Suecia ha apostado por un aislamiento light en el que las que escuelas, cafeterías, bares, gimnasios y restaurantes se mantienen abiertos durante la propagación de la pandemia. Mediante estas suaves restricciones, el país busca una inmunidad comunitaria y explica que de esta manera minimizarán el impacto sanitario a largo plazo.

Estas medidas pueden tener sentido en un país en el que los hábitos sociales son muy distintos a los de los países mediterráneos, ya que, como explica el iruindarra Fabio Purroy Huici, hijo del exjugador del Athletic Carlos Purroy, que reside en el norte de Suecia desde el 17 de enero, los suecos "viven en una cuarentena intrínseca".

Purroy, de 23 años, viajó a la Laponia sueca antes del estallido de la pandemia para continuar con su carrera de Ingeniería Mecánica, que compagina con su afición por la fotografía. En Luleå, en la provincia Norrbotten, a diez horas de Estocolmo, el joven vive en una especie de cobijo en medio de toda esta tormenta en donde "la vida apenas ha cambiado". "Aquí el tema del covid-19 se ve como algo muy lejano. En mi zona hay algunos casos, pocos, pero todo ha evolucionado muy bien. Es como si estuviera en un mundo ideal dentro de este apocalipsis", explica Purroy. "Aquí, en el norte de Suecia, donde apenas hay restricciones, este modelo tiene sentido porque el contacto humano es muy difícil", aclara.

La clave de la leve propagación de la pandemia, según el navarro, es que los escandinavos de por sí no socializan como en los países del sur de Europa, donde la cultura es mucho más "de calle".

La realidad de Purroy y de los demás estudiantes que residen en esta provincia no ha variado apenas, ya que, como explica, "antes o después de la pandemia lo que hay aquí para hacer es lo mismo: no mucho".

El estudiante de Ingeniería confiesa que antes de que saltasen las alarmas "sí que había más ambiente, porque había más estudiantes". "Antes nos reuníamos más. Los viernes hacíamos fika, como llaman los suecos a reunirse para beber café y charlar. Ahora preferimos no hacerlo, aunque esté permitido", dice.

Muchos de sus compañeros, especialmente franceses y alemanes, han preferido volver a sus países, pero él y los demás españoles de la provincia decidieron continuar el curso en Luleå. "Desde el primer momento decidí que no iba a volver. Mientras todo estuviese controlado en Norrbotten y pudiese salir, me negaba a perder esta oportunidad. Por ahora no me arrepiento", confiesa.

El Gobierno sueco no prohíbe los paseos ni reuniones de grupos de menos de cincuenta personas, aunque como explica Purroy, los ciudadanos evitan estas actividades "por conciencia propia". "No necesitan restricciones porque se sienten responsables y saben que ellos mismos lo van a cumplir. De hecho, una amiga mía me vino a buscar y me dijo que no me iba a saludar y que me sentara en la parte de atrás de su coche", narra.

El navarro admite que le cuesta mucho imaginar la situación que se vive en los países más azotados por la pandemia, ya que, confiesa, se siente en un entorno "de seguridad" donde la preocupación es prácticamente nula. "Cuando veo todo lo que está pasando en España, tal y como estamos aquí, no me hago a la idea."

Inmerso en la cultura escandinava, Fabio Purroy pasa una peculiar y privilegiada cuarentena descubriendo el archipiélago de la Laponia sueca montado en sus esquíes y junto a su mejor compañera, la cámara de fotos: "Como la mayoría de gente de la zona, dedico mi tiempo libre a la naturaleza. Esquío por el mar congelado, por lagos y bosques y lo fotografío todo. Como hay tan poca gente te encuentras solo. Es algo que hacía antes de que se declarara la pandemia y lo sigo haciendo ahora prácticamente todo los días".

"Aquí las restricciones son más leves, porque los suecos viven en una cuarentena intrínseca"

Estudiante de Ingeniería Mecánica