Bilbao. Para Juanjo Valencia (Donostia, 1971), que en la actualidad ejerce de entrenador de porteros, el fútbol ha sido una especie de montaña rusa, con desniveles pronunciados en todos los sentidos. Dice que su carrera le dejó un poso muy positivo y guarda un recuerdo especial de Iribar, su maestro en el Athletic desde que un día vino del Antiguoko a hacerse una prueba y hasta que dejó el club diez años después.

En la actualidad, aparte de trabajar para el Eibar, participa en un proyecto de una escuela de porteros.

Entre varios queremos abrir una escuela en Bizkaia. El proyecto está bastante avanzado y se trata de trabajar con todo tipo de chavales, de todas las edades y habría varios centros en función de la demanda. Queremos que sea algo bien hecho, antes existía una idea parecida en la Fundación de Athletic, pero se paró. Nosotros no tenemos nada que ver con el Athletic, aunque varios de nosotros hayamos jugado o trabajado en Lezama (Imanol Etxebarria e Iñaki Lafuente también colaboran).

Antes de preparar a los porteros del Eibar estuvo haciendo esa labor en Lezama.

Sí estuve dos años y luego acompañé a Cuco Ziganda al Xerez, ya sabes cómo acabó aquello. Me llamaron del Eibar y estoy en el segundo año, encantado con Mandiola e Iñigo Arriola.

Dejó de ser portero y enseguida se puso manos a la obra.

Acabé en el Racing y en la siguiente temporada empecé en el Athletic con los porteros desde alevines hasta juveniles. Estaba con Imanol. Firmé dos años de contrato, luego hubo una reestructuración en Lezama, cambiaron el coordinador y entró gente nueva. Las formas no fueron las más correctas, pero como no me gustó mucho lo que vi, cómo funcionaba aquello, la verdad es que no me importó demasiado salir.

Entonces, ¿tenía claro mientras jugaba que sería entrenador?

¿En la vida ya tienes algo claro? Vas evolucionando y viendo. Tampoco sabía que sería futbolista profesional. Cuando lo dejé lo único que sabía era que me gustaba entrenar, me ha gustado siempre, y la portería. Todo ha seguido su camino. Tenía pensado hacer una pausa y ver por dónde tirar, pero no pude porque empecé en Lezama. En este tiempo me he dado cuenta de que me gusta este trabajo.

Tampoco pensaba que sería portero profesional.

Empecé en el Antiguoko, el equipo de mi barrio, fui pasando categorías y hasta los 18 no pensaba si iba a jugar en el Athletic o en la Real. Los chavales de ahora ya sé que sí están pensando en eso, porque lo ves, ellos y sus padres, y funcionar con una expectativa así es un problema. Yo era feliz por el simple hecho de jugar, luego tuve la oportunidad de pasar algunas cribas y de hacer lo que he hecho en mi vida deportiva.

¿Cómo le captó el Athletic?

Vinimos tres del Antiguoko a hacer una prueba: Huegun, Asier Etxeberria y yo. Cuando llegué había unos 300 chavales, de los que 14 ó 15 eran porteros. Nos hacían pruebas y cada día quedábamos menos y te lo empezabas a creer. Fue bonito.

Y le cogieron.

A los tres nos cogieron. Empecé en el Juvenil Sub'19 con Nico Estéfano. De los que llegamos arriba estábamos Guerrero, Huegun, los hermanos Bidaurrazaga,… Fue un cambio importante para mí, empezar a ir en avión a jugar contra el Barcelona o el Madrid. Luego pasé al Bilbao Athletic y allí me encuentro con Aitor Iru y Lobato, a mí me ceden al Barakaldo, pero al de unos partidos me repescan porque Iru se lesiona y empiezo con Ziarreta en el filial.

Iba a toda velocidad.

Al año siguiente hago la pretemporada con el primer equipo, acaba de llegar Jupp Heynckes. Estábamos Kike, Lobato y yo, pero Kike se lesiona y a mí me salen bien los amistosos. Así que empecé la Liga jugando. Un cambio muy rápido, sí. Pasé de estar jugando a nivel de barrio a Primera a toda leche. Recuerdo que no eran buenos tiempos para el Athletic, pero hubo como un punto y aparte, con el míster, la aparición de Julen,… El equipo empezó a funcionar.

