ANTIMONÁRQUICO declarado, Oskar Matute siempre que puede hace un hueco en su agenda política para ver al Athletic. El portavoz de Alternatiba sigue a los bilbainos desde pequeño y recuerda con nostalgia aquel partido con el Rayo Vallecano en el que, acompañado por sus padres y los amigos del barrio, pisó por primera vez el fondo norte de San Mamés. Y como no podía ser de otra forma, aguarda con interés la final de Copa. Un choque muy especial para él desde los prolegómenos. La culpa la tiene la presencia en el palco de los monarcas españoles: "La pitada previa al rey me parece uno de los momentos más divertidos de la final y una forma de protestar por un anacronismo histórico. Si dijera que no me pone, te estaría mintiendo". Lamenta que la bronca a Juan Carlos de Borbón no se vaya a producir en el Santiago Bernabéu, aunque será en Madrid, en el Vicente Calderón. "Tendrá su dosis de morbo y de constatación de una evidencia, que en Euskal Herria y Catalunya el afecto a la monarquía no es sentido, por mucho que alguno intente buscar en las gradas alguno con la mano en el pecho, como hace tres años".
Seguidor de Cuco Ziganda y Txingurri Valverde, jugadores que destacan por su entrega y por sus sentimientos por los colores rojiblancos, Matute tiene especial predilección por el técnico del Athletic. Al igual que él, Marcelo Bielsa destaca por su oratoria. Un político y un entrenador que saben vender su mensaje envolviéndolo de un lenguaje refinado. El dirigente de izquierdas aplaude la llegada del argentino a Bilbao: "Es bueno que en el fútbol se rompa el topicazo de que los futbolistas y los entrenadores resuelven las ruedas de prensa con las típicas frases de el fútbol es así, somos once contra once, el rival también juega y no hay enemigo pequeño. Está bien que un entrenador pueda demostrar la dimensión de su pensamiento y ofrecer reflexiones más elaboradas. Y, en este sentido, creo que Marcelo Bielsa es capaz de trascender de lo evidente para intentar hacerte ver cosas que, para los que no tenemos los conocimientos futbolísticos que él atesora, nos pasan inadvertidas muchas veces".
En cuanto a su faceta como hincha del Athletic, el integrante de Bildu dice no cambiar mucho. El traje de político le acompaña a todas partes, aunque dice guiarse siempre por la misma hoja de ruta. Tanto en un debate con la oposición como en un bar cuando difiere con el resto de aficionados, Matute no se corta. "Si acostumbro a ser claro en la defensa de mis posiciones, lo soy también cuando voy al fútbol. Defiendo a mi equipo con la misma vehemencia, pero sin traspasar la línea de la ofensa, que es algo que también intento hacer en la política", remarca. Una actitud que difiere con la que mantienen algunos aficionados al fútbol, para quienes el insulto forma parte de su normalidad. "Me sorprende mucho como muta la gente, la persona más tranquila parece una fiera indomable", advierte.
A la hora de analizar la repercusión del fútbol en la sociedad en comparación con la política -una profesión que está en sus cotas más bajas de popularidad-, Oskar Matute es claro. "Creo que el fútbol funciona como una válvula de escape para las presiones y preocupaciones de la gente. Tiene una parte buena, la del efecto calmante sobre la dura realidad, y una parte negativa, porque a veces la exaltación se produce de una forma que no es en absoluto constructiva", enfatiza el portavoz de Alternatiba, formación en la que los seguidores rojiblancos son mayoría. O eso dice Matute: "Es el equipo preferido por la militancia, al menos así lo quiero ver yo. Aunque no exigimos que nos digan de qué equipo de fútbol son los que se quieren afiliar, cuando tomamos unos potes después de las reuniones sí que se ve una corriente mayoritaria favorable al Athletic".
Dura negociación Oskar Matute apuesta por un 3-2 favorable para los leones en la final de Copa. Un partido al que le gustaría acudir, aunque lo ve bastante complicado. Su pareja también es futbolera, pero el cuidado de su hijo pequeño hace complicado el desplazamiento. Si cae en sus manos una entrada, augura una ardua negociación en casa. "A los dos nos gustaría ir, pero habría que debatirlo seriamente", sonríe.