El sol y el calor no han impedido que la Plaza Nueva de Bilbao se haya llenado hasta los topes este domingo al mediodía para disfrutar de la 65ª edición del tradicional alarde de txistularis. Desde primera hora, el ambiente ya auguraba lo que estaba por venir: familias enteras, cuadrillas de amigos y curiosos de paso se han acercado a este punto neurálgico de la villa para asegurarse un buen sitio desde el que seguir el concierto. Minutos antes de que comenzara, ya no ha quedado ni un asiento libre y el público se ha agolpado de pie alrededor del escenario, abanico en mano, buscando aire fresco bajo el intenso calor de agosto.

El ambiente festivo se ha abierto con la presencia del pregonero y la txupinera, que han sido recibidos con una ovación unánime, como preludio de un concierto que cada año despierta la expectación de miles de personas. Su aparición ha sido el pistoletazo de salida a una cita que, más allá de lo musical, es también un símbolo de comunidad y pertenencia. A partir de ese momento, la emoción no ha hecho más que crecer: más de 80 txistularis procedentes de todo Euskadi han hecho sonar sus instrumentos al unísono bajo la dirección del bilbaino Txaber Fernández, que una vez más ha vuelto a demostrar su capacidad para infundir frescura a esta agrupación sin perder la esencia de lo tradicional.

"Este concierto es la mejor forma de despedir las fiestas: se respira emoción, orgullo y comunidad", ha destacado entre sonrisas Ane Etxebarria, vecina que nunca falta a la cita. A su alrededor, los comentarios eran similares: todos coincidían en señalar que el alarde es ya una tradición imprescindible de Aste Nagusia.

El repertorio ha sido un viaje por la riqueza de la música vasca. Sobre el escenario se han combinado arreglos de Xabier Zabala, Peio Irigoien e Iñaki Urkizu con piezas inéditas firmadas por Koldo Uriarte y el propio Zabala, logrando un equilibrio entre memoria y novedad. La sonoridad del txistu se ha visto acompañada por el Coro San Antón y por músicos invitados como el pianista Imanol Iribarren, el guitarrista Iñigo Eskubi, el bajista Amaiur Cajaraville, el batería Ander Zulaika y un quinteto de metales que han añadido cuerpo y matices sorprendentes a las melodías.

Momento más esperado

Uno de los momentos más esperados y ovacionados ha llegado con la intervención del joven trikitilari Julen Alonso, acompañado por la voz de Uxue Kerejeta. La química entre ambos, que años atrás se enfrentaron en campeonatos de trikitixa, ha emocionado a los asistentes con una propuesta fresca, capaz de renovar la tradición sin traicionarla. "Han logrado ponerme la piel de gallina. Es increíble ver cómo la trikitixa sigue viva en manos de jóvenes con tanto talento", ha confesado emocionado Jon Larrazabal, espectador de la función.

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El grupo de danzas Oinkari también ha aportado un plus de energía y color. Cada una de sus coreografías, llenas de movimiento y vitalidad, ha conseguido arrancar aplausos de un público entregado, que ha seguido cada pieza con atención. La simbiosis entre música y danza, tradición e innovación, ha convertido el espectáculo en un auténtico viaje sensorial para todos los presentes.

Con este broche, el alarde de txistularis ha vuelto a confirmar por qué es uno de los actos más masivos y populares de Aste Nagusia, heredero de décadas de historia desde que en sus orígenes se celebraba en el Arenal. Con la Plaza Nueva desbordada de público y bañada por la música, se ha convertido una vez más en un viaje colectivo hacia la memoria, la cultura y la identidad vasca.