NO lo puedo asegurar, pero yo creo que encima de mi farmacia hay un apartamento turístico”, afirma sin ningún tipo de reproche María Uriarte, farmacéutica que tiene el dispensario en la calle Carnicería Vieja. Lo dice sin acritud. Simplemente confirma algo que muchos vecinos del Casco Viejo bilbaino también comparten. “Los pisos turísticos están saliendo como setas”. La frase es de Jesusa Arana, una vecina de las Siete Calles “de toda la vida”, que muestra su preocupación por la proliferación de esta nueva modalidad de establecimiento turístico. Es la sensación que tienen muchas de las personas que habitan o transitan habitualmente por uno de los núcleos más importantes turísticamente hablando de la capital vizcaina.

María Uriarte, que tiene la farmacia en el corazón del Casco Viejo, también se ha visto beneficiada por el boom turístico. “Yo lo he notado mucho”, dice, “estoy encantada porque aunque sea a por una tirita o algo para el estreñimiento, entran a la farmacia”. Ahora bien, es consciente de que el crecimiento exponencial de los pisos turísticos que está soportando el Casco Viejo “hay que regularlo y poner determinadas condiciones porque los que tienen hoteles y pensiones pagan sus impuestos, algo que también deberán hacer los apartamentos turísticos”. ¿Hay que poner límites?, le preguntamos. “Yo creo que no se puede limitar, aunque reconozco que es complicado porque si limitamos los pisos también limitamos el crecimiento del turismo y creo que todos queremos crecer en turismo”, contesta.

Regulación También Marta y Txus, que frecuentan el Casco Viejo, aunque no viven en el barrio, consideran que los apartamentos turísticos “deben estar regulados porque si no, esto puede acabar siendo un desmadre como en Barcelona”, dicen las dos al unísono. Lo que desconocen es qué administración es competente para hacerlo. “Da igual”, dice una de ellas, “lo importante es que esté regulado”. En este sentido, María Uriarte cree que “deberían estar todos en primeros pisos” para molestar lo menos posible al resto de los vecinos del inmueble. “Que cumplan todos los requisitos que les pongan las administraciones”, dice Txus. Más contundente se muestra Iraia Aguirre, una vecina de la calle Barrenkale Barrena cuando dice que “lo que tendría que hacer el Ayuntamiento es preguntarnos a ver qué nos parece que haya tantos apartamentos turísticos porque yo cada vez veo más pisos y me da que muchos de ellos son ilegales”. Por eso, insiste en que “las instituciones deberían hacer más inspecciones”.

Amaia Montorio, que vive cerca del Casco Viejo, aboga por una regulación exhaustiva “porque no puede ser que en cualquier sitio y en cualquier momento se pueda poner un chiringuito para recibir a gente, es como aprovecharse de la situación”. Así que Amaia considera que “hay que limitar” la proliferación de pisos turísticos en el Casco Viejo porque “no se pueden concentrar en una misma zona concreta”. Otra asidua de las Siete Calles, Ana Santamaría, que se mueve en silla de ruedas, es partidaria de la regulación “para que no resulte molesto ni para las personas que viven aquí de forma permanente ni para las que venimos, como yo, en silla de ruedas”. De todas formas, para esta mujer a la que la enfermedad le hizo abandonar su profesión de enfermera, “el problema que está generando el tema de los apartamentos turísticos es que está subiendo el precio de los pisos para luego alquilarlos”. Algo que a Marina Irazabal no le preocupa porque ella trabaja en el Casco Viejo pero no vive. “A mí me parece muy bien lo de los pisos porque el turismo es muy positivo”. Ella desconoce el número de apartamentos que hay en la zona, pero tiene la impresión de que “cada vez hay más”.