Bilbao - Cuando en la Liga un equipo no alcanza el objetivo por un margen mínimo de puntos, siempre es posible acudir a diferentes razones. En la última edición del campeonato, el Athletic acabó en octava posición, empatado a puntos con el séptimo, y ello le supuso quedar fuera de las plazas europeas a las que objetivamente estuvo aspirando en la fase final del calendario. A nadie se le escapa el enorme mérito que entrañó el hecho de generar la expectativa de clasificarse para la Europa League después del lamentable balance de la etapa de Eduardo Berizzo. El retraso acumulado en las catorce jornadas iniciales sería por tanto un primer argumento para explicar que el Athletic se quedase corto. Pero hay más.

Con Gaizka Garitano hubo una reacción fulminante que sirvió para enderezar el rumbo, alejarse del peligro y presentarse a la disputa de los partidos decisivos con serias opciones de figurar en el cuadro de honor. El Athletic no dejó de remar desde diciembre y terminando marzo consiguió colocarse octavo. A mediados de abril subió un puesto y se mantuvo séptimo hasta el partido que cerraba el torneo. Podría decirse pues que la derrota en el Sánchez Pizjuán le impidió redondear el curso y no sería mentira. Con haber empatado frente a un Sevilla en precario hubiera bastado para colarse en Europa, pero resultó imposible porque el equipo no dio la medida.

Sin embargo, centrar todo el análisis en el resultado del duelo celebrado en la capital andaluza o en el infortunio de una acción puntual, aquel famoso remate al larguero de Iñigo Martínez con 1-0 en el marcador, equivale a engañarse. Lo que ocurrió esa tarde no fue un accidente, no se consideró como tal porque encajaba de lleno en una inercia. La derrota solo fue una muestra más en una tendencia y podría incluso afirmarse que hasta fue algo esperado o que al menos se contempló en las crónicas que precedieron al partido.

El éxito del Athletic de Garitano se labró en San Mamés, pero a domicilio el rendimiento dejó bastante que desear, sobre todo según avanzó la competición. Como anfitrión firmó una tarjeta casi impecable, ganó ocho de doce encuentros y no perdió ni uno. Ese impulso fue determinante en la escalada y se tradujo en 28 puntos que, sumados a los once obtenidos por Berizzo, hubiesen sido suficientes para eludir el descenso. La trayectoria fuera de Bilbao en cambio fue claramente descendente y dado que se trata de una competición que premia la regularidad, se antoja razonable concluir que ahí estuvo el auténtico talón de Aquiles del equipo.

Dejar de puntuar en las salidas condicionó negativamente sus probabilidades y a la postre fue clave. Ser octavo tal como discurrió el ejercicio en absoluto supone un fracaso, ni mucho menos, aunque puestos a desentrañar el porqué de dicha posición es obligado profundizar en el déficit de pujanza y convencimiento que acompañó al Athletic en sus últimas actuaciones como visitante.

Con Garitano se ganaron 14 puntos en campo ajeno, merced a cuatro victorias y dos empates. El balance se completó con seis derrotas y no es casual que cuatro de ellas coincidieran con las últimas jornadas. Además de la ya comentada y en orden cronológico inverso, fueron en los terrenos del Valladolid, Madrid y Getafe. En medio, estuvo el choque con el Leganés, tan deficiente en lo que al comportamiento del equipo se refiere como el resto, pero saldado con triunfo gracias a un golpe de suerte materializado en el gol en propia puerta de En Nesyri.

Por cierto, este fue el único tanto que subió al casillero propio en los últimos 450 minutos que el Athletic disputó de viaje. Un dato este que viene a corroborar el decaimiento que experimentó, traducido en un juego de perfil bajo que no le hizo acreedor a mejor suerte cada vez que hizo las maletas. De lo malo, porque la pérdida de frescura y seguridad fue paulatina y lógicamente se dejó sentir cada fin de semana, el equipo supo aferrarse al factor campo para continuar progresando en la tabla. La fiabilidad como local compensó los fiascos a domicilio a lo largo de casi dos meses, un período en que, no sin una cuantiosa dosis de optimismo, se llegó a catalogar como asequible la pelea por una plaza de Champions.

Acercar los números de los desplazamientos a los que produce San Mamés sería interesante de cara a la campaña que comienza en breve.