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“Me tocó el pene y los testículos; era mi palabra contra la suya, no había testigos”

La última víctima en denunciar los presuntos abusos de Mendizabal relata cómo sucedieron los hechos

“Me tocó el pene y los testículos; era mi palabra contra la suya, no había testigos”

Donostia - El hombre de 36 años que acudió el jueves al Obispado de Gipuzkoa para denunciar los presuntos abusos sexuales que le infligió el ex vicario general de la diócesis Juan Kruz Mendizabal, ha relatado que los hechos sucedieron en el verano de 1994, en un campamento de boy scouts en la localidad navarra de Burgi.

M. A., la tercera persona que ha denunciado ante la Iglesia los abusos presuntamente cometidos por el sacerdote guipuzcoano, ha contado los hechos con detalle en un testimonio que publicó ayer Berria, en el que explica que Mendizabal era entonces representante de la Iglesia en el grupo de los scouts de Gipuzkoa, motivo por el que se encontraba en un campamento en Burgi con chavales de entre 13 y 16 años. El campamento se desarrolló entre los días 13 y 23 de julio y concentró scouts procedentes de distintos grupos del Estado español, que se mezclaron en las parcelas y tiendas para favorecer la convivencia.

Una noche, mientras chavales y monitores cantaban y tocaban la guitarra, la víctima se sintió cansada y decidió retirarse a dormir sola a su tienda de campaña. Tras quedarse dormido, se despertó al sentir dentro del saco de dormir “una mano” que le tocaba “el pene y los testículos”. “No me lo podía creer. Sentí alguien jadeando dentro de la tienda, mientras se masturbaba con la otra mano”, relata M. A.

La víctima explica que cuando le pidieron explicaciones a Mendizabal, el religioso dijo que la víctima había tenido una pesadilla y que se había despertado gritando.

Una vez finalizado el campamento, los monitores se reunieron con los padres de la víctima en su domicilio, donde les informaron de que Mendizabal seguía negándolo todo. “Era mi palabra contra la suya, porque no había habido testigos”, indica M. A. “Se comentó que si se hacía público traería consecuencias, la prensa y todo eso, y eso podría tener influencia en mí. Yo solo lloraba, tenía un gran disgusto”, recuerda el denunciante, quien explica que sus padres “viendo que había sido algo puntual, decidieron que lo mejor sería no airear el asunto”. “Ellos pensaron que esa era la mejor manera de protegerme. Ahí quedó todo”, añade.

M. A., ya con 36 años, vio la película Spotlight, que narra la investigación periodística sobre abusos a menores en la Iglesia en EE.UU. y hace unos meses volvió a ver a Mendizabal en un funeral, donde cruzaron sus miradas por un instante y el sacerdote no se la pudo mantener: “Reviví todo”.

Camino de la Fiscalía

Conforme pasan los días, se acrecienta la sensación de desconcierto en la Iglesia de Gipuzkoa por las denuncias por abusos sexuales que salpican al ex vicario general. Se trata de un escándalo sin precedentes en el seno de la Iglesia vasca que está a punto de llegar a la Fiscalía de Gipuzkoa, que ya ha solicitado toda la documentación que obra en manos del Obispado. El clero no sale de su asombro.

Dos de las víctimas habían pedido silencio, pero una de ellas ha comenzado a hablar con todo lujo de detalles. “Me siento muy mal, no me lo puedo quitar de la cabeza. Nunca lo esperas de nadie, pero menos de un hombre tan conocido. En cualquier caso, si ha sido como lo cuentan, que sea juzgado y condenado sin paliativos”. El párroco de Altza, Javier Hernáez, reconoce todo esto le ha caído “como un jarro de agua helada”.

El mismo día que recibió la noticia sobre su distinción con una medalla al mérito ciudadano de Donostia, saltó otra a la que le sigue costando dar crédito. “Hay gente del barrio que me lo ha comentado, que vaya casualidad. Al fin y al cabo es el contrapunto que demuestra que en la Iglesia hay de todo. Eso sí. El máximo respecto tiene que ir dirigido siempre hacia las víctimas”, sostiene este carismático sacerdote, reconocido por su respaldo a los inmigrantes con problemas sociales.

Desde que a comienzos de semana se abrió la espita, la comunidad eclesiástica vive sumida en el estupor. Los dos primeros casos conocidos, por los cuales la Iglesia ya había condenado eclesiásticamente a Mendizabal el año pasado, ocurrieron en 2001 y 2005. Pero las víctimas decidieron romper su silencio el martes para salir al paso de los rumores de otro supuesto abuso. Querían animar a más afectados, y así es como llegó al día siguiente a oídos del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, otro relato que al prelado le merece toda credibilidad.

