Bilbao - “Es el más difícil”. Esta era la frase que a modo de consuelo utilizaban los chavales para referirse a ese cromo que siempre faltaba e impedía completar la colección. La resignación no iba sola, pues estaba muy extendida la sospecha de que la empresa editora no comercializaba el rostro de aquel dichoso futbolista a fin de asegurarse un incremento de las ventas. Durante muchas temporadas, en la plantilla del Athletic también se ha echado de menos la presencia de un futbolista concreto, uno que por los motivos que fuese no terminaba de descubrirse en el tiempo y que cuando parecía que por fin surgía o se fichaba de otro club, tenía un paso efímero por el equipo. No era porque no se intentase, en Lezama nunca se ha dejado de trabajar en la formación y promoción de un elemento de ataque con condiciones naturales para actuar por la banda izquierda y por tanto zurdo, a poder ser. Una tarea infructuosa, frustrante cabría decir a tenor de los antecedentes.
El repaso de los datos de la última década, de las dos últimas si se quiere, es elocuente y confirma que el cromo del extremo izquierdo es el más difícil de lograr en el conjunto rojiblanco, que sí ha presumido, en cambio, de futbolistas de otro perfil. Sale una lista con un montón de nombres que con mayor o menor asiduidad han ocupado dicha demarcación, con una abrumadora presencia de derechos, gente que está obligada a jugar a pie cambiado y que en principio parte con un hándicap evidente para ejercer la misión propia de un elemento de banda.
Esta circunstancia ha provocado que en el plano ofensivo el equipo habitualmente haya sido asimétrico. Esto es, ha tenido un ala derecha con futbolistas específicos de esa zona del campo, dotados para profundizar, abrir el terreno y poner centros al área rival, no así un ala izquierda donde se desarrollase una dinámica similar o equivalente.
El Athletic acumula años desplegándose con naturalidad por un lado, desde el lateral hasta la línea de fondo, mientras que no lo hace por el opuesto. La consecuencia, a todas luces, es inevitable y se plasma en una acusada tendencia a cargar el juego por la derecha. La pareja Andoni Iraola-Markel Susaeta sería el paradigma de esta realidad, en la actualidad representada por Óscar de Marcos e Iñaki Williams. En la izquierda arriba, el más asiduo desde 2010 ha sido Iker Muniain, a quien todos reconocen dotado para trazar diagonales o moverse entre líneas, donde más a gusto ejerce, y limitado para la función de extremo puro.
DE ALKIZA A LEKUE La relación en orden cronológico inverso de los jugadores que han alternado en el extremo izquierdo reúne a: Sabin Merino Lekue, Susaeta, Saborit, Williams, Ibai, Viguera e Isma López. Este, junto al lateral Saborit, es el único zurdo y solo estuvo un curso, el siguiente a la retirada de Igor Gabilondo, zurdo también, que compartió el puesto con alguno de los ya citados además de David López, De Marcos y Fran Yeste, futbolista exquisito que ejerció más de centrocampista que de estilete. Y si nos remontamos a la década anterior, están los Javi González, Dañobeitia, Joseba Etxeberria, Arriaga o Ezquerro (todos derechos), junto a Angulo, que fue un visto y no visto, o Alkiza, otro zurdo que ofreció un rendimiento óptimo una vez asentado en el círculo central.
En fin, que lo del extremo zurdo clásico es una especie que en el Athletic prácticamente desapareció con el gran Estanis Argote, que colgó las botas en 1991. Cierto es que el fútbol ha evolucionado una barbaridad en el plano táctico desde entonces; la figura del extremo puro ha perdido pujanza en los sistemas más empleados a día de hoy por los entrenadores, aunque siga habiendo equipos que mantienen esa posición en sus esquemas, si bien a menudo con jugadores a pie cambiado. En el Athletic, no se ha renunciado al extremo, en su pizarra no suele faltar uno, el de la derecha, pero la escasez de zurdos ha conducido a articular otro tipo de soluciones en la izquierda.
Hasta la fecha y tras cubrir una larga travesía por el desierto, no ha habido manera de contar con esa pieza que contribuya a completar el puzzle, esa colección de efectivos distribuidos por líneas y demarcaciones que se denomina plantilla. Sin embargo, José Ángel Ziganda, que se estrena en el cargo, cree haber dado con ella, se llama Iñigo Córdoba, tiene 20 años, procede del Bilbao Athletic y su ascenso se antoja plenamente justificado. Aún no se ha estrenado en partido oficial con los leones, si bien ha tomado parte en seis de los siete amistosos que acumula el equipo y el técnico acaba de confirmar que formará parte del grupo con el que afrontará el curso.
La decisión se intuía. De entrada porque Córdoba es un futbolista con unas características concretas que no posee ninguno de sus compañeros del primer equipo. Es el cromo que faltaba. En segundo lugar, aparte del conocimiento exhaustivo que de él tiene Ziganda, hay que referirse a la impresión que ha causado a lo largo de sus intervenciones. La más reciente, frente al Liverpool en Dublín, viene al pelo sirve para describirle: no se arruga, sabe sacrificarse sin balón, llega con asiduidad a los metros donde se fabrica el gol, encara y permanece enchufado, no desaparece. Necesita tiempo para pulir defectos, adquirir el ritmo que se estila en la elite, así como el temple que le permita elegir la opción adecuada en cada circunstancia, pero lo que ha apuntado genera una expectativa interesante. Y el entrenador parece dispuesto a concederle la oportunidad.