bilbao - “El hombre que se educa es aquel que aprende a aprender”. La célebre cita viste como un traje hecho a medida al bilbaino Luis Ortiz Alfau, quien bajo su txapela poseía una de las mentes más lúcidas de la capital vizcaina. Exmiliciano y exteniente republicano, testigo del bombardeo de Gernika-Lumo, cooperante centenario del Banco de Alimentos de Bizkaia durante 22 años, socio del Athletic, viajero, con cuenta de Facebook, soñador y apasionado del arte era uno de los últimos quince combatientes antifranquistas del Ejército de Euzkadi que registramos en DEIA con vida.

Como curiosidad, a la edad de 94 años, se presentó además a las elecciones municipales de Bilbao en la lista electoral del PSE-EE que encabezó Txema Oleaga. Fue uno de los soldados del lehendakari Aguirre que dio testimonio ante la jueza María Romilda Servini de Cubría, en la querella vasco-argentina. “¡Quedamos cuatro gatos!”, reaccionaba ayer el gudari José Moreno, del Batallón San Andrés al notificarle la pérdida de Ortiz Alfau. “Manteníamos la amistad de cuando nos juntábamos en el homenaje anual de La Huella, en Artxanda. Luis era una persona muy franca, como lo éramos todos los gudaris. Él era uno más. Es una pena que nos vayamos muriendo todos y que los que quedamos no seamos recordados en vida”, aprovecha el centenario jarrillero para reivindicar una mayor atención.

Como la película de John Wayne, Ortiz Alfau era el hombre tranquilo. Nunca forzó una palabra más alta que la anterior. Su transmisión del mensaje era limpio, aséptico, sin atisbo de rencor ni menos odio alguno. El pasado 13 de octubre cumplió 102 vueltas completas al sol. “Nací en martes y 13. Mi mujer, vivía en un portal 13. Yo vivo en un 13. Cuando me jubilé fui a Almería a pasar los inviernos y vivía en un 13. ¡Fíjate si el 13 tiene influencias en mi vida!”. En algunas de nuestras charlas, Luis compartió a la grabadora que llegó al mundo en la calle Hernani de Bilbao, que su padre era encargado de la tienda de tejidos Ricardos Bengoa y que en el Nervión conoció a Machín. “Yo conocí al famoso Angelitos negros. Y a Lorengar, Lorenza García”, sonreía.

República Creció en el seno de una conocida familia socialista del bocho. Su padre era militante de Izquierda Republicana, en la calle Nueva, “donde ahora está el Amaya, estaba la sede del partido”, detallaba dando a conocer que tenía, además, dos hermanos nonagenarios, es decir, un gen familiar longevo.

Alfau hablaba satisfecho de los días de la legítima Segunda República. “¡Se vivía con ilusión! Indalecio Prieto y Azaña subían al campo de Mallona y se hacía un mitin en el monumento a la liberación de Bilbao. Yo tenía 15 años. Íbamos. Recuerdo que Alfonso XIII tuvo que salir corriendo”, sonreía con el humor del que hacía gala.

Las dos banderas tricolor fraternizaban. “La republicana estaba de moda. Mi padre la había tenido guardada y con entusiasmo la sacó ese día. Lo de que se quemaron iglesias es mentira. Se quemaron cuando estalló la guerra por las barbaridades que se cometieron en ambos bandos. En Bilbao igual no, pero en pueblos la ikurriña también estaba presente”.

Y llegó el 18 de julio de 1936. El golpe de Estado militar. “Ese día, mi hermano estaba de locutor de Radio Bilbao. Hacía el periódico Alas con la Señorita Elena, muy famosa, y Miguel Orio. Mi hermano era redactor del periódico deportivo Excelsior. Hacía la Vuelta al País Vasco”, rememoraba quien durante esa jornada tenía 17 años, y era estudiante de Radio y Televisión por correo con un instituto Rosecrans de California. Y trabajaba en coloniales. Me despedí porque mi padre veraneaba en Cereceda, Oña, Burgos. “Al estallar la guerra, mi padre cogió un autobús en la calle Ayala y en Gordexola ya lo pararon”, evocaba.

En ese momento, él se fue a alistar voluntario para defender los derechos humanos y las libertades democráticas. “Yo fui a Izquierda Republicana. Con esas edades eres inconsciente, un equipo de fútbol de 17 años cree que se comen el mundo. Enseguida me di cuenta de que no podríamos triunfar”, valoraba.

Luis desfiló ante el lehendakari Aguirre, frente al Hotel Carlton de Bilbao. “Yo era de Izquierda Republicana por mi padre, pero yo entonces estaba solo a mi chica, no afiliado, pensaba como él porque era mi padre. A Aguirre le teníamos bien visto. Era el dueño de Chocolates Bilbainos, donde están las esclavas”.

Luis fue teniente republicano durante la Guerra civil y, antes, miliciano del batallón Capitán Casero. Por su periplo en la guerra, en 2016 le concedieron el premio René Cassin del Gobierno vasco, de Derechos Humanos. Este antifascista con 94 años se presentó para concejal en Bilbao en las listas del PSE. “Fue por mi hermano, socialista. Estuve repartiendo flores con Idoia Mendia”, relataba. “Cobro pensión como sargento administrativo. Fui teniente pero no llegó al boletín oficial del Ejército. Siendo teniente del Regimiento de zapadores minadores del Sexto Cuerpo del Ejército en Barcelona mandé volar la carretera Seo de Urgell a Puigcerdá a mis hombres”.

Como combatiente del Euzkadiko Gudarostea estuvo en los montes Intxorta y fue testigo del bombardeo de Gernika-Lumo. “Fue horroroso. Tuvimos que ir a recoger muertos. Todo en llamas. No conocíamos la guerra; éramos como futbolistas con ímpetu”, proclamaba.

Gernika Le llegaron a comunicar a su madre que él había muerto. “Tras estar en el campo de concentración de Gurs, vine preso a Deusto, y le habían dicho que me habían matado en Gernika”, explicaba quien coincidió con el icono anarquista Félix Padín y con el tótem comunista Marcelo Usabiaga durante la batalla.

Ortiz Afau atesoraba, como él mismo solía decir, “mucha historia del Athletic”. Además de socio, era apoderado de Uralita S. A. “Nos llamaron para cubrir de uralita el famoso arco de San Mamés. El aparejador tenía vértigo. Yo subí seis veces y se nos mató un montador en la década de los años 50”.

El periodista Ander Izagirre escribió una biografía de Ortiz Alfau para el Instituto Gogora. “Sufrió la Guerra Civil, tres campos de concentración y dos años de trabajo esclavo en el franquismo. Tuvo que callar durante décadas. A partir de los 87 años rejuveneció peleando por la memoria histórica y nos ha dado grandes lecciones de coraje y humor”, pormenoriza.

El fotógrafo Mauro Saravia quedaba una vez al mes con él para charlar. “102 años de edad, valiente, inagotable y amigo... Toda mi admiración por lo que vivió y cómo salió de ello”, le reconoce orgulloso.