El debate sobre la utilidad de los cambios de horario como el que se aplicará en la madrugada de este domingo, cuando a las tres serán las dos, es recurrente siempre que toca adelantar o retrasar las manecillas del reloj. Pero en esta ocasión ha adquirido una dimensión mayor, después de que Pedro Sánchez planteara el pasado lunes al Consejo de Energía de la Unión Europa (UE) acabar de una vez por todas con esta práctica en 2026. Y es que, a su juicio, carece de sentido en el contexto actual, por su mínimo impacto en el ahorro de energía para el que fue concebida y sus perjuicios a la salud, al trastocar los ritmos biológicos de los ciudadanos dos veces al año. Se trata, en cualquier caso, de una propuesta que llega con retraso por la dificultad de consensuarla entre todos los miembros de la Unión Europea, condición sine qua non para hacerla realidad.
La estrategia del cambio estacional no es nueva. Surge a principios del siglo XX para hacer frente a los problemas energéticos por la escasez de carbón provocada por la I Guerra Mundial y es retomada en la década de los 70 a raíz de la crisis del petróleo. Fue en 1980 cuando la Comunidad Económica Europea, antes del ingreso del Estado español, empezó a coordinar los horarios de verano e invierno de los países miembros con la misma idea de aprovechar al máximo las horas de luz para rebajar la factura energética. Ya en 2001 entró en vigor la directiva actual, por la que todos los Estados miembros cambian al horario de verano el último domingo de marzo y vuelven a su hora oficial el último domingo de octubre. Pero en 2018 se produce un giro al proponer la Comisión Europea (CE) la supresión de los cambios horarios bianuales en toda la UE, dejando en manos de cada país la potestad de fijar su horario oficial, que ya sería constante. El Parlamento Europeo apoyó al año siguiente la iniciativa estableciendo 2021 como un plazo para su ejecución que no se ha cumplido. La falta de una posición conjunta de los Estados miembros ha impedido que la Eurocámara llegue a un acuerdo con el Consejo de Europa, donde se precisa una mayoría cualificada, para sellar el acto legislativo que diera carta de naturaleza a la citada supresión.
El inusitado apoyo a acabar con los cambios estacionales detectado por la CE en una consulta pública que recibió una cifra récord de 4,6 millones de respuestas animó a las instituciones comunitarias a moverse en esa dirección. Un 84% de europeos se alinearon con la idea de abolir una medida que la evolución de la economía, la tecnología y los hábitos sociales “han dejado obsoleta”, a juicio del Gobierno español. La citada encuesta desveló también un amplio respaldo entre la ciudadanía del Estado (66%), con el que sintonizan organizaciones sindicales como UGT o CC.OO., para la que “se deben evitar los cambios bruscos y repentinos en los ritmos de trabajo y actividad”. Y desde la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), su presidente, César Martín, mostraba su satisfacción por el hecho de que el Gobierno defienda ante las instituciones europeas “una reivindicación que se llevaba haciendo desde hace mucho tiempo”.
Otra cuestión es la de optar por mantener como fijo para todo el año el horario de invierno que mañana entrará en vigor o pasar definitivamente al de verano. Preguntado por esa disyuntiva tras su intervención en la cumbre euromediterránea celebrada el lunes en Eslovenia, Sánchez no se decantó por ninguna alternativa. Quizás por ser consciente de que es una cuestión peliaguda, con visiones contrapuestas. La ciudadanía se posiciona claramente a favor de ese horario estival que nos regala tardes interminables en los meses centrales del año. Una encuesta reciente del CIES reflejaba que dos de cada tres habitantes del Estado son favorables a esta opción, que se defiende con especial apego en la costa mediterránea y más aún en Baleares, donde anochece antes que en el resto de la península y el turismo es uno de los puntales de su economía.
'Team' invierno
Pero desde el ámbito sanitario se sitúan en el polo opuesto, apostando por el horario de invierno como el más saludable. Lo hizo con entusiasmo la propia ministra de Sanidad, Mónica García, al manifestar en su cuenta de X: “Soy del team invierno”. Ya en posteriores declaraciones a la prensa, argumentó su respaldo a este horario porque “se adapta más a los ritmos circadianos”, las oscilaciones de las variables biológicas en intervalos de 24 horas cuya alteración puede provocar trastornos del sueño e incluso problemas psiquiátricos en los casos más graves.
“Lo ideal sería quedarnos con el horario de invierno en una decisión basada en la evidencia científica”
“Lo ideal sería que nos quedáramos con el horario de invierno y que sea una decisión basada en la evidencia científica desde todos los aspectos”, añadía el pediatra especialista en Medicina del Sueño Gonzalo Pin, al asegurar que se ajusta mejor “al reloj biológico” de las personas, porque la luz artificial y natural están más alineadas con los ciclos del sueño y vigilia. Por el contrario, el horario estival, con luz hasta tarde y cenas también tardías, genera “cronodisrupción”, un término que describe la falta de coincidencia entre nuestro reloj interno y los estímulos externos.
