bilbao - “Si no te toca, es algo que no sabes que pasa”. Es lo primero que dice la bilbaina Nuria Urtaran al explicar la batalla que libra contra las secuelas que le dejó una operación de miopía con la técnica Lasik. Eligió esta opción en 1996, cuando era una técnica novedosa y bastante más cara que hoy en día, empujada por las ganas de no tener que usar lentes de contacto. “La primera vez que me operaron me dejaron un poco de miopía y me tuvieron que volver a hacer un retoque al de dos o tres meses”, explica a DEIA, “estuve tres meses con lágrimas artificiales y he estado sin problemas muchos años”. Pero en 2016 empezaron a manifestarse secuelas graves: “Empecé a sentir como si tuviera arenilla en los ojos. Fui de oculista en oculista y me decían que era una especie de conjuntivitis, pero no se pasaba. Luego me dijeron que tenía ojo seco y que con las lágrimas artificiales se me iba a pasar, pero aquello iba en aumento. La arenilla seguía y el dolor era horroroso. Era como tener agujas constantemente en los ojos. No se puede describir de otra manera. Y no se pasaba con nada. Solo quería que llegase la hora de dormir para meterme en la cama y cerrar los ojos”.

Buscando soluciones, Nuria dio con la asociación Asacir, que le puso en contacto con una especialista en Valladolid que, por fin, dio con la solución: “Ella me dijo que tenía un ojo seco severo, que tenía muy poca lágrima y que tenía una inflamación. Me confirmó que el origen de todo estaba en la operación: te cortan el nervio y queda dañado. Yo he tenido la suerte de que tardó en aparecer la molestia”.

La doctora le impuso un tratamiento de antiinflamatorios, lágrimas artificiales y un suero autólogo. “Te extraen sangre de tu organismo, lo convierten en suero y te lo echas en los ojos”, explica Nuria, “en mi caso he podido dejar todo menos el suero, que me lo echo dos o tres veces al día”.

Además de este suero diario, Nuria vuelve a tener algo de miopía y tiene problemas para conducir de noche. “Yo tenía 27 años entonces y no me dijeron que con el tiempo podía volver a empeorar mi vista”, lamenta echando la mirada atrás, “en esa época estuve al borde de la depresión. Era espantoso. Era un dolor que solo mitigaba cuando estaba durmiendo. Por el día era insoportable. Es normal que entres en depresión, porque te cambia totalmente. Si te dijesen los problemas que puedes tener, mucha gente no se operaría”. - A. Gondra