TODO se remonta a 1974. Antonio Menchaca Careaga vio que su padre Antonio Menchaca realizó una labor filantrópica durante toda su vida y quiso tomar su ejemplo. Así, como homenaje a su padre, fundó la Fundación Antonio Menchaca con fines sociales y culturales.

“A medida que ha ido transcurriendo el tiempo las necesidades sociales han sido las más perentorias, así que nosotros nos hemos centrado más en este tipo de actividad”, cuenta Carlos Rolluela, portavoz y vicepresidente de la Fundación. Él mismo explica que esta entidad tiene dos ejes de actividad “muy importantes”. Principalmente se dedica a la concesión de subvenciones a entidades que están trabajando en el ámbito social y “que normalmente no son objeto de una buena financiación, sobre todo pública”. Por ello, se centran en financiar a entidades más pequeñas, “quienes estiran un euro lo máximo que pueden”. Así, colaboran con personas en riesgo de exclusión o excluidas, con comedores sociales, con personas emigrantes, con mujeres que están ejerciendo la prostitución o en situación de salir de ella, con entidades que trabajan con presos o expresidiarios o incluso trabajan con personas que no tienen hogar. De hecho, desde su creación la Fundación Antonio Menchaca ha repartido tres millones de euros y ha subvencionados a alrededor de 200 entidades.

“Directamente no trabajamos con esas personas sino con las asociaciones que atienden a ese perfil de ciudadanos. Ahí es donde nosotros concedemos las subvenciones”, explica Rolluela, quien asegura que para que una entidad sea subvencionada por la Fundación Antonio Menchaca el objetivo debe ser “interesante”. Los trabajadores de la Fundación Antonio Menchaca analizan “hasta qué punto es básica la función” de cada entidad para decidir si se le otorga la subvención. “Si una entidad nos quiere ofrecer un comedor social o un albergue para que pasen la noche algunas personas siempre será más interesante que si lo que se quiere es educar en el tiempo libre a personas con discapacidad”, cuenta. “Esto último también es importante y quizá en otros tiempos hubiésemos colaborado con esa causa, pero en este momento nos estamos centrando en las personas más necesitadas”.

Los premios a la solidaridad Además, a pesar de que a los miembros de esta fundación les gusta estar “en la sombra” hace veinte años decidieron otorgar los Premios a la Solidaridad. Así, mediante convocatoria pública, la Fundación concede anualmente una serie de premios a aquellas personas físicas o entidades que hayan destacado en su vida diaria por su actuación solidaria. “En un principio, se llamaban Vidas anónimas ejemplares y aparte de lo anecdótico del nombre nos ha llevado a sacar adelante algunas cosas”, recuerdan desde la Fundación. Precisamente, recuerda con cariño aquel año en el que propusieron a La Otxoa. “Dimos su nombre porque siempre ha estado comprometido con temas sociales y no le hacía falta decir que estaba haciendo ciertas cosas porque siempre lo hacía de una manera callada”, afirma el vicepresidente de la Fundación. Y añade: “Nosotros lo que premiamos no es la actividad pública que tenga la persona o la entidad sino a la actividad que hace de manera callada. Lo que premiamos es una vida anónima ejemplar”.

Precisamente, conceder estos premios “fue todo un paso” para esta fundación ya que las subvenciones siempre las han otorgado de una manera silenciosa. “Subvencionábamos a una serie de entidades y enviábamos un cheque pero no teníamos contacto con ellos por lo que no sabían quienes éramos los miembros del patronato”, asegura. Por el contrario, cuando comenzaron con la entrega de los galardones “costó un poquito” porque tuvieron que comenzar a dar la cara. “Había personas que entendían que la labor que realizábamos tenia que ser callada. La mayoría optó por cambiar y lo fuimos haciendo poco a poco”, afirma. Además, asegura que no realizan esta actividad “para que se conozca la fundación” sino porque les parece “interesante hacer públicamente la entrega de los premios porque así también hay un reconocimiento para el que lo recibe”. Por otra parte, creen necesaria esta entrega de galardonas porque “nos sirve para estar en contacto con ellos y nos conocemos más entre las entidades hasta el punto de llegar a formar una pequeña familia y eso es positivo”.

Generalmente se enfocan en entidades vizcainas pero aseguran que también han colaborado de manera internacional. “Hemos contribuido en llevar agua a un pueblo africano que supuso una mejora de la calidad de vida sobre todo de niños y de las mujeres. También hemos colaborado en las afueras de Lima con la creación de un centro formativo y en la construcción de un hospital en Senegal”, informan desde la Fundación.

Así, calculan que anualmente pueden subvencionar a 35 entidades, a lo que siempre se les suma una cantidad económica extra que se guardan. “Nos guardamos unos 5.000 euros para catástrofes, que da la casualidad que en este mundo siempre hay al menos una catástrofe anual importante”, relata. Así, pretenden “sobrevivir” de cara al futuro. “Si Antonio llega a ver que va a durar tanto tiempo su fundación estaría muy orgulloso pero lo importante es atender las necesidades, no tanto que nosotros podamos durar más o menos tiempo”, concluye.