Debutó en la primera jornada, el mismo día que Guerrero y Carlos García.

Sí, los tres. Era un poco la novedad, no te ha visto nadie, pero la dinámica fue enseguida buena y eso es muy importante, el hecho de que entres y vaya rodado ayuda mucho. El alemán era muy directo, muy recto, no tenía ninguna duda. Apostó fuerte por mí y es algo por lo que siempre le estaré agradecido. No era fácil hacerlo, yo sólo tenía veinte años.

Lo jugó todo con Heynckes y también con Irureta, que no acabó la temporada.

Los números eran buenos con Irureta, en la UEFA hicimos un buen papel, pero creo que el tipo de fútbol que hizo el equipo no gustó demasiado. A mí el asunto se me empezó a torcer con Stepanovic. Con él seguía jugando, pero la dinámica del equipo era malísima, había problemas y yo no hice una buena temporada, no sé si por todo lo que rodeaba al equipo. Cuando el tema va mal, entrenador y portero son siempre los que más sufren, es así. Si el equipo encaja goles se mira para atrás, al portero.

Fue entonces cuando empezaron a decir que no veía bien y que por eso le metían los tiros de lejos y cosas semejantes.

Decían que no veía bien y veo como un águila. Memoria no tendrá buena, pero vista. El año de Stepi me hizo bastante daño a nivel de confianza de la gente. Luego vino Luis Fernández y empecé con él, pero andaba ya mal de crédito y a mitad de temporada dejé de jugar.

Le vino encima esa famosa presión que San Mamés y sus fantasmas, léase Carmelo, Iribar, Zubi, ejercen sobre el portero de turno.

Sinceramente no creo que sea así. Cuando jugaba no sentía ninguna presión de ningún tipo, la sientes cuando no rindes bien, si las cosas van bien no hay ni Iribar ni Zubi ni nada. Ha habido grandes porteros en el club y se mira con lupa, pero lo que condiciona todo es la marcha del equipo, aunque también cuenta el rendimiento del portero, claro. Hay un poco de mito en esa historia de la portería de San Mamés. Si el equipo va bien nadie se acuerda de eso.

Así que pasó de ser indiscutible a chupar banquillo.

Cuando un portero pasa al banquillo no es como si le pasa a otro jugador, tiene que asumir que está en la suplencia, completamente en la sombra. No suele haber término medio con nosotros: o eres protagonista o estás en el dique seco. Es uno de los aspectos amargos del portero.

Llegó a estar muy arriba en el escalafón de porteros, incluso le llamaron para jugar con la selección de España.

Sí estuve convocado en un partido que se jugó en Jerez contra Alemania. Fui con Zubi y con Cañizares. Bueno, ya había jugado unos veinte partidos con la Sub'21. Esa llamada de Clemente me hizo ilusión, es fuerte cuando te ves a ese nivel.

En el año del Centenario sólo intervino en la Copa, pero jugó completo el inolvidable amistoso con Brasil.

Fue un año bonito, pero jugué muy poco. Todos queremos jugar y cuando no se puede sólo te queda intentar ayudar al equipo en el día a día. En la temporada siguiente como tenía claro que mi etapa en el Athletic finalizaba acepté la opción del Sevilla, que acababa de ascender. Tenía un año más de contrato aquí, pero me apetecía un cambio. No me arrepiento, fue una experiencia más, aunque el Sevilla entonces no tenía potencial económico y deportivamente no era lo que luego fue. En marzo me fui al Sporting, que estaba en Segunda peleando por el ascenso. Casi subimos, pero no sé si fue en el último partido donde se fastidió todo, empatamos en casa con el Toledo, que iba último y encima Lediakhov falló un penalti. Y mira que los tiraba bien, pero así es la vida.

Y se quedó en Segunda.

