Bilbao - Lo más probable es que hasta que la competición eche a andar en agosto falten noticias sobre la confección de la plantilla que hagan sombra a la protagonizada por Aritz Aduriz esta semana. Estaba al caer, los indicios se agolpaban y la única duda por despejar era la fecha que oficializaría la continuidad del delantero, pero es innegable que se agradeció la imagen de la firma del contrato así como sus palabras ante la prensa. Viene bien por distintas razones que Aduriz haya querido prolongar su ya dilatada etapa en el Athletic, aunque lo normal sería que su aportación futura carezca del relieve que a todos, empezando por él mismo, nos gustaría que tuviese.

Los diversos responsables del club no han disimulado su interés en que Aduriz siga, algo que sin duda ha contribuido a rebajar el peso de las dudas, múltiples y fáciles de entender, que el jugador ha albergado a lo largo de la temporada, especialmente en los últimos meses que ha vivido condicionado por sus problemas físicos. En el fondo del planteamiento compartido por directiva, dirección deportiva y cuerpo técnico estaba la consideración que merece quien ha sido la gran estrella del período más fructífero del equipo en décadas. Nada de cuanto ha sucedido desde el verano de 2012 hubiese sido posible sin sus goles y su capacidad de arrastre del grupo.

De ahí que pronto, con mucho margen aún para deliberar, trascendiese que sería el propio Aduriz quien determinase el signo de su porvenir. Rafa Alkorta fue claro al respecto de un privilegio que no era novedoso, pero cuyo sentido cabe cuestionar atendiendo a criterios no solo deportivos. Es discutible que se conceda semejante tratamiento a un ariete de 38 años, con una rodilla tocada y sin apenas incidencia en la campaña, y peliagudo como se ha comprobado por los agravios que puede generar. En los años de plenitud de Aduriz nadie hubiera realizado esta doble reflexión (tampoco lo hizo Josu Urrutia), pero ahora el escenario era diferente.

Prueba de la complejidad de su caso, el reconocimiento por parte del veterano de que le ha dado mil vueltas a su situación, sobre todo al comprobar las dificultades experimentadas para volver a jugar con un mínimo de garantías y a un nivel aceptable, algo que por cierto no logró desde su reaparición en abril. Por ello, a fin de desembocar en el acuerdo rubricado con Aitor Elizegi, era imprescindible que al apoyo institucional se añadiese el de la persona encargada de guiar la plantilla. La postura de Gaizka Garitano se antoja clave en la resolución. Sin su rotundo visto bueno el asunto era inviable.

Garitano hace su composición de lugar, estima y lo dice abiertamente que el déficit rematador del Athletic va a persistir, lo que aconseja que Aduriz complete la nómina en ataque. Tiene a Iñaki Williams como baza principal, ha crecido y su disponibilidad es extraordinaria, de récord, pero alguna vez le tocará causar baja y entonces los únicos recambios se llamarían Kenan Kodro, una incógnita que de momento no le ha convencido, y Asier Villalibre, en otro tiempo la gran esperanza de Lezama, que viene de lucirse en el filial con 23 goles y sin contraste en la élite.

Con esa dinamita para gestionar el corto plazo, toda vez que la repesca de Fernando Llorente es tema tabú en la sala de juntas de Ibaigane, conseguir el sí de Aduriz resultaba prioritario. Habrá que ver cómo se siente en pretemporada, si recobra parte de la fortaleza que se precisa para partirse la cara con los centrales y cuál es el papel que le asigna el técnico. Dosificar su participación y evitarle un despliegue excesivo ubicándole donde se cuece el gol, son medidas que Garitano adoptará en aras a rentabilizar el oficio y el instinto que atesora un Aduriz que no bromeaba con lo de intentar jugar los 38 partidos del calendario. También sería conveniente, para él y para el resto de los delanteros, que el equipo mejorase su producción ofensiva en calidad y cantidad, tema este que requiere un desarrollo demasiado amplio para abordarlo aquí y ahora.

daño psicológico Como se ha apuntado, es probable que no haya novedades llamativas en el apartado de altas, pero además la continuidad de Aduriz beneficiaba al club también porque las bajas han tenido un impacto considerable. Después de una campaña calificable como buena a pesar de los pesares, pero que deja un regusto de decepción por su final y cierto grado de escepticismo en el entorno, el adiós del goleador hubiese tenido un efecto psicológico muy negativo, dentro y fuera.

El desfile de Markel Susaeta, Ander Iturraspe y Mikel Rico proyecta una imagen que no es precisamente constructiva. Aparte de la opinión de cada cual en torno a su valía futbolística, se diría que de golpe y porrazo el vestuario se vacía de referentes. De haberse agregado Aritz Aduriz a esta lista, dicha impresión hubiera sido de difícil asimilación. Al fin y al cabo, son los jugadores quienes nutren el sentimiento de pertenencia, capital en la centenaria historia del Athletic.