Bilbao - A veces parece que el feminismo nació con el Me too, pero la igualdad de género es una lucha en la que se han fajado muchas mujeres, con anterioridad. Una de ellas es Cristina Almeida (Badajoz, 1944), cuya actividad como letrada y política ha sido fundamental en el reconocimiento de los derechos de la mujer en el Estado. El auditorio que acudió al debate entre Almeida y la exmagistrada del Tribunal Supremo (TS) Adela Asua, dentro de las jornadas Justicia Patriarcal organizadas por la Facultad de Derecho de la UPV/EHU, se quedó con ganas de más, ya que ambas demostraron que son dos gigantes en lo suyo y en lo de todas.

Han tenido que pasar tres años para que el TS dicte que la agresión de ‘La Manada’ no fue abuso sino violación. ¿Estamos ante el principio del fin de la justicia patriarcal o es un lavado de imagen de un sistema judicial que ha dejado en evidencia su sesgo machista?

-No estamos ante el fin de la justicia patriarcal porque una sentencia no pone fin a siglos de patriarcado, pero es muy importante porque sienta jurisprudencia. Es un fallo muy interesante porque no solo delimita lo que es violación, sino porque sienta las bases de cómo se tienen que juzgar este tipo de delitos porque hasta ahora ha habido mucha capacidad de interpretación.

Esta pregunta se presta a una doble interpretación, pero la voy a hacer. ¿El TS habría dictado esta sentencia si no hubiera habido la reacción social que hubo contra la sentencia?

-Una de las causas que ha influido mucho ha sido la presión social. A las mujeres no se nos convocó a salir a las calles para protestar y ese día fuimos miles y miles. No se lo esperaban, de hecho no había ni policía frente al ministerio. Yo mantengo que la Constitución dice que la justicia emana del pueblo y la aplican los tribunales. Esa crítica tan inmensa que sale de la indignación de nosotras ha influido, pero sobre todo que el TS ha sabido analizar los hechos de otra manera por el convencimiento de que hay que interpretar las leyes con otra perspectiva. Saben que ya no nos convencen y que cuando nos agreden a una nos agreden a todas, lo que crea otro sentido de la justicia.

El TS dice que lo sucedido en Iruñea en 2016 no fue una “juerga”, como alegaban los acusados y sugería alguno de los jueces, sino una violación cuyos autores actuaron “con pleno conocimiento” de que su comportamiento atentaba contra la libertad sexual de una chica de 18 años. ¿Cómo es posible que entre los 17 jueces del Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa (TSJN) uno defendiese la absolución, otros el abuso y otros la agresión sexual?

-Porque el artículo tiene tantas posibilidades de interpretación que puede darse esa disparidad de interpretación. Por eso el Convenio de Estambul dice que en los delitos de violencia sexual hay que dar muy pocas alternativas para juzgar un mismo hecho. Por eso hay que adaptar las leyes a este convenio y al Pacto de Violencia de Género, aunque esté aparcado y descolorido porque no hay financiación.

El presidente del TSJN, que confirmó nueve años por abuso, dijo que el fallo del TS no les deja en mal lugar y que los procesos judiciales no son “matemáticas”. Quizá matemáticas no, pero ha quedado en evidencia que el Código Penal está a merced de las consideraciones morales e ideológicas del magistrado de turno. ¿Confía en que su reforma ayudará a unificar criterios?

-Hay que ir perfeccionando la ley, pero, sobre todo, hay que ir perfeccionando a los jueces porque no pueden aplicar su concepto de la sexualidad, de la vida? Hay una implicación personal que ellos la quieren aplicar a nivel legal, por eso hay esa disparidad de interpretaciones. Por eso hay que adaptar la ley al Convenio de Estambul y reducir las alternativas de interpretación. La formación de los jueces es fundamental porque si no hay una revictimización de la víctima, cuando debemos sentirnos protegidas.

Como pionera y defensora de las libertades, ¿cree que es compatible más de 1.000 asesinadas desde 2003 con un estado de derecho?

-Cómo va a ser compatible, pero es verdad que vamos asimilando esos asesinatos como algo normal. No me explico que nadie examine que demos por natural esta masacre. Creo que cada vez hay más preocupación. Antes los ayuntamientos ni realizaban concentraciones de protesta. Es cierto que hay una mayor sensibilización, pero no hay nadie que se haya replanteado la situación.

Tenemos leyes pioneras en materia de género, pero no se acompañan con recursos sus medidas, que van desde la educación al acompañamiento de las víctimas o la formación de los profesionales de la Administración de la Justicia.

-Sin financiación no hay aplicación de la ley, Esto es como lo de Rajoy con lo de la Ley de Memoria Histórica.

¿Qué hay tras la reacción de la ultraderecha que niega la violencia de género?

-Una vuelta al pasado. Ellos no quieren identificar a las mujeres como sujetos no sumisos. El franquismo nos trajo dos cosas: la pérdida de libertades y un modelo social contrario al desarrollo de las mujeres. Lo que quieren es evitarlo con la promoción de leyes que empoderen a las mujeres de forma que los hombres sientan que han perdido su capacidad de dominio.

¿El hecho de que partidos que están en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género asuman con la boca pequeña estos planteamientos, legitiman el discurso de Vox?

-Son intereses políticos y en el juego político solo interesan los sillones. Cuando veo a los de Ciudadanos yendo a la manifestación del Día Orgullo y el titular es que les han pitado, es como si yo voy a una mani antiabortista con una pancarta a favor del aborto libre y gratuito; es que no salgo viva. Los de Ciudadanos no legitiman nada con una foto, pero lo legitiman con algo peor, que es gobernar y depender de la extrema derecha.

Desde los Sanfermines de 2016 al día de hoy ha habido 100 ‘manadas’, decenas de asesinadas, incontables maltratadas. ¿Cuánto hay que esperar para que las víctimas tengan una justicia justa y reparadora?

-Yo creo que no habrá que esperar tanto porque se empiezan a hacer cosas. Es verdad que las leyes protegen y penalizan, pero los que matan, agreden y violan son otros. Se están dando pasos, la víctima de La Manada escribió una carta porque se había sentido protegida por las mujeres y el poder transformador del feminismo es la esperanza del cambio.