Afección en Euskadi
Y es que establecer el horario de verano (UTC+2) como fijo provocaría que, en Euskadi, el primer día del año se alargaría el día hasta casi las siete de la tarde, pero amanecería sobre las diez menos cuarto de la mañana, a diferencia de lo que ocurrirá el 1 de enero de 2026, cuando el sol saldrá a la 8.45 horas. Por contra, el mantener constante el horario invernal (UTC+1) llevaría a que en la víspera de San Juan, el día más largo del año, la noche se echara antes de dar las nueve. Eso sí, el gallo cantaría ese 23 de junio muy temprano para anunciar el alba, a las 5.30 horas.
Y eso, sin contar con la adaptación al huso horario de Greenwich, una hora menos (UTC 0), que es donde se ubica geográficamente la península Ibérica y el que rige en Portugal, además de en Reino Unido y Canarias. De hecho, era el que el Estado español manejaba antes de que Franco decidiera asimilarlo al de la Europa ocupada por la Alemania nazi. Asociaciones como ARHOE abogan por volver a lo que “le corresponde” a la vez que reclaman un pacto entre los agentes sociales para acompasar la actividad laboral y de ocio a ese horario. “Si se cambia solo la hora pero se mantiene el ritmo de vida actual, no tiene mucho sentido”, dicen.
“Ha llegado el momento de acabar por fin con los cambios de hora estacionales de cada año”
Implementación "complicada"
La propuesta de Sánchez de eliminar los cambios estacionales ha tenido buena acogida en las instituciones europeas. El comisario de Energía, Dan Jorgensen, ya reconoció el lunes que esa era “la vía más lógica para avanzar”. Y el jueves, el comisario de Transportes, Apostolos Tzitzikostas, aseguró que “ha llegado el momento” de acabar con las “complicaciones innecesarias” que acarrea esta práctica, al tiempo que desveló que sus servicios están realizando un análisis detallado sobre las implicaciones “legales y prácticas” que tendría la reforma. Para que salga adelante requiere el visto bueno de un 55% de los 27 países que representen a un 65% de la población. Y ya hay Estados miembros como Italia que remarcan que su implementación es “muy complicada”, en palabras de su ministro de Exteriores, Antonio Tajani. ¿Volverá a retrasarse el reloj del cambio?
Voces críticas contra la supresión de los cambios de horario desde el ámbito científico
La percepción como beneficiosa de la eliminación de los cambios horarios estacionales resulta mayoritaria en todos los ámbitos de la sociedad. Incluso en el económico hay estudios, como el publicado por la London School of Economics, que cifran en 754 euros per cápita al año el rédito que generaría especialmente suprimir el horario de verano, en parte por la afectación a la salud sufrida los seis días posteriores al cambio de primavera, el que conlleva una hora menos de sueño. Sin embargo, desde el ámbito científico también surgen voces discrepantes que abogan por dejarlo todo tal como está en la actualidad.
Es el caso del físico Jorge Mira, quien asegura que “no se está razonando como se tiene que razonar” en este asunto. Apunta el investigador de la Universidade de Santiago de Compostela que “en esta zona del mundo, desde siempre, los animales hacen su cambio de hora y los humanos de las cavernas también”. Y detalla que “un país tropical como Kenia, Ecuador o Colombia no tiene que hacer el cambio de hora porque el sol sale y se pone a la misma hora” todo el año. “Pero España sí tiene que hacerlo”, asevera Mira, ya que al estar fuera de la zona tropical tiene “unas diferencias de iluminación solar muy acusadas entre el invierno y el verano”. Por ello, “si prospera el anuncio de Sánchez”, el Estado español “se convertirá en un país tropical cuando no lo es”, afirma el divulgador gallego. Mira participó en 2018 en un Comité de Expertos creado por el Gobierno para analizar esta cuestión, el cual concluyó que no era “aconsejable” acometer ningún cambio “mientras no existiese un consenso compartido”.
En la misma línea se expresa otro físico gallego, José María Martín Olalla, quien ve “como algo político” el anuncio de Sánchez. A su juicio, “el cambio estacional de hora funciona socialmente para amortiguar cierto tipo de fenómenos”, debido a que “el verano es diferente del invierno y no es fácil mantener el mismo tipo de actividad”. Y también son distintas las circunstancias de las personas. “Quienes entran a trabajar temprano preferirán una cosa y los que entran más tarde”, señala el investigador de la Universidad de Sevilla. “El deseo de acabar con el cambio de hora puede ser muy natural, pero la dificultad es bastante grande”, apostilla.