hace un año enterró la vida de Joaquín y Albertoescombrera de Zaldibar es hoy una cascada de terraplenes, paredones y taludes

De sol a sol y sin parar, aunque caigan rayos y truenos, cada día de media se mueven 5.000 m3 de residuos de los cuales 1.200 se examinan al detalle en la búsqueda de los restos de trabajador desaparecido.

Ayer, media docena de retroexcavadoras no paraban de mover residuos o tierra a distintas alturas de la ladera sumando ya 24.500 horas de trabajo. A su lado, camiones volquetes recogían la carga y la trasladaban por viales aplastados hasta las dos zonas donde se está depositando la mezcla de basura y terreno generada por el desprendimiento. En otros dos puntos, bulldózeres arrastraban piedras y las compactaban en una labor que acumula en el último año 4.900 horas.

Otro elemento trascendental generado es el dique a base de escollera y grandes rocas de cantera construido abajo para evitar que la lengua desprendida de vertidos llegue a la autopista AP-8. Todo el material acumulado pesa 47.173 toneladas, suficiente para llenar 1.888 camiones volquetes que, colocados uno detrás de otro, protagonizarían una hilera de más de 15 kilómetros.

Todo este proceso está generando una gigantesca ladera artificial conformada en terrazas a diferentes alturas que evitarán nuevos desprendimientos. Una intervención que, además, quiere ser la última. Por ello se está poniendo todas las técnicas y medios para evitar más daños medioambientales y tratar de paliar los originados con el desprendimiento.

Hasta la fecha se han extendido 140.000 metros cuadrados de láminas geosintéticas, material que impermeabiliza el terreno para evitar que los contaminantes líquidos que generan los residuos empapen la tierra. Cantidad suficiente para cubrir 20 veces el césped del campo de fútbol de San Mamés.

Buena parte de estas láminas soldadas de polietileno aíslan las zonas 6 y 9 ubicadas en la parte más alta de la escombrera, las primeras áreas que ya han sido selladas con arcillas. A su alrededor, una amplia red de piezómetros o sensores especializados vigilan que estos líquidos contaminantes no transpiren y desemboquen en las aguas subterráneas del entorno.

Preocupación medioambiental

Ayer, con la intensa lluvia caída, se podía observar un gran torrente de agua que se deslizaba domado por una conducción pendiente abajo, así como varias canalizaciones en los márgenes de varios taludes.

La preocupación medioambiental es máxima y a todos los niveles, según indicó la consejera Arantxa Tapia. Hizo referencia, por ejemplo, a “la calidad del aire en todo el entorno que ahora es total tras el incidente de diciembre”. Una campaña de vigilancia, ya concluida, le permitió ser tan contundente después de monitorizar 172 compuestos orgánicos volátiles, 16 hidrocarburos y otra cantidad idéntica de metales, dioxinas y furanos, además de fibras para detectar si había amianto, uno de los elementos peligrosos que admitió la escombrera. Ayer el aire estaba en el rango de cualquier otra zona urbana de Euskadi.

La intención confirmada por Josu Erkoreka es que, tras el hallazgo de los restos de Joaquín Beltrán, los trabajos continúen hasta sellar en su integridad todo el vertedero.

Pasará todavía tiempo hasta que este proceso cauterizador concluya, se proceda al cubrimiento de todo el terreno y se pueda revertir de forma estética los colores verdes que antaño inundaban esta ladera del alto de Egoarbitza. Todo se tapará pero nunca se podrá olvidar la crisis medioambiental y sobre todo que dos trabajadores dejaron su vida bajo miles de metros cúbicos de escombrera.

Cada jornada se mueven 5.000 metros cúbicos de residuos y tierra, de los que 1.200 se examinan al detalle en el operativo de búsqueda

Todo el vertedero será acondicionado y sellado después de que se hallen los restos del trabajador que quedan por encontrar