A José Ignacio no le faltaba de nada. Casado y con dos hijas, tenía una empresa de servicios con 38 trabajadores. "Era el gerente y hacía la labor comercial", detalla este vecino de Deusto, que actualmente está en paro, aunque tiene "la vida resuelta". "Me quitaron el carné de conducir por dar positivo en una prueba de alcoholemia y tuve que vender el negocio porque necesitaba el coche para trabajar", explica.
De haberse puesto al volante habiendo consumido alcohol se arrepiente. Del vuelco que ha dado su vida tras cumplir su pena trabajando en beneficio de la comunidad, no. "En el momento fue traumático, pero he ganado en salud, tranquilidad y valores. Trabajar con chicos con parálisis cerebral ha sido una experiencia maravillosa", asegura.
A sus 57 años, José Ignacio no tiene reparos en reconocer que un par de malas decisiones pusieron su mundo patas arriba. "Fue en un control de alcoholemia, no hubo accidente ni nada. Nos puede pasar a todos. Creemos que no nos va a tocar y el día que te toca te das cuenta de que has metido el pie hasta dentro y sales escarmentado", confiesa. Cumplir la pena, la retirada de carné y "una multa importante" le han hecho "recapacitar para no volver a repetir esa actuación. Cuando vas a comer y beber, coges un taxi".
"No podía entregar el carné"
Tras superar la tasa de alcohol permitida, José Ignacio fue condenado en un juicio rápido a la retirada del carné de conducir. Segundo error. "Me lo retiraban en una semana. Mi labor comercial me obligaba a usar el coche para todo y veía que no era factible. No podía entregar el carné y que se me desmoronara la empresa, así que dilaté la ejecución de la sentencia", cuenta. En el juicio penal fue condenado a "un año de retirada del carné, más una multa, con la posibilidad de rebajar la pena haciendo servicios para la comunidad".
Fue entonces cuando, por fin, tomo la decisión acertada. "Me ofrecieron en cumplimiento de penas hacer unos talleres sobre educación vial en el mismo juzgado, pero me parecía muy pobre, no me llenaba personalmente. Pregunté a ver si podía hacer servicio para la comunidad de otra manera, en un comedor para gente necesitada o en residencias de personas mayores, y tuve la suerte de que me mandaron a una asociación de personas con parálisis cerebral", recuerda.
Durante un mes, en diciembre de 2020, José Ignacio estuvo en una residencia "haciendo compañía a niños con discapacidades de diferente índole". "Tenían limitaciones del habla, la vista o la movilidad, pero me integré bien. Me he sentido gratificado y mis valores han crecido porque he visto en primera persona su día a día. Habrá a quien le pueda parecer muy duro porque hay que tener paciencia, pero para mí ha sido fantástico", reitera.
"Te puede cambiar para bien"
Dice José Ignacio que "si tienes posibilidades y la vida más o menos resuelta", una experiencia como la suya "te puede cambiar para bien". "Puedes dar un cambio a positivo y tomar una decisión que si no, yo, por ejemplo, no habría tomado. Seguiría trabajando, el día a día, mi estrés, mis problemas... Ahora he ganado en salud, en tranquilidad y en muchas cosas que antes no visualizaba", reflexiona con sinceridad.
En la actualidad, José Ignacio está desempleado, pero tiene todas sus necesidades cubiertas. "No tengo ningún recurso económico más que lo que tengo mío tras vender la empresa, mis ahorros y unos locales con un pequeño alquiler. Con eso vivo", explica este hombre que se está tomando este tiempo "en plan sabático". Tengo casi todo pagado: la casa, los vehículos... Si mañana tengo necesidad, trabajaré porque no tengo ningún impedimento físico ni mental".