El buque de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) Aita Mari, retenido en Palermo desde primeros de mayo, ha partido este viernes del puerto siciliano con dirección a su base en Pasaia tras recibir la autorización de las autoridades italianas.

SHM señala, sin embargo, que "la amenaza de bloqueo sigue pendiente" en el caso de que este barco vuelva a entrar a aguas de aquel país.

Esta ONG ha hecho público un comunicado en el que asegura que estos 49 días "bloqueados" por el Gobierno de Italia en Palermo, le han costado "más de 55.000 euros en tasas portuarias especiales, de inspección y suministros", ante los que no han tenido "opción a recurso".

El Aita Mari rescató el pasado 13 de abril a 44 personas que se encontraban a la deriva en el Mediterráneo y tras recibir instrucciones por parte de Italia, desembarcaron a los náufragos en Palermo.

SMH denuncia que "fue en ese momento" cuando la Administración italiana decidió someterles a una inspección, después de la cual "apuntaron ciertas deficiencias en el barco que no corresponden con su categoría ni sus dimensiones".

"Desde entonces, hemos negociado con la Autoridad marítima italiana un permiso que nos permita volver a Pasaia y realizar un mantenimiento a bordo. Aunque, como es evidente, nunca podremos adecuar el buque a las exigencias italianas si, por dimensiones, estamos exentos".

Para esta ONG, Italia "está yendo en contra de la normativa marítima internacional" como una manera de "evitar" la navegación del buque de salvamento.

"Puesto que, en el pasado, todos los procesos legales y judiciales contra la flota solidaria fueron nulos, han adoptado esta postura de acoso para desincentivar que la sociedad civil conozca qué hace Europa en el Mediterráneo con las personas migrantes", recalca.

Añade que esta estrategia, "igualmente aplicada" al buque Alan Kurdi, de la organización alemana Sea Eye, que dejó ayer Palermo, "es la última ocurrencia de los países europeos para atacar a las ONG de rescate".

"Con este agravio económico trastocan los esfuerzos de decenas de voluntarios que dan su tiempo para hacer navegar al Aita Mari. Y, además, genera incertidumbre al resto de buques solidarios. Tras este último varapalo, tenemos que evaluar nuevamente las opciones para volver, lo antes posible, a asegurar el derecho a la vida en el mar", enfatiza.