- En algunos grupos de WhatsApp no se comparten gracietas sobre el confinamiento, sino “situaciones terribles”. Lo dice una empleada de hogar sudamericana, a la que le cuentan un drama tras otro. “A una amiga que trabajaba de externa en Algorta le han dicho que no vaya y que no le van a pagar. Ella pedía, al menos, la mitad del sueldo para poder sobrevivir. Estaba muy agobiada. A otra amiga, interna, le han exigido que se quede con la señora también sus días libres sin remuneración. Como no tiene papeles, le han dicho que si no, que se vaya”, relata.

Ella misma, que cuida a una persona mayor ocho horas al día de lunes a viernes en Bilbao, se ha visto obligada a asumir también el turno de fin de semana, lo que supone “más carga” de trabajo. “La chica que lo hacía venía de lejos y ahora no puede. Estoy todo el día yendo y viniendo de mi casa a la de la señora, con miedo a contagiarme por ella, que es de altísimo riesgo, y por mi hijo, que ahora está todo el día en casa. Si esto se alarga mucho, no sé si podré aguantar”, se desespera esta trabajadora, que acaba la jornada “agotadísima y con la incertidumbre de no saber cuánto va a durar esto”. “A todos les afecta de alguna u otra manera esta situación, pero a las empleadas de hogar el coronavirus nos ha tocado durísimo”, da fe.

El desgaste que sufre es mayor, si cabe, por la enfermedad mental que padece la persona a la que cuida y la imposibilidad que tiene ella de desconectar ni un solo día. “Le dan ataques de ansiedad y es una situación terrible, que voy lidiando como puedo. Hay días que llego muy desesperada a casa. No puedo ni dormir pensando que el día siguiente va a ser igual de agobiante”, se sincera. Desbordada, no sabe cómo poner freno a esta situación. “Si digo que no puedo ir también los fines de semana, tengo miedo a que me digan: Pues la llevamos a una residencia y quedarme yo en el aire”, reconoce.

Tampoco lo tiene fácil a la hora de protegerse cuando va a comprar o en su propio trabajo. “No encontraba guantes, para el aseo personal y la limpieza, ni mascarillas. Me las hice con una compañera. Es todo como una pesadilla. Como si estuviéramos en una película de terror, que no sabes cómo va a acabar. Todo esto emocionalmente me está afectando”, se lamenta.

Asegurada de lunes a viernes, las horas extras del fin de semana se las pagan aparte. “Me han dicho que hay alguna ayuda para nosotras, pero tampoco te va a cubrir alquiler, agua, luz, colegio...”, enumera. Aunque ella sigue percibiendo su sueldo, los gastos, al comer su hijo en casa y no en el cole, son mayores. “Tienes que estirar el dinero como puedes para mandar a la familia e intentar guardar un poco porque no sabes cuánto va a durar. Es para volverse loco”, dice.

Si esta mujer está saturada de trabajo, a María, compañera de profesión, autóctona, le falta. “Cuando empezó todo esto, como estoy bien, tenía intención de seguir yendo a las casas, pero me dijeron: Ni se te ocurra venir, no vaya a ser que cojas por el camino lo que sea”, comenta. Su ausencia, como era de esperar, ha ido acompañada de una merma en sus ingresos. “Mi sueldo se ha quedado en la mitad. Puedo estar así dos o tres meses, pero no mucho más porque estoy pagando la carrera de mi hija”, explica esta externa, que trabaja en media docena de casas, pero solo en una de ellas con contrato. En otras dos, dice, aunque “no estoy asegurada, cuando tengo vacaciones o falto algún día me pagan de igual manera”. En el resto solo cobra si trabaja. “Sin contrato no puedes exigir nada. Yo tengo el resguardo de los que me están pagando, pero las que no tengan nada... Es una faena”, reconoce y se muestra “comprensiva” con una viuda a la que le limpia la casa. “Le ha quedado la pensión mínima y tampoco puedes exigir. Cuando vivía el marido, en navidades me daban un cachito de paga”, recuerda.

La “suerte” que tiene María, que se antoja de buen conformar, es que las personas para las que trabaja “son pensionistas” o siguen desempeñando sus profesiones desde casa, por lo que confía en que la crisis que se avecina no les afecte y sigan contando con sus servicios. A lo que ya está dando vueltas es a lo que le espera cuando se reincorpore. “Voy a tener que limpiar lo que no se ha limpiado en dos o tres meses. Todo lo que se acumula, sobre todo, plancha”.

“Si digo que no puedo ir también los fines de semana, tengo miedo a que me digan que la llevan a una residencia”

Empleada de hogar migrada

“Mi sueldo se ha quedado en la mitad. Puedo estar así dos o tres meses, pero no mucho más”

Empleada de hogar autóctona