MESTALLA se resarció el jueves de los sinsabores de toda la temporada: el Valencia selló el pase a la final de la Copa, evento que le ha sido ajeno durante una década larga. Fue una noche de celebración, los jugadores recibieron el cariño de su exigente público, todos se emocionaron. Por una vez hasta Marcelino, poco dado a exteriorizar sentimientos agradables o positivos, sucumbió al influjo de la locura colectiva en la sala de prensa cuando le vino a la mente su padre. Está por ver cómo este episodio feliz afecta al partido de mañana en dicho escenario, con el Athletic delante.

La duda estriba en si la certeza de pelear por un título allá por el mes de mayo tendrá un efecto relajante entre los chés o por el contrario ejercerá de resorte ante un rival directo en la carrera por ingresar en la zona noble de la clasificación. Pero más allá de la gestión anímica del momento, conviene quizás analizar otra serie de factores a partir de la realidad que vive el Valencia. El más inmediato sería el hecho de que mientras el Athletic ha dispuesto de la semana completa para prepararse, su anfitrión acaba de invertir un esfuerzo considerable para resolver el cruce con el Betis, algo que logró gracias a su mayor efectividad en ataque, faceta en la que el cuadro andaluz volvió a suspender.

Fue competido y el cansancio resultó evidente en ambos bandos, lo que no puede extrañar al tratarse de equipos que actúan en Europa. El Valencia acumula un total de 41 encuentros oficiales desde el verano, doce más que el Athletic. La comparativa es significativa y sobre el papel favorece a los de Gaizka Garitano. Marcelino dirige una plantilla de primer orden, por calidad y amplitud, pero por algo en el mercado navideño pescó un par de refuerzos. Competir en tres frentes implica estar sometido a un calendario agotador. A este respecto, comentar que cuatro días después de enfrentarse a los rojiblancos, el Valencia recibirá al Krasnodar en el marco de la Europa League.

Se da por supuesto que este domingo la alineación valencianista presentará bastantes novedades. Semejante trajín se manifiesta en el estado de varios de los habituales (Rodrigo, Coquelin, Kondogbia?), aquejados de molestias, asimismo se percibe un déficit de frescura generalizado que las rotaciones solo logran atenuar parcialmente. El caso más ilustrativo de la situación por la que atraviesa el Valencia sería Dani Parejo, quien únicamente ha faltado en cinco citas.

El número 10 es la brújula, el hombre que marca el ritmo y al que todos buscan. A punto de la treintena, el madrileño formado en la cantera merengue ha superado etapas complicadas, vilipendiado por la grada estuvo con un pie fuera de la entidad, pero desde la llegada de Marcelino es intocable. Se ha erigido en imprescindible por su excelente lectura del juego y porque carece de un relevo específico. Si Parejo se siente cómodo, las probabilidades de Valencia crecen exponencialmente; si pierde el hilo, la estructura se resiente, no hay fluidez, ni pausa, ni criterio en las transiciones. Dando por hecho que Parejo jugará, seguro que dentro de ese plan que suele diseñar Garitano para rentabilizar el trabajo sin balón articula alguna medida para oscurecerle. No es para menos, pues este curso ostenta un acierto del 86% en el pase y ya ha ejecutado casi 2.500, una cifra elevadísima.

En fin, que no parece mal día para que este Athletic machacón visite a un Valencia que solo ha ganado tres partidos como local en liga.