bilbao. San Mamés ha marcado poderosamente la historia de Diego Pablo Simeone, para lo bueno y para lo malo, pues en el vetusto coliseo bilbaino el argentino dejó esculpido uno de los actos más violentos que se recuerdan sobre un campo de fútbol, y así se entiende el alevoso pisotón a Julen Guerrero, y también le abrió las puertas a su regreso, ya en su faceta como entrenador, al Atlético de Madrid tras la derrota (3-0) que el equipo colchonero encajó la pasada temporada, tan clara y determinante que prácticamente puso el punto y final a la trayectoria de Gregorio Manzano al frente del equipo madrileño.
Uno y otro episodio han quedado esculpidos en el frontispicio de La Catedral como hechos notables, que la hinchada guarda en su memoria fresca y a fuego.
Ocurrió en el transcurso de un Athletic-Atlético de Madrid de la temporada 1996-97 en San Mamés. Se cumplía la jornada 16 de aquella campaña. El marcador reflejaba el empate a un gol. Julen Guerrero estaba en el suelo, sobre la línea de fondo. Diego Simeone pasó a su lado, detuvo el paso y clavó los tacos sobre su muslo derecho. Fue un acto absolutamente premeditado que el colegiado del encuentro, Barrenechea Montero, no observó y, en consecuencia, dejó sin sanción.
Los gestos de incredulidad en el jugador portugalujo fueron tan elocuentes como la herida provocada, de la cual manaba abundante sangre. Los servicios médicos atendieron a Julen, le colocaron un aparatoso vendaje y el juego retomó el protagonismo hasta que Radomir Antic, entonces entrenador del Atlético de Madrid, sustituyó al centrocampista argentino por Roberto Fresnedoso y camino de los vestuarios recibió la enorme pitada de una afición indignada.
Ante la ignorancia arbitral, que dejó impune una agresión que sí recogió las cámaras de televisión y en consecuencia fue de dominio público, el Athletic recurrió ante el Comité de Competición, que sancionó al Cholo Simeone con tres partidos de suspensión.
Tan malo como la violencia del futbolista argentino sobre Julen Guerrero, actitud que tenía antecedentes en la temporada anterior, lo cual disipaba cualquier duda sobre la casualidad y en cambio reflejaba una fijación patológica de Simeone hacia la estrella del Athletic, fue la reacción de Jesús Gil, que tachó poco menos que de niñato a Julen Guerrero y al club bilbaino como delator, en vez de reprobar la violencia gratuita ejercida por su pupilo.
el espíritu del doblete Simeone fue por aquella época el corazón del Atlético de Madrid y el símbolo del doblete que el club colchonero logró en la campaña 1995-96 por su capacidad de liderazgo y espíritu de lucha, cualidades que invocó la actual directiva colchonera para contratarle como entrenador, cargo que comenzó a ejercer el 27 de diciembre de 2011 en sustitución de Gregorio Manzano.
La defenestración del técnico andaluz se precipitó tras la eliminación de Copa frente a un equipo de Segunda B, el Albacete, pero quedó marcada en San Mamés, en la décimo primera jornada liguera, cuando el Atlético de Madrid perdió por un rotundo 3-0, con dos goles de Fernando Llorente (cuando estaba comprometido por la causa) y otro de Gaizka Toquero.
El Atlético de Madrid, que demostró entonces un fútbol ramplón y una absoluta falta de respuesta anímica, se situó a solo tres puntos de los puestos de descenso. Alarma total para un club cuyo objetivo debía ser la clasificación para la Champions.
La transformación experimentada con el Cholo Simeone fue radical, para más gloria de Radamel Falcao. El Athletic comprobó el fenómeno en sus propias carnes en aquella final de la Copa de la UEFA de infausto recuerdo para la afición rojiblanca, que viajó en masa hasta Bucarest para regresar con la mayor de las decepciones. Tanto de lo mismo sucedió en el partido de ida de la presente Liga, terminado con un concluyente 4-0.