Las residencias son uno de los lugares donde mayores estragos está provocando la pandemia. Y los mayores que viven en ellas, así como los trabajadores que cuidan de ellos, uno de los colectivos, junto a los sanitarios, más golpeados por el coronavirus. El pasado sábado -últimos datos oficiales- se contabilizaban 601 usuarios y 491 trabajadores infectados en 37 de los 155 centros del territorio, y 182 fallecidos, 33 con covid-19, únicamente durante marzo. De puertas adentro, puertas que llevan blindadas casi un mes para tratar de limitar los contagios, miles de mayores y sus cuidadores tratan de rehacer un día a día que la epidemia ha hecho saltar por los aires, tratando de que acusen lo menos posible los cambios. Así se vive en la residencia de Leioa.

Saioa Lopategi ayuda a Daniel Nieva a acomodarse en la silla. Sobre la mesa está ya preparada una tableta, que intenta conectar a una videollamada. Su hija Soraya saluda desde el otro lado de la pantalla. "Aita, ¿qué tal estás?", le pregunta. Y el rostro del hombre se ilumina. En el centro realizan alrededor de cuarenta conexiones de este tipo al día, una de las medidas para que, en lo que es posible, sus usuarios sigan manteniendo el contacto con sus familiares. "Para ellos, en estos momentos, son lo más; se ha convertido en el momentazo del día", asegura la fisioterapeuta.

Como en el resto, en este centro no solo se han terminado las visitas; ya no hay clases grupales, ni de gimnasia, ni de manualidades; los residentes apenas pueden salir de su planta, y ni siquiera siguen sentándose con sus compañeros de mesa en el comedor. Demasiado para unas personas para las cuales las rutinas y las certezas lo son todo. "Se está haciendo largo, porque ya llevamos un mes con medidas excepcionales", admite Lopategi al otro lado del teléfono cerca de las 15.00 horas, recién terminada la ronda de videollamadas. Tratan de que todos los residentes hablen y puedan ver a los suyos, aunque sea de forma telemática, al menos una vez por semana.

La primeras medidas llegaron a principios de marzo al gimnasio; empezaron a bajar solo los residentes de dos plantas, luego solo de una... "Al final, las plantas se blindaron y las actividades las podíamos realizar solo en cada una de ellas", enumera Lopategi en relación al ámbito de fisioterapia. Pese a todo, dos profesionales y dos terapeutas tratan de mantener todas las actividades que pueden. "Hoy, por ejemplo, he llevado la tableta y un altavoz pequeño, y con un poco de música hemos estado haciendo un poco de gimnasia grupal. Otro día jugamos al bingo, que antes solo lo hacíamos los viernes, con medidas excepcionales, como limpiarse las manos antes y después, desinfectamos todas las fichas. Estamos poniendo cine en cada planta con las películas que a les gustan... ¡Las de Marisol son un éxito!", enumera. Incluso pueden permitirse, bajo un estricto protocolo, dar algunos paseos por los jardines o sentarse al sol en un banco. Pero, sin lugar a dudas, el momento estrella son las videollamadas. "Son lo más; es llevar la tableta y ya están todos levantando la cabeza a ver a quién le toca", sonríe Saioa. "Es superbonito, es una gozada porque siempre hay una interacción, bien hablando o bien por gestos: Hay cariño, ternura... Les está dando la vida. Es muy motivante para ellos, les saca de esa soledad y de las dudas que tienen de por qué no vienen. Todos necesitan esa videollamada, desde el que está en cuidados paliativos al más activo".

Demasiados cambios

Entre tanto cambio, en el centro de Leioa -que no pudo evitar que el coronavirus traspasara sus muros, aunque actualmente no hay ningún afectado-, la plantilla trata de que los usuarios, muchos mayores pero también personas con discapacidad, en exclusión o con patologías psiquiátricas, mantengan unas rutinas que les ayuden a sobrellevar el día a día: levantarse a la misma hora, arreglarse, hacerles sentir guapos, hacer de la hora de la comida una fiesta... "Son personas muy vulnerables y los cambios los descolocan. Esas rutinas son importantísimas para ellos", destaca. Y al otro lado están ellos, los profesionales, que día a día cuidan con dedicación personalizada, más si cabe estos días, a quienes más cariño necesitan. "Está siendo agotador, pero ahora lo somos todo para ellos y no podemos fallarles".

"Esas llamadas les están dando la vida; todos las necesitan, desde el paliativo al más activo"

Fisioterapeuta de la residencia de Leioa