BILBAO. Era un partido para dar el do de pecho tanto en el césped, donde se deciden los encuentros, como en la grada, donde San Mamés tiende a alcanzar cotas mágicas para llevar en volandas a los leones, a unos jugadores que ayer volvieron a dejarse la piel en el campo para sellar el histórico pase a las semifinales de la Liga Europa. Así, espoleados por el incansable aliento de una afición volcada en cuerpo y alma para la causa, los pupilos de Marcelo Bielsa echaron mano de su manual de autodefensa para salir airosos de un envite físico y exigente hasta la extenuación.

Hecho que comprendió desde el primer minuto de juego la afición rojiblanca para, al grito de "¡Athletic, Athletic! y "¡jo ta ke, irabazi arte!", enviar un mensaje a sus propios jugadores y otro al Schalke 04. Toda una declaración de intenciones para dejar claro que la noche de ayer era especial por algo, que no todos los días se lucha por inscribir el nombre del Athletic entre los cuatro mejores equipos de la segunda competición continental por importancia y entre los ocho que, sumados a los cuatro de la Champions -Real Madrid, Bayern Múnich, Barcelona y Chelsea- integran la nómina de supervivientes en competiciones europeas. De todo ello eran más que conscientes las 38.000 gargantas que ayer abarrotaron San Mamés, que se elevaron al unísono tras el primer gol alemán, obra de Jan Klaas Huntelaar, con el único fin de evitar que el equipo abrazase la lona por un solo instante.

Tras una ocasión de Iker Muniain, uno de los leones más activos en ataque durante la primera mitad, el tanto del empate de Ibai Gómez llevó el éxtasis a las gradas. Las bufandas rojiblancas se elevaron hasta el cielo para festejar la cada vez más cercana silueta de unas semifinales que volvieron a ponerse en entredicho tras el tempranero gol de Raul en la segunda parte. Fue entonces cuando la voz de la afición volvió a emerger con fuerza para evitar el más mínimo sentimiento de miedo entre los leones. Temores que, aunque no definitivamente, se difuminaron cuando un preciso pase de Muniain situó a Markel Susaeta delante del portero para que el eibartarra volviese a subir las tablas al marcador para júbilo de una afición que fue festejando el pase a las semifinales a medida que avanzaban los minutos. Así, el pitido final del árbitro, celebrado como si de un título se tratara, sirvió para que San Mamés despidiera en pie a unos jugadores y a un técnico, Don Marcelo, que ya forman parte de la gloriosa historia del club.

incidentes tras el partido Al igual que ocurriera durante el partido, la violenta actuación de varios hinchas alemanes por los aledaños de San Mamés una vez terminado el encuentro obligó a intervenir a la brigada móvil de la Ertzaintza. Contenedores quemados, pelotazos, carreras y golpes se sucedieron a lo largo y ancho de la calle Licenciado Pozas hasta que la Ertzaintza logró controlar la situación. Un desagradable final para un día en el que numerosos seguidores de uno y otro equipo departieron amigablemente y sin que se registrasen incidentes de especial relevancia.