- El Papa Francisco, cuya defensa de los migrantes y refugiados se ha convertido en uno de los símbolos de su pontificado, viaja mañana a Hungría y Eslovaquia, dos de los países más soberanistas de Europa, que han cerrado sus puertas a una inmigración que criminalizan.

El Vaticano y el Gobierno húngaro se alejaron en plena crisis migratoria de 2015, cuando miles de refugiados cruzaron ese país intentando llegar a las naciones más ricas de Europa. El Ejecutivo de Viktor Orbán, que se define como defensor de “los valores europeos y cristianos”, lanzó entonces una campaña política contra los refugiados que se mantiene hasta hoy. Aunque las autoridades no han criticado al Papa directamente, sí lo han hecho la prensa. Medios progubernamentales han llegado a opinar que sería mejor que el no visitase el país, tildándole de “anticristiano”.

Otra cuestión que les separa son los derechos LGBT, pues, y a pesar de que la Iglesia católica se oponga al matrimonio de personas del mismo sexo, Francisco siempre ha abogado por la cercanía y acogida en contraste con las leyes homófobas del Gobierno.

En el caso de Eslovaquia, se tratará de una visita apostólica y por tanto habrá reuniones con el primer ministro, el conservador Eduard Heger, aliado de Orbán en las políticas antimigratorias, pero que ha expresado su satisfacción por la llegada del Papa a un país con un 62% de católicos.

Aunque la verdadera impulsora de esta visita es la presidenta del país, Zuzana Caputová, una exabogada de 48 años muy alejada de los líderes nacionalistas-populistas.