cada vez que la Copa le cita al Elche con la historia el Athletic se cruza en su camino. Tenían los ilicitanos la venganza del 69 en sus manos pero... Las ilusiones del Athletic, enredadas en el alambre, parecían hechas jirones.

Tantas veces se ha dicho esta temporada que este Athletic ficha el primero en la oficina y no se va hasta que se apaga la luz... Ya se había marchado incluso el escuadrón de la limpieza, ya se redactaba la carta de despido por falta de rentabilidad cuando el oficio se transformó en sangre fría. En los últimos cuatro penaltis, cada uno de ellos mortal de necesidad, los leones se templaron y reencontraron el camino del gol. A duras penas. A regañadientes. A la gloria de la clasificación.

El partido que estaba llamado a convertirse en un camposanto rojiblanco se salvó casi por un efecto milagroso. El Athletic se puso en pie y anduvo a última hora. Es hora de olvidar los apuros y pensar de que si fueron capaces de avanzar será difícil pararles. Al tiempo.