La Fiscalía ha incoado diligencias y este último caso va a ser trasladado además por el obispo de San Sebastián al tribunal eclesiástico. El teólogo Joxe Arregi es otro de los que siguen impactados. Dice no interesarle mucho el revuelo mediático, convencido de que la ola expansiva pasará en cuestión de días. “Pero el dolor tan grande de unos y de otros no pasará, y me temo que de eso no nos ocupemos suficientemente”.

Arregi no conoce a las víctimas, pero pide que se les ofrezca la ayuda o las medidas necesarias para su curación. “También me siento muy cerca de Kakux. Profundamente cerca. A él sí le conozco personalmente, claro. Y además está lo que ha significado y significa para la Iglesia guipuzcoana. Y todo lo que ha hecho por ella. Me conmueve, me da infinita pena, imaginarlo en lo más oscuro del abismo. Él y su madre y sus amigos más cercanos. Me pongo en su lugar. Yo no soy mejor que él. Eso leo en el Evangelio de Jesús”, confiesa en declaraciones a este periódico.

Todas las personas consultadas creen que el obispo ha actuado correctamente. Lo dice el párroco de Altza, para quien “los pasos han sido los adecuados”, y lo corrobora Arregi, aunque con matices. “Ha actuado correctamente, seguramente forzado por las circunstancias. Quiero decir obligado por las víctimas, de un lado, y por las estrictas normas recibidas del Papa en las pasadas navidades”, opina.

Expresiones “insanas”

Arregi no puede creer que esta serie de casos no fuesen conocidos desde hace años. “Creo que hace mucho tiempo se debían haber adoptado otras medidas para evitar tanto sufrimiento personal y tanto morbo público, mediático. Nos van mucho el Derecho Canónico y el morbo, pero con eso no se soluciona nada”.

El teólogo, que colgó hace más de seis años sus hábitos tras mantener un duro desencuentro con Munilla, entiende que “al obispado de Donostia y a la institución eclesial en general no le puede bastar con aplicar procedimientos penales y lavarse las manos. Debe preguntarse cuánta responsabilidad tiene ella con la obsesión, la represión y la condenación de la sexualidad que se ha enseñado y que siguen imponiendo como doctrina. Es increíble que sigan tan obsesionados con el tema del género y la homosexualidad. La institución eclesiástica tiene un enorme problema con la sexualidad, y la primera víctima es el clero, y eso tiene mucho que ver con las dimensiones de la pederastia dentro de las instituciones religiosas. Todo lo que se reprime acaba expresándose de forma insana, y hace sufrir”, dice gráficamente.

El sacerdote Joserra Treviño también siente “dolor y pena personal por lo que ha pasado, “poniendo el acento en las víctimas, en aquellos menores, y expresando la máxima solidaridad a las familias. El que fuera delegado episcopal de Cáritas en Gipuzkoa también es partidario de “abrir una puerta y ofrecer rehabilitación personal” al ex vicario general de Gipuzkoa, que también fue párroco en Bergara y Antzuola. “¿Quién no ha tenido relación con Kakux? Lo raro es un sacerdote de nuestra generación que no le haya conocido. Siento una enorme pena y dolor. Como dice el Papa, tenemos en la Iglesia un problema por solucionar, que no hay que ocultar, y hay que ser 100% transparentes”.

Félix Azurmendi, párroco de Azkoitia y ex vicario general con monseñor Uriarte cree que “los hechos ocurridos son graves”, pero solicita cierta calma para que la investigación siga su curso. “Lo primero que hay que hacer para sanar toda herida es esclarecer la verdad, y eso no se hace en tres días de sobreexposición mediática”, precisa.

Para Arregi “no será suficiente” con que la Justicia esclarezca estos casos. “Mientras no haya actitudes de humanidad, de comprensión, de delicada proximidad sanadora, no curaremos las heridas de unos y de otros, empezando por las de las propias víctimas”. Cree que la difusión mediática puede servir de prevención, pero eso no contribuirá a curar sus víctimas. “Tenemos demasiado arraigados en nosotros los mecanismos de la culpabilización y de la venganza, del castigo y de la expiación penal, como si con eso se resolviera algo. Y la Iglesia católica ha contribuido como la que más a difundir, legitimar y enraizar esos mecanismos. Humanidad, más humanidad es lo que hace falta. Y es lo mismo que decir Evangelio”. - Jorge Napal/Efe