Es más que un presentimiento sociológico o una interpretación política. El último Deustobarómetro (fechado hace apenas quince días) refleja, por primera vez en su historia, la preocupación real de la sociedad vasca por los pocos nacimientos que hay en Euskadi. Y el asunto tiene pinta de ir a peor o al menos de estancarse en las actuales cifras, preocupantes para asegurar el reemplazo generacional. En 2020, el año de la pandemia [último con datos cerrados] hubo 14.739 cuando en 2012 fueron 20.533.La pandemia ha apretado lo suyo en este tiempo y ha hundido la natalidad en todo el continente, no solo en Euskadi. La inseguridad económica derivada de los ERTE, el miedo a los contagios en los hospitales y las consultas médicas, y la suspensión de los tratamientos de fertilidad debido al cierre temporal de las clínicas especializadas han puesto contra las cuerdas a esta pieza clave para la sostenibilidad del estado del bienestar, y la han resituado en la agenda de la mayoría de las instituciones europeas, incluidas las vascas.

Sin embargo, la caída de la fecundidad no es cosa reciente. Tampoco se puede imputar este fenómeno a la llamada generación millenial (personas nacidas entre 1981 y 1996). El asunto viene de lejos. De muy lejos. Así lo cuentan los datos recopilados por el Eustat-Instituto Vasco de Estadísticas. El análisis de sus gráficas permite fijar en el curso de 1976 el comienzo del declive demográfico en términos generales para el conjunto de la geografía vasca. Y es que por aquel entonces la media de hijos por unidad familiar era de 2,7 frente a los 1,3 de 2012 y los 1,2 de 2020.

Esto significaría que Euskadi se halla en “límites excepcionalmente bajos” ya que en 2020 ese índice se situó en 1,2 nacimientos por mujer (1,53 en la UE), lejos de los 2,1 necesarios, en opinión de las voces expertas en la materia, para el reemplazo generacional. El índice más bajo estaría en Bizkaia con 1,15 nacimientos por mujer mientras que en Araba y Gipuzkoa llegaría al 1,29 y al 1,26 respectivamente, según el Eustat. Y la recuperación de la descendencia no parece que se vaya a producir a corto plazo ya que las mujeres nacidas entre 2001 y 2005 prevén tener 1,1 hijos y los hombres 1,3.

Y en 2021...

Es decir, que la pandemia ha amplificado un problema que ya existía y tampoco hay ni rastro del nuevo baby boom vaticinado como consecuencia del confinamiento de marzo de 2020. Los datos más recientes tampoco apuntan a un cambio de tendencia. El primer trimestre de este 2021 hubo 3.289 nacimientos lo que supone un -12,5% con respecto al mismo periodo de 2020; el descalabro fue mayor aún en Bizkaia, con 1.612 partidas de nacimiento: -14,7%. Y durante el segundo trimestre se contabilizaron 3.523 (-2,9%) nacimientos en la CAV.

Desde el Eustat explican que en la casi totalidad de los países europeos se ha observado una disminución general de la descendencia a partir de 1940, no alcanzando el reemplazo generacional en las generaciones nacidas a finales de los años sesenta salvo en los países con una política familiar muy ambiciosa como Francia, Noruega o Suecia”. Euskadi no se quiere quedar atrás y ya trabaja en una batería de medidas e iniciativas para afrontar dos de los principales desafíos demográficos que las instituciones y la comunidad vasca deberán encarar en los próximos años: adelantar la emancipación e incrementar la natalidad.

Gobierno y diputaciones diseñan una estrategia común, con visión de país, para reconfigurar el modelo de ayudas por hijo a cargo y la subida de la cuantía, entre otras cuestiones. La idea en este caso concreto es “redefinir y unificar la ayuda que eleve los estímulos” que reciben las unidades familiares; y hacerlo con carácter progresivo, entre 2023 y 2030. Faltaría por concretar hasta qué edad se mantendrían esas ayudas, su cuantía y los criterios. El objetivo es que no haya motivos materiales o económicos que frenen los proyectos vitales de la juventud vasca.

Emancipación, estabilidad, conciliación,...

El programa se completaría con otras medidas como la gratuidad de las escuelas infantiles o la modificación de la legislación para que la perspectiva demográfica sea tenida en cuenta a la hora de elaborar normas, estrategias, planes o programas de inversión. También se habla de reforzar las ayudas y préstamos que faciliten la emancipación y la estabilidad. De hecho, ambas palabras son una constante en todos los estudios que tratan de echar algo de luz sobre el atascamiento demográfico.