En ese sentido la cosa se me torció un poco, pero mi trabajo lo hice bien y allí me quedé, estuve en Gijón cuatro años y medio. Muy bien. Di un buen rendimiento, pero en Segunda la repercusión de todo es incomparable a la que se consigue en Primera. Fueron años jodidos para el club porque por querer subir enseguida mantuvo la dinámica de fichajes e infraestructura y como no se logró el objetivo, pues todo se complicó. Allí conocí lo que es un pagaré. No tenía ni puta idea, en el Athletic esas cosas no se dan, no existen.

En el Nástic hace campaña y media y le llaman del Racing de Santander.

Se fue Aouate y Toño estaba cedido en el Recre y querían alguien con experiencia. Nos salvamos casi al final con Nando Yosu, después de destituir a Manolo Preciado. Se acaba el contrato y ahí es cuando me llaman de Lezama para entrenar y decido dejar el fútbol.

Le había llegado su hora.

Tenía 35 años, físicamente estaba bien, pero al no renovarme el Racing tenía que esperar ofertas y un poco saturado sí que estaba, además volvía a casa y seguía metido en lo que me gusta.

Tras este repaso se puede decir que mover, se movió bastante, pero ¿cómo calificaría su carrera?

Tengo un muy buen recuerdo de mi trayectoria. A todos nos hubiera gustado jugar siempre en Primera y hacerlo además en el Athletic, pero he podido conocer otros sitios, ciudades, compañeros, situaciones diferentes,… Estoy encantado, me siento realizado por lo que hice y por cómo me fue. La suerte en momentos puntuales influye. Tanto en el Sevilla como en el Sporting al equipo se le complicaron las cosas, pasamos por problemas, pero no merece la pena darle más vueltas. Yo hice lo que pude y tengo una carrera digna a nivel de dedicación y trabajo.

Antes ha dicho lo de jugar siempre en el Athletic, pero ¿ya era del Athletic de pequeño?

De crío era de la Real, de Arconada, pero el destino me hizo vivir lo que viví en Bilbao y, de hecho, sigo siendo socio y siempre que puedo voy a San Mamés. Es el club al que le tengo cariño.

Encuentra algún parecido entre el juego actual del equipo y el que ustedes practicaban.

El fútbol evoluciona constantemente. Lo que estoy viendo ahora me encanta. Había dudas al principio, pero están despejadas y pienso que puede ser una temporada para disfrutar. Quizás en la primera etapa de Heynckes pasó algo similar, pero no se puede comparar. Entonces había gente de calidad y se podía tocar, estaban Mendiguren, Valverde, Urrutia, Eskurza,… Y hubo una dinámica positiva. Más adelante se practicó un juego más directo, estaba Urzaiz ya en la plantilla. Al final, juegas según los jugadores que tengas. Ahora hay una combinación de todo, de calidad, de buen trato del balón, de despliegue. Se mezcla el toque y lo físico.

¿Hay alguna cosa más que quiera decir o contar?

Bueno, pues sí, diría que estoy agradecido por todo lo que he aprendido en el Athletic. Estaba pensando en Iribar, en el trato que tuve. Es que mi primer entrenamiento fue con él. Yo me caía para atrás, no podía ni coger un balón, él me los tiraba flojos y no podía, estaba como atontado, alguien como yo, que no había salido del barrio y de repente que te pongan a entrenar con Iribar. Luego estuve muchos años trabajando con él y le tengo en gran estima como persona y como entrenador. De hecho fue el único entrenador que tuve en todos los años que estuve en el Athletic. Al de poco de irme del club, él dejó de ser entrenador de porteros.

A este buen recuerdo de Iribar quizás podría oponer el episodio del Xerez, como ayudante de Cuco Ziganda.

Es increíble que pasen cosas así en un equipo de Primera, pero… Me llevó Cuco con él, de segundo iba Goiko, sabíamos a dónde íbamos, apostamos y no salió bien, pero en esta vida hay que ser valiente. A una semana de empezar la Liga sólo teníamos doce jugadores de campo. No pudimos trabajar como los demás y para cuando el equipo cogió la onda llevábamos una desventaja importante. Cuando a Cuco le echaron, nos fuimos con él. De todo se aprende y en ese sentido, aunque aquello era un desastre, fue una vivencia positiva.