EL pasado miércoles se puso en marcha la fase de recepción de ofertas vinculantes para adquirir las acciones de la Fundación del Valencia C. F., máximo accionista del club, periodo que se dará por concluido el próximo 1 de abril. La que presente el mejor proyecto deportivo, social y económico se quedará con el Valencia y todos todos los demonios que esconde. Desde una deuda que alcanza los 300 millones de euros hasta el compromiso de finalizar el Nuevo Mestalla, cuyas obras llevan paralizadas desde 2009, amén de colmar las exigencias de una afición muy exigente, que aspira a ganar títulos y codearse con lo más florido del fútbol europeo.

El elegido tendrá que pasar previamente por el filtro de la Fundación VCF, el Valencia C. F., Bankia y el Instituto Valenciano de Finanzas, organismo dependiente de la Generalitat. A partir del 1 de abril, las cuatro partes deberán ponerse de acuerdo para designar por mayoría los candidatos finalistas, cuyas ofertas serán analizadas por las empresas asesoras contratadas por Bankia (KPMG) y por el Valencia (Price). El Patronato designará entonces la mejor opción en un plazo máximo de tres semanas. Es decir, antes de Semana Santa el nuevo propietario del Valencia tendrá rostro, y todo parece indicar que sus facciones serán bastante exóticas.

El Valencia, en definitiva, espera salir del intrincado laberinto en el que se encuentra a consecuencia de una nefasta gestión económica, provocada por la megalomanía de sus anteriores dirigentes, y la intervención de las instituciones, que son las que finalmente han forzado la venta del club ante la imposibilidad de hacer frente a la deuda contraída con Bankia, principal acreedor de la entidad, en un momento en el que a consecuencia de la crisis económica las instituciones ya no pueden permitirse el lujo de seguir financiando los escandalosos caprichos de clubes privados, por muy populares que sean.

Porque el 27 de marzo vence la deuda de 220 millones del Valencia con esta entidad bancaria, deuda heredada de Bancaja, aunque el club ha estado al corriente de su pago, con unos intereses anuales de 15 millones. Lo que ha forzado la venta es otro crédito. El que la Fundación tiene con el banco y que asciende a 90 millones de euros. La Fundación, máximo accionista del club con el 70% de los títulos, no tiene recursos para devolver ese préstamo, solicitado para comprar las acciones de la ampliación de capital en 2009 a la Generalitat, que a su vez es avalista de ese crédito. Y el Gobierno valenciano, que ya ha abonado 4,8 millones de intereses a Bankia, no está dispuesta a pagar los 86 restantes por razones obvias.

En consecuencia, las cuatro partes están condenadas a entenderse para facilitar la entrada de un inversor solvente que puede sacar al Valencia del laberinto, además de acabar el estadio nuevo que alza su armazón de cemento en la Avenida de les Corts Valencianes a la espera de financiación y vida.

El desafío La gestación del acuerdo no ha sido fácil, sobre todo porque Bankia pretendía sacarse el muerto de encima antes de que terminara el pasado año para cobrar la deuda, o al menos parte de la misma, sin contar con los otros tres actores. Entonces Amadeo Salvo, que estaba muy soliviantado porque la oferta del socio que a él le interesaba, Peter Lim, un magnate de Singapur, fue rechazada por los responsables de Bankia, dio un golpe de efecto.

El pasado 24 de enero, Salvo convocó una asamblea de 6.000 simpatizantes en Mestalla y declaró la guerra a Bankia. "Al señor Goirigolzarri (presidente de la entidad bancaria) quiero decirle", dijo Salvo, "que está a tiempo de rectificar para tratar al Valencia como merece una institución con millones de simpatizantes. Ahora mandamos nosotros".

La diatriba llevaba implícita la amenaza de que miles de valencianistas podrían sacar sus ahorros de la entidad bancaria en vista del mal trato dispensado por la entidad. Y en verdad que tuvo su efecto, sobre todo porque también intervino la Generalitat a través del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) que, a falta de dinero, puso en práctica su diplomacia por la cuenta que le corría.

Además, el Valencia se negaba a entregar a Bankia la documentación necesaria para que los futuros compradores del club pudieran analizar y comprobar el estado real de la entidad antes de enfrascarse en la operación.

Tras una reunión mantenida en el Patronato de la Fundación el pasado 12 de febrero se llegó a un acuerdo de consenso en el que se contemplaba que las cuatro partes tendrían «voz y voto» durante el proceso para la elección del mejor proyecto entre los que muestren su interés por el paquete accionarial de esta Fundación y garanticen la viabilidad del club.

la tormenta deportiva Pero mientras se gestionaba el futuro del club, la pelota seguía rodando, y más bien lo hacía a trompicones. Sin los dispendios económicos del pasado, el Valencia fijó el objetivo conforme a su supuesta categoría, es decir, la clasificación para la Liga de Campeones, tarea que la gerencia del club encomendó al técnico serbio Miroslav Djukic, que firmó un contrato por dos temporadas. Pero el 16 de diciembre de 2013 fue destituido tras una derrota por 3-0 ante el Atlético Madrid, cumplida la décimo sexta jornada de Liga, cuando el equipo che ocupaba la novena posición, con 20 puntos.

Le sustituyó el hispanoargentino Juan Antonio Pizzi que, tras un comienzo esperanzador, también navega sin rumbo en el laberinto deportivo, pues el Valencia diez jornadas después ocupa la misma plaza, y está a quince puntos del cuarto puesto que ostenta el Athletic y que marca la última posición que da derecho a competir la próxima campaña en la Liga de Campeones, después de abordar una eliminatoria previa. Pizzi, además, contó con cinco incorporaciones en el mercado de invierno que de poco le han servido.