Este domingo entra en vigor el horario de invierno. Esto quiere decir que durante la madrugada del día 25, a las tres de la mañana volverán a ser las dos. A partir de entonces, amanecerá y anochecerá una hora antes, por lo que habrá más tiempo de luz solar por las mañanas y menos por las tardes.

En circunstancias normales, el cerebro de la mayoría de la población necesita apenas un día para adaptarse al cambio de hora, exceptuando los colectivos vulnerables: las personas mayores, con patologías, los bebés lactantes y las mascotas.

Sin embargo, en momentos excepcionales como el actual, hay que tener en cuenta otros factores para hablar de personas vulnerables, tales como el confinamiento, el teletrabajo, una menor interacción social, la soledad.

"Desde la neurociencia, lo que sabemos es que nuestro cerebro sigue una serie de ritmos biológicos, que tienen una periodicidad aproximada de 24 horas. Para eso, el sistema nervioso emite unas señales del entorno y, a partir de estas señales, regula estos ritmos biológicos. Cuando hacemos un cambio de hora, nuestro cerebro tiene que readaptar esas señales al cambio que hemos establecido", explica Diego Redolar, Profesor de Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).

Los efectos del cambio de hora en los biorritmos son similares al jet lag, aunque menos bruscos. "Si vamos a un país con una diferencia horaria de seis horas, necesitaríamos seis días para adaptarnos al cambio horario, en un camio de una hora, en un día es más que suficiente epa raque nuestro cerebro se pueda adaptar", apunta Redolar.

En el contexto actual, este cambio horario, que va a suponer que anochezca una hora antes, puede ayudar a reducir la actividad social en torno al ocio que tanto solicitan las autoridades sanitarias para frenar la curva de la pandemia. Sin embargo, puede hacer que la adaptación sea más costosa para aquellas personas que han visto modificada sus rutinas de forma considerable.

"El cerebro necesita una serie de señales; una es la luz, otra son las rutinas que hacemos en el día a día. Una situación de confinamiento o cambios como los que vivimos ahora pueden redundar negativamente sobre estas señales, porque se diluyen. Si en ese contexto generas un cambio de hora, el proceso de adaptación va a ser mucho más costoso", apunta el experto en neurociencia.

Además, el hecho de perder la interacción que supone acudir al puesto de trabajo, el no poder salir a tomar algo o reunirse con los amigos, unido al retraimiento social que suele conllevar que anochezca más temprano puede redundar en un impacto emocional, apunta Redolar.

Es por ello que recomienda "mantener las rutinas en la medida de lo posible". "Si estamos teletrabajando, levantarnos a la misma hora que si fuéramos al lugar de trabajo, desayunar, ducharnos, hacer la cama, bajar a la calle. Esto es muy importante, porque nuestro cerebro necesita ese contacto con el exterior, aunque sean 10 o 5 minutos. Aunque parezca una tontería, estamos ayudando a nuestro sistema nervioso a establecer esa regulación de los ritmos. Además, hacer deporte al aire libre puede redundar positivamente a que esa adaptación sea mejor", señala Redolar.

FIN DEL CAMBIO DE HORA, ETERNO DEBATE

La razón para realizar este cambio ha sido siempre el ahorro energético. Según los datos del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE), el ahorro energético en el Estado español es de un 5%. Este porcentaje equivale a, aproximadamente, unos 300 millones de euros. De esta cantidad, 90 millones corresponderían al consumo doméstico (unos 6 euros por hogar), y el resto, a la industria o a la iluminación de edificios de servicios.

La Comisión Europea se ha propuesto que el último año con cambio de hora sea el 2021. Así, los países que se queden con el horario de verano (+2 GMT) deberían hacer el último cambio el próximo 28 de marzo, y los que opten por el de invierno (+1 GMT), en octubre.

El Gobierno español nombró un comité de expertos para decidir si el Estado se queda con el horario de verano o el de invierno, pero de momento no se ha llegado a una decisión.

Los expertos defienden que el horario de invierno permite una mejor adecuación entre la luz natural y el ritmo de actividad de la mayoría de la población. Sin embargo, desde los sectores vinculados con el ocio, como la hostelería, se defiende habitualmente el horario de verano, porque el anochecer tardío facilita la socialización y las actividades fuera de casa.