Al director de la Banda Municipal de Bilbao, José R. Pascual Vilaplana le disgustan las opiniones prejuiciosas de las que formaciones como las que él dirige no consiguen despojarse. El canon, tirano, ha condenado al ostracismo y a “lo populachero” a las bandas de música cuando, a su juicio, su actividad es comparable a la de las grandes sinfónicas. Al filo de Aste Nagusia y de la nueva temporada de los músicos municipales (que comenzará en septiembre), nos concede esta entrevista.

Dice que la Banda Municipal quiere ofrecer a la ciudad el papel que las formaciones como ésta ejercen en la cultura contemporánea. Cuénteme, ¿cuál es ese papel?

—Tiene que ser un papel absolutamente relacionado con la propia evolución de la sociedad. En el siglo XIX, cuando surgen estas formaciones, había una banda en todas las capitales de provincia; ahora, en cambio, sólo quedan 27. Su función era la de ofrecer esos conciertos de domingo en el parque y ambientar el sonido de la ciudad, por eso siempre he dicho que eran el Youtube de la época.

¿Y ahora?

—Hoy en día tener una banda profesional en una ciudad solamente como ambiente es una pena, porque son formaciones integradas por músicos con una altísima cualificación. En alguna ocasión he dicho en el Ayuntamiento que es como tener un Mercedes en el garaje y utilizarlo para ir a comprar el pan a la esquina.

¿Entonces?

—Ese papel fundamental pasa por ofrecer una oferta cultural relacionada con nuestra contemporaneidad. Una oferta que abarque distintos ámbitos, estilos, géneros… Es decir, hay que hacer de la banda un utensilio de cultura contemporánea, diversa y conectada con la realidad cultural actual.

Quizá la percepción de la banda como ese Youtube, como esa música de ambiente, es el cliché más extendido sobre los grupos como el que usted dirige.

––La equivocación básica surge cuando se compara una banda amateur con una profesional como la de Bilbao, integrada por gentes que dedican su tiempo exclusivamente a esa actividad.

¿Y sí podríamos comparar la actividad de la banda municipal de Bilbao con la de las grandes sinfónicas?

—¡Absolutamente! Son aquellas formaciones de músicos con las que nos tenemos que comparar. En este caso, con la Sinfónica de Euskadi o con la BOS. Siempre prevalecemos nuestra identidad como banda, pero ejercemos una actividad similar.

¿De dónde parten esas opiniones prejuiciosas?

—Parten de una cosa muy básica: la educación. Hoy en día ningún programa educativo de música contempla la banda como elemento de estudio. Una persona puede doctorarse en música en este país y no haber recibido ni una sola clase sobre el repertorio bandístico.

Se sienten olvidados.

—Cuando en la propia educación se nos relega al ámbito popular o tradicional, a veces incluso a lo populachero, una persona puede tener una gran calificación académica sin saber qué es una banda. Y de ahí vienen los prejuicios, opiniones que nacen de la ignorancia.

¿Qué opinión le merece lo popular? Aunque, en ocasiones, el canon artístico haya relegado aquellas expresiones no cultas a la baja cultura, ¿puede este cajón de sastre ser interesante?

—No hablo de lo popular o de lo tradicional desde un tono despectivo, en absoluto. Nosotros seguiremos haciendo música tradicional, un género tan digno y difícil como la música contemporánea. El problema es que no sólo nos tienen que relegar ahí, somos mucho más que eso.

Ha hablado de música popular. Ahora quiero preguntarle sobre fiestas populares. El año pasado la banda saldó su intervención en Aste Nagusia con un éxito de público. ¿Qué van a ofrecer en esta edición?

—Como siempre, este año intentaremos ofrecer ocho programas muy diversos. Y es que para nosotros Aste Nagusia es la cita más definitoria de nuestra identidad: la Banda Municipal de Bilbao se presentó en el kiosco de El Arenal un 9 de junio de 1895 y, desde entonces, ese espacio se ha convertido en nuestro foco de referencia. Además, creo que esta es la única fiesta que conozco que, con una duración de ocho días, ofrece todas las jornadas un concierto de banda. Eso es algo a mi juicio importantísimo, algo a reivindicar y potenciar.

También cuenta que una banda no sólo es un objeto de tradición, sino de presente y de futuro. En ese sentido, ¿hacia dónde se dirige la banda municipal?

—Hacia un futuro que pasa necesariamente por dos cosas: una, por que se nos permita acceder a espacios y lugares a los que la banda no ha tenido acceso como los festivales de música contemporánea; otra, por un mayor presupuesto. Tenemos muchas ideas, pero necesitamos medios. Creo que el ministerio de Cultura, hará dos años, declaró a las bandas como Bien de Interés Inmaterial, pero necesitamos materia.

Pero con presupuesto, dice, limitado, han conseguido construir un programa con grandes nombres internacionales.

—Creo que no se puede hacer más con menos. Intentamos explotar al máximo los recursos que tenemos que, ciertamente, cada año son más. Y, además, muchos invitados internacionales reducen su caché para tocar con nosotros. La gente habla más de la Banda Municipal de Bilbao fuera que en la villa.

Concluye, pues, que no son profetas en su tierra.

—Lo somos, pero, como decía, muchas veces se nos enmarca en un único ámbito. Toda la apuesta de repertorio nuevo está teniendo mucho más eco en otras bandas profesionales del Estado y Europa. Hay muchísima gente interesada en nuestras propuestas.