El beasaindarra Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología en la Universidad de Deusto, reconoce, con el paso de los días y desde la tranquilidad de su casa, que vio la muerte "cerca". No en vano, estuvo afectado por el coronavirus y tenía varios factores considerados de riesgo: "Tengo 78 años, sufría ya de insuficiencia respiratoria y me sobran kilos porque hago una vida muy sedentaria". Sin embargo, venció al virus, lo que supone un buen ejemplo de que, pese a todo, esta enfermedad "se puede superar, claro que sí".

Elzo acudió a su centro de salud el pasado 19 de marzo: "No tenía fiebre, pero me sentía muy cansado desde varios días antes. Me hicieron varias pruebas y me mandaron para casa, pero mi médico de cabecera insistió para que me realizaran la prueba del coronavirus y dio positivo". Al día siguiente ingresó en la Policlínica. "Estuve once días. Al principio estaba un poco acojonado y preocupado, la verdad. El médico me dijo que tenía bastante cogidos los pulmones y que ya tenía una edad... Cuando ingreso y hablo con el médico pienso que igual me quedo aquí. Vi la muerte cerca".

Después de "dos o tres días" ingresado, Elzo cuenta que su situación "fue mejorando" gracias a una medicación, la cloroquina. "Sé que es una medicación que ha creado polémica y que es muy criticada. En algunos sitios han dejado de darla porque no era eficaz, en otros han vuelto a darla... A mí me ha salvado. El cuarto día estaba mejor y empecé a pensar que salía de esta. La tranquilidad no la había perdido en ningún momento, pero sentí mucha alegría. Cada día que pasaba era uno que ganabas al bicho. A partir del quinto día o así el médico era cauto, me decía que no sabíamos qué podía pasar, pero que estaba estable y que eso era una buena señal. Un par de días después me comentó: Parece que vamos a ganar. Me bajaron la dosis de oxígeno, luego me la quitaron y me dijeron que si después de un par de días sin oxígeno se mantenía la auscultación pulmonar, me podía ir a casa". En total fueron once días ingresado.

El miembro de Eusko Ikaskuntza y de la Real Sociedad Baskongada de Amigos del País no llegó a estar en cuidados intensivos: "Cuando se planteó la posibilidad, me negué rotundamente. Dije que no quería entrar en la UCI, que si me tenía que morir, prefería morirme en casa y si no se podía, porque era un follón, en la habitación del hospital. Quería ser dueño de mi muerte. Hice valer que mi mujer y yo tenemos hecho un registro de últimas voluntades y el médico lo aceptó". Elzo no quería estar "aislado, entubado y sin poder hablar con nadie". "En la habitación ya estaba aislado físicamente, pero no emocionalmente, porque gracias al móvil me mantenía en contacto con la familia y con muchos amigos. El aislamiento fue duro pero llevadero porque estuve muy conectado". También la labor de los sanitarios resultó fundamental: "El trabajo de todo el personal fue excelente, me ayudaron mucho en todo. La pena es que no conozco su cara porque iban tapados de arriba abajo".

"Lección de humildad"

Elzo reconoce que "en realidad, es una lucha en la que poco puedes hacer. Hay una incertidumbre". "Al ingresar le pregunté al médico: ¿Qué podemos hacer? Respondió: Lo que estamos haciendo... y tocar madera". Sus "convicciones" le ayudaron a sobrellevar estos duros días iniciales: "No creo que Dios me haya curado el coronavirus. No por rezar, Dios me ha curado a mí y no a todos los que han muerto, pero mis convicciones me ayudaron a la hora de afrontar la enfermedad. Pensaba: si tengo que morir, me muero".

El sociólogo, que permanece aislado en casa con su mujer y que en un par de semanas será sometido a nuevas pruebas para saber si tiene anticuerpos, considera que toda la situación creada a raíz del coronavirus "da para pensar mucho": "Por un lado hay una parte de azar. Yo me he curado porque me he curado, pero tenía factores de riesgo. También debemos estar agradecidos al mundo científico. Y esto supone una lección de humildad. De pronto nos viene un virus que prácticamente nadie había previsto y del que no sabemos cómo vamos a salir. Todavía hay quien piensa que la tecnología lo soluciona todo. Pensábamos que lo sabíamos todo y un simple bichito que no sabemos exactamente de dónde viene ha sido capaz de poner patas arriba toda la economía del mundo".