- “Lo imposible lo consigo al momento, para los milagros necesito un poco más de tiempo”. ¿Milita el Ararteko en esta encrucijada del conseguidor?

—Cuando alguien acude al Ararteko lo hace en situación de angustia personal, por lo que tenemos ratios de respuesta que intentan ser lo más rápidas posibles, pero no depende solo de nosotros. Por eso los milagros muchas veces se hacen esperar más de lo deseable. Y ahora las administración están todavía un poco desbaratadas por la crisis, se están adaptando, y tenemos en ciernes un nuevo gobierno que espero se forme rápidamente y el Ararteko tiene que ver cómo funcionará a partir de septiembre. Quizá los milagros tengan que esperar un poquito.

¿Sigue mereciendo la pena luchar por defender los derechos de los ciudadanos más desfavorecidos, más allá de las leyes que ya existen, bien con el ánimo de que cambien las existentes o se ejecuten mejor o se dicten nuevas?

—Ese es el propósito del Ararteko. Nosotros examinamos cada queja que nos llega y vemos si tiene razón. En el 80% no hace falta casi ni abrir un expediente, porque en la mitad de los expedientes abiertos la citación tenía razón desde el principio y, a veces, pedimos que por motivos humanitarios se intente flexibilizar. Sabemos que jurídicamente está bien, pero insistimos para que se dé una explicación más humana. Los casos a favor y en contra de la Administración oscilan entre el 49-51% .

Normas, obligaciones, prohibiciones... ¿Aumentará nuestro estrés personal y social a niveles insoportables? ¿Qué propondría?

—Sí, parece que esta crisis está provocando consecuencias en el orden económico, personal y social con alteraciones psicológicas y psiquiátricas serias, según advierten los especialistas. El Ararteko poco puede hacer. Solo nos queda pedir que funcionen bien los sistemas públicos que atienden a estas personas y que lo hagan como es debido a quienes se hayan quedado aisladas o más golpeadas. La pandemia está generando una problemática que el sistema público debe abordar.