El primer ministro italiano Mario Draghi y el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, se reunieron ayer en Roma por primera vez para sellar su voluntad de cooperar en grandes temas de la Unión Europea, desde la pandemia hasta a la espinosa cuestión de la revisión de las normas de política presupuestaria común. El primer encuentro entre los líderes de estas dos potencias sirvió en primera instancia para ondear la determinación de “reforzar” la integración europea, aunque para Draghi sea “imposible acelerarla” en estos momentos.

“Una Unión más fuerte es interés de todos, de Italia y Alemania, y queremos reforzar la cooperación en ámbito científico, tecnológico y de investigación”, explicó, para después ilustrar campos “cruciales” para el futuro comunitario como la microelectrónica o el hidrógeno. Pero más allá de declaraciones precocinadas y leídas, la atención estuvo puesta en dos aspectos: la relación entre la “nueva” Alemania del socialdemócrata Scholz e Italia y las negociaciones en curso para reformar el discutido Pacto de Estabilidad europeo.

Scholz, recibido con honores en el palacio Chigi, como dicta el protocolo, viajó a Roma menos de dos semanas después de empezar su mandato y tras sus visitas de rigor a París y a Bruselas, además de otra a Polonia con la crisis con Bielorrusia como telón de fondo. La rapidez de su etapa romana, percibida como “simbólica” por el entorno de Draghi, tenía el objetivo esencial de revalidar la buena relación entre ambos países heredada de Angela Merkel.

Pero también llega apenas un mes después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, ratificara el Tratado del Quirinal, que fortifica sin medias tintas el eje franco-italiano. Roma y Berlín buscan un mayor acercamiento con la redacción de un “plan de acción” que englobe sus prioridades e intereses comunes, aunque el anfitrión italiano aseguró que desconoce si se plasmará en “un tratado, un memorándum o un protocolo de acuerdo”.

“Por el momento hemos empezado a identificar una serie de áreas y de temas”, refirió Draghi, considerado uno de los exponentes más influyentes y respetados del continente.

En la reunión, aunque someramente, salieron temas como “los cambios solicitados en materia de reglas de Presupuesto y de ayudas de Estado”, reveló el italiano. Es decir: las negociaciones para un posible nuevo Pacto de Estabilidad en la UE. La Comisión Europea reactivó el pasado octubre la revisión sobre las normas europeas de disciplina presupuestaria con el reto de conciliar el control de los niveles de deuda y déficit disparados por la pandemia y con la necesidad de invertir más en medioambiente.

Una disciplina cuya exigencia principal es que mantener el déficit público de cada país por debajo del 3% del producto interior bruto y la deuda inferior al 60%. Italia no quiere ni escuchar hablar de la austeridad y aspira a que por lo menos se computen fuera de este Pacto las inversiones que se hagan para la transición digital y ecológica, en definitiva, para cambiar el sistema productivo.

Y el expresidente del Banco Central Europeo se mostró optimista: “Creo que habrá un acercamiento de las posiciones”, zanjó, alegando que la pandemia obligará a los Veintisiete países europeos a poner en marcha reformas de calado.

“Nuestros países deberán financiar proyectos sin precedentes en el campo de la transición ambiental, digital y en defensa (...). Hay proyectos imponentes y habrá que ver cómo pueden incluirse en nuevas reglas presupuestarias. Por lo tanto, a mi parecer, sobre esto se encontrará un acuerdo”, auguró.

Menos celebrativo fue Scholz, quien dejó claro que la normativa vigente ya ha demostrado su “flexibilidad” a la hora de impulsar el plan multimillonario de recuperación tras la crisis de la pandemia, el Next Generation EU, dotado con 750.000 millones de euros. Pero en cualquier caso apoyó el debate sobre esta delicada cuestión: “De cara al futuro, las reglas que tenemos ya cuentan con una flexibilidad y en base a ellas podremos trabajar también en futuro”, emplazó el canciller.

En la reunión se abordó también la situación actual de la pandemia en el continente europeo, recorrido cada vez con más presencia por la variante ómicron, que ha devuelto a la población la amenaza de las restricciones en vísperas de Navidad.

Otra cuestión que salió a colación fue la del proyecto de crear una defensa conjunta en la UE, que en opinión del italiano debe ser pensada como “una fuerza complementaria” a la OTAN y no como una “antítesis”.