Bilbao - La tuberculosis parecía una enfermedad del pasado.

-Fíjate qué engañada está la población. En el mundo la tuberculosis es la enfermedad infecciosa más mortal. Y aquí claro que existe y la tenemos en las calles. La falta de inversión ralentiza su erradicación. Los expertos avisan de la falta de recursos para mejorar no tanto los diagnósticos, sino sobre todo la resistencia de los tratamientos.

¿Ese es el problema?

-Sí. La OMS está muy preocupada por los bacilos que se resisten a los tratamientos clásicos. Los tratamientos han mejorado mucho el panorama. Pero también hay una tuberculosis latente, la de aquellos enfermos que se infectan pero nunca desarrollan la enfermedad. No es lo mismo infección que enfermedad. Pero los infectados pueden convertirse en enfermos cuando sus defensas se quebrantan.

¿Por qué se producen esas resistencias?

-Porque la gente no se adhiere al tratamiento. Tienes que estar un mínimo de seis meses tomando pastillas. En los dos primeros tienes que tomar entre cinco y seis al día. A los dos meses, el médico reevalúa la situación y suele cambiar a dos pastillas diarias otros cuatro meses más. Pero son seis meses tomando una tortilla de pastillas. La gente se aburre y no se las toma.

¿Y por qué tantas pastillas?

-Porque el crecimiento del bacilo de Koch es muy curioso, es un crecimiento que se llama heterocrónico. Los bacilos tienen una biología especial, unos están durmiendo, otros echando la siesta, otros despiertos, otros se están reproduciendo. Son muy variables. Por eso hay que dar tantos fármacos porque unos paralizan el crecimiento del bacilo y otros son bactericidas porque los matan. Hay que cogerles en el momento exacto.

¿Hay casos que no se notifican?

-Es una enfermedad de obligatoria declaración por el médico. Si hay casos que no se notifican es porque son casos de gente que es invisible. Personas sin papeles, que viven en pisos pateras, hacinados... Igual conviven con su tuberculosis o la han contraído en ese piso patera donde en una habitación de seis metros cuadrados hay durmiendo diez personas. Encima sin buena ventilación. Ese hacinamiento propicia el contagio porque se produce por vía aérea. Cuando los tuberculosos hablan, estornudan, tosen, lanzan al aire pequeñas gotículas, gotas diminutas, una especie de aerosol, que quedan suspendidas en el aire y si alguien en ese ambiente, respira esas gotículas y los bacilos se van a su pulmón, ahí está el contagio.

Los protocolos son rigurosos.

-En las comunidades hay alertas que funcionan rápidamente. Si yo diagnostico en Basurto una tuberculosis, tengo la obligación de notificarlo al gobierno e inmediatamente viene personal que se pone en contacto con el paciente y con la familia para iniciar un estudio de contactos. Analizan a quién ha contagiado ese señor y quién ha podido contagiarle. Se hace en el círculo de convivientes, en el círculo laboral y en el círculo de amistades. Los de más riesgo son los que viven bajo el mismo techo.

¿Que ocurrió con la tuberculosis durante el ‘boom’ del sida?

-Se consideró una enfermedad reemergente. En aquella época, solo en el hospital de Basurto en una década atendimos a casi 2.000 pacientes. En la siguiente década, empezaron a funcionar los tratamientos antisida y a medida que la gente fue ganando en defensas, la tuberculosis empezó a bajar. Y de esos 2.000 casos bajó en la siguiente década a 800 y ya en la última, la cantidad de pacientes ha sido de 572.

¿Ahora ya no es entonces una enfermedad reemergente?

-Ahora no. Lo fue cuando el sida. Y puede serlo si empiezan a proliferar las resistencias. Aquí estamos en unas tasas de resistencias aceptables en comparación a las que tienen en Rusia o en países del área subsahariana. Pero hay que estar ojo avizor.

¿Hay que apostar por una vacuna?

-Sí porque lo ideal sería encontrar una vacuna como se ha encontrado, por ejemplo, contra la polio o la viruela, que se han erradicado. Cada uno de los tres proyectos de vacunas que están en la fase 3, necesita un empujón de cien millones de euros. Hay un investigador catalán que tiene una vacuna (ruti) que es muy prometedora y no ha podido llegar a la fase 3 porque no tiene financiación.