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Alejo Stivel: matrícula de honor en rock and roll

El excantante de Tequila resultó convincente en el repaso de sus éxitos con el grupo y en solitario en Doña Casilda

En imágenes: concierto de Alejo Stivel en Aste NagusiaMiguel Acera

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Justo dos meses después de visitar el Kafe Antzokia, Alejo Stivel volvió a Bilbao, en el marco de Aste Nagusia, para tocar rock and roll. Esta vez no fue en la plaza del pueblo, como en los tiempos en los que, escuálido y melenudo, se agitaba desde el micrófono de Tequila, sino en la Pérgola de Doña Casilda. Historia viva del rock en castellano, el argentino, de 66 años y ya calvo, atesora un legado al alcance de pocos. En buena forma y centrado en éxitos de su exgrupo como Me vuelvo loco, Necesito un trago o Salta!!!, convirtió el bolo en un fiestón para veteranos en una sesión de rock clásico con nota de matrícula de honor.

Alejo forma parte de la educación musical –y sentimental– de todo aficionado veterano al rock que se precie. Con él al micrófono y Ariel Rot a la guitarra, una generación de adolescentes ávidos de electricidad y libertad descubrió el rock en castellano, vía The Rolling Stones y The Beatles, a finales de los 70, junto a otros pioneros como Burning o Leño. Esa generación ha colgado muchos calendarios y ya sesentona acudió al escenario nostálgico de La Pérgola para comprobar el estado de salud del argentino residente en Madrid desde hace medio siglo.

El análisis resultó más que positivo para las casi 1.000 personas que casi llenan la carpa del parque porque el vocalista y también productor, que tituló su autobiografía Yo debería estar muerto (Espasa), hizo honor al título de su gira actual, denominada Muy Vivo Tour. La palabra jubilación no está en su diccionario, así que tras muchos años alejado de los escenarios y concentrado en la producción y en hacer millonarios con sus consejos técnicos a grupos como La Oreja de Van Gogh y M–Clan, demostró que quien tuvo retuvo y que el gusanillo y las ganas siguen ahí.

En Bilbao lo confirmó con un concierto incandescente, simple, directo, nostálgico, bien cantado y de alto nivel instrumental con una sesión de rock clásico y divertido. Sin pretensiones ni sorpresas tampoco, ya que sonó el instrumental Tequila de Danny Flores justo antes de enfrentarse al público, que, “alucinado”, esperaba que “comenzara el show”. Envalentonado y sabedor de su poder, Alejo, con sombrero y camiseta fan de Ozzy Osbourne, se arrancó con el clásico de su exgrupoRock and Roll en la plaza del pueblo. Y como “un poco más de rollo no vendría mal”, lo unió con Matrícula de honor, que sirvió, en apenas unos minutos, para calentar la cita musical mientras nos recordaba, por su letra, al School Out de Alice Cooper.

Una gran noche

Después, bien engarzadas, sonaron París con aguacero, una sobre las goteras de la cabeza, vía depresión, y el carpe diem necesario para dejarlas atrás que es ese Hoy puede ser un gran día que escribiera el maestro Serrat, vía electrificada. Con buena voz, un sonido tan potente como prístino y un cuarteto más que solvente, curtido, sin teclados y con dos guitarras que fue siempre a la esencia, la gran noche volvió a pisar sobre seguro con más rescates de Tequila.

Con la complicidad de su compatriota Julián Kanevsky, un máquina que no tiró de púa al hacer aullar una guitarra que ha prestado también a Calamaro, Jaime Urrutia y miembros de Guns N´Roses y Uriah Heep, Alejo rescató a la familia asesina de Mister Jones de Charly García y la unió al funk rock de Quiero besarte. Siguiendo el ejemplo del vocalista, el público demostró que estaba muy vivo con sus movimiento de caderas y luego se rindió al argentino con la balada A tus pies.

El argentino, que ironizó con sus compatriotas al interpretar Yo quería ser normal, nos llevó de viaje al inicio de su carrera/juventud con El barco, ese reggae vacilón que narra su viaje real a Madrid huyendo de la dictadura argentina y que metafóricamente se refiere a otro tipo de viajes más lisérgicos. Tras hacernos recordar a los Attractions de Elvis Costello en su incursión jamaicana, sonó a rock sleazy y blues con su versión del muy coreado Sábado a la noche de Moris.

Todo un animal

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El cantante, que debería donar su cuerpo a la ciencia cuando fallezca para escudriñar en los secretos de su inmunidad a los excesos narcóticos y sexuales que vivió en los 80, dedicó Rubia “a las chicas morenas” de la audiencia antes de confesarse al cantar Yo era un animal, cuando “no podía frenar” y “vivía en un bar”. Auténtico superviviente, demostró también gracejo, como cuando recordó a baladistas como Julio Iglesias y José Luis Perales para explicar que “ya está bien de rock´n´roll”… y acabó cantando un festivo y rockero Dime que me quieres, que vivió el único lunar del bolo al enmudecer la guitarra de Kanevsky.

Tras un ligero respiro, el bis resultó irrefrenable, con otra sesión tequilera de altura. Sin sal ni limón, a pelo, con energía, electricidad y una armónica bluesy a cargo del guitarra rítmica, sonó Necesito un trago, el primer pelotazo acelerado que compuso el argentino a los 14 años, cuya letra asustó a su madre debido a su letra. Y puso broche final al enorme fiestóncon otras dos canciones de esas que siguen dentro de nuestra cabeza como Me vuelvo loco y Salta!!!, que interpretó rodeado del público. Y se fue, como dice otra de sus canciones, listo para la próxima sesión, listo para jugar el juego, para tocar y tocar, y hacer sonar las guitarras… de nuevo.