Por ejemplo, el elaborado por Funcas -en base a las respuestas de tres mil jóvenes nacidos entre 1985 y 1999- concluye que el acceso a la vivienda es el factor más determinante a la hora de buscar descendencia. La probabilidad de tener hijos es del 31% entre quienes tienen casa propia frente al 8% de quienes viven en régimen de alquiler. La estabilidad en el trabajo, sobre todo de la mujer, es la otra variable que reforzaría la natalidad, como despacha un trabajo de investigación firmado por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona.

No obstante, la pandemia ha destapado otra dimensión, una realidad que afecta en exclusiva a una juventud que vive su segunda crisis en poco más de una década. Los millenial, que ya habían retrasado sus proyectos de formar una familia debido al reventón económico y financiero de 2008, se han encontrado ahora con un nuevo escenario de inseguridad, precariedad, desempleo, falta de apoyos a la natalidad y la conciliación,...

“Desvalorización”

La tormenta perfecta para que muchas parejas hayan renunciado a tener descendencia o se lo piensen dos veces antes de aumentar la familia. Desde Funcas temen que la generación millenial haya tirado la toalla. En realidad, las opiniones recogidas en su informe, lo aseveran: “El coste de los hijos en términos de autonomía personal y tiempo libre es el principal motivo para retrasar el nacimiento del primer hijo una vez que las necesidades del trabajo y vivienda están cubiertas”, concluye. Tener hijos es pues, el tercer objetivo vital. Lo prioritario es tener un buen trabajo (66%) y disfrutar del tiempo libre (48%).

Detrás de este modus vivendi -que es tendencia entre miles y miles de jóvenes- prevalecería una “desvalorización de lo que es tener niños, de la maternidad y la paternidad”, opinan desde el Observatorio Demográfico. La pandemia ha agudizado la situación, dando un empujoncito a quienes no quieren tener hijos (pasan del 16 al 18%) y a quienes quieren tener un único vástago, que pasan del 12,8 al 15,1% según un estudio del Instituto de la Juventud.

No hay fórmulas mágicas para estimular la natalidad. Ni siquiera los incentivos económicos porque incluso siendo generosos, únicamente cubren una parte de los costes de la crianza. Un informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada firmado por varias autoras alude a experiencias internacionales para “atenuar el desfase que existe actualmente entre el reloj biológico y el reloj social”. Hablan de facilitar la emancipación residencial y económica de los jóvenes, de redistribuir los costes y responsabilidades de la crianza entre las familias y el Estado, así como fomentar la igualdad de género y la corresponsabilidad en los cuidados dentro de la esfera familiar. Y en esas anda Euskadi.

Efectos

Explican desde el Instituto Vasco de Estadística-Eustat que el descenso de la natalidad en las últimas décadas “comportará una reducción en los próximos años de la población en edad reproductiva, incidiendo negativamente sobre la evolución futura del número de nacidos, incluso en un supuesto de recuperación de la fecundidad”.

0,9

En las últimas décadas se ha registrado una caída “muy acusada” en los niveles de fecundidad de la población, con una reducción del número medio de hijos por mujer de 2,7 en 1976 a niveles mínimos de 0,9 a mediados de los años noventa, seguido de una recuperación hasta los 1,34 hijos en 2012, y la “casi desaparición de los terceros hijos”.

1,15

Un documento de trabajo del Eustat constata que la fecundidad en Euskadi se halla “en límites excepcionalmente bajos” ya que en 2020 el promedio se situó en 1,2 nacimientos por mujer, por debajo de los 1,53 que se dan en la Unión Europea (último dato de 2019) y muy lejos de los 2,7 nacimientos de media habidos en 1976 y de los 2,1 necesarios para el remplazo generacional. El índice más bajo se observa en Bizkaia con 1,15 nacimientos, mientras que Araba llega a 1,29 y Gipuzkoa a 1,26.

Recorrido histórico. A lo largo de 2020 nacieron en Euskadi un total de 14.739 niños, lo que supone un descenso de 697, un 4,5% menos que en 2019. Ese año también descendieron los nacimientos con respecto al año anterior (-4,3%), una bajada que fue más acusada en 2018, del 5,8%, y en 2017 cuando llegó al 6